«No cuentes los días »
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⚜️365 DIAS⚜️
~Asunción de la virgen
Harry ya se había encontrado con Philippe y jugaban bastante alegres. En cuanto a sus hermanos mayores, leían al aire libre como era costumbre en aquellos tiempos más veraniegos.
Philippe iba a quedarse en Ginebra hasta agosto, que partirían a Francia de viaje para unos asuntos que su padre debía arreglar. Aquel hombre en un principio le pareció serio a John, sin embargo vio que tenía muchos temas de conversación con Pictet y Naville. Incluso pensó que podría llevarse bien con su padre.
Lo conoció en una cena con los Chauvet, ambas familias parecían ser amigas desde hace años. El padre de De Végobre hablaba sobre su interesante vida y asuntos eclesiásticos que hacían que Naville se sintiese emocionado en la conversación. En cuanto a su mujer, ella tenía un aspecto dulce y unos rasgos tranquilos. Ella se asemejaba a sus dos hijos varones incluso en el modo de hablar con la señora Chauvet.
Pictet intentó explicarle a John durante gran parte de la cena un nuevo experimento extraño con el que estaba trabajando y pensaba enseñarle a un maestro muy reconocido de Ginebra. En cuanto a De Végobre estaba entretenido escuchando a su padre hablar sobre un montón de cosas y como su hijo iba a tomar el relevo en su profesión y en los casos que manejaba, aunque Naville se veía más emocionado en ellos que el mismo De Végobre, incluso era un tema de interés para Pictet.
Charlotte estuvo intentando no morir de aburrimiento en la mesa y se unió a un juego que habían inventado Philippe y Harry en un momento de locura. Incluso el mismo John pensó si unirse, pero seguramente su padre le echaría un sermón si estuviese allí, así que se quedó escuchando la conversación de los hombres. -Esto es menos entretenido que los debates de oratoria- susurró De Végobre para John que sonrió y asintió. Al parecer eran los únicos hombres poco interesados.
-No sabía que a su padre le interesaba tanto- añadió John y de Végobre le explicó la gran historia de su padre y problemas con la iglesia y la justicia.
-Intentó restaurar algunas iglesias protestantes en Francia- aseguró el joven mientras observaba a Naville hablando efusivamente de sus últimos panfletos. -Le escribió a Voltaire, se casó con mi madre y se refugió en Ginebra. Todos dicen que es un gran abogado.
-Ya lo creo- dijo John viendo al hombre. -Curioso que a usted no le interese todo eso.
-Louis está ciego con las matemáticas- añadió a modo de broma el padre De Végobre que escuchaba mientras tanto pedazos de la conversación de su hijo -, pero no será un mal abogado.
Exactamente aquello podría haber sido dicho por el mismísimo Henry Laurens que tantas ganas tenía de que John tomase las riendas de los comercios. Si John tenía claro algo, es que no iba a seguir con el comercio de esclavos de su padre y no le importaba que fuese el mismo negocio de su abuelo. Por un lado, él quería mérito propio, empezó a desearlo en un momento que desconocía, no tenía claro cómo conseguirlo si tal vez siendo abogado o luchando por alguna causa mayor que aún no terminaba de presentarse.
Aquella noche la casa estuvo más animada de lo normal y le gustó que hubiesen asistido sus amigos. Los cuatro jóvenes fueron a pasear al jardín entre su frescura. -Es increíble que esté aquí tu padre- dijo Naville -ojalá que me reconozcan a mí como un restaurador de iglesias.
-¿Para que te lleven a la prisión? Con la suerte que tienes dos tiros es lo mínimo que te llevarías- aseguró De Végobre. -Te gusta porque tu padre no está metido en todo esto. Le veo una vez cada año o cada dos.
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1754-1782
Ficción históricaEsta novela narra la vida de John Laurens desde su nacimiento hasta su muerte tocando los momentos históricos más relevantes y del mismo modo mi interpretación de ellos.