⚜️Hogar

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«El higar es donde encontramos refuerzo en tiempos de adversidad»

Cien años de soledad,
Gabriel García Márquez

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⚜️HOGAR⚜️

Corpus Christi 1773

Había llegado una carta de su padre. Una carta que le obligó a regresar a casa de Chais, al menos para conversar. —Lo siento— fue de lo primero que le dijo tomando sus manos. —Lo lamento.— No imaginaba esa situación. Incluso en aquellos dos meses aseguraba haberlo olvidado todo.

—¿Esperaba ganar el favor de mi padre?— Preguntó John seriamente. Hacía mucho que no se sentaba en aquel despacho. —Soy su hijo.

—Yo solo quiero lo mejor para ti— John suspiró. En todo caso, quería que fuese su Zimmermann, ¿no? —No sé qué le has dado a entender a tu padre— dijo extendiéndole la carta. —Creo que los jóvenes tienden a exagerar y teñir la realidad.

«Ginebra, 2 de junio de 1773.

Señor, no podéis estar más preocupados que yo por las circunstancias de la resolución de mi hijo de abandonar vuestra casa. Sinceramente desearía que fuera de otra manera. Pero, como ya he dicho, no serviría de nada investigar minuciosamente las causas de su insatisfacción, que, si le entiendo bien, le ha comunicado a usted, a su deseo, en términos más explícitos de los que le he pedido. No creo que en este caso sería discreto por mi parte frenar sus inclinaciones.

Con respecto a la segunda causa de su arrepentimiento que se insinúa a su favor ayer, de haber tomado un sirviente y alquilado un apartamento por su cuenta, estaré dispuesto a reparar cualquier daño que pueda sufrir por ello, a juicio de cualquier tercero imparcial a quien tendrá a bien nombrar para considerar todo el caso. Ésta es una práctica común entre los ingleses y siempre me ha parecido buena para prevenir o extinguir controversias. Mi estancia en Ginebra será sólo de dos días más, por lo que le pido que nombre algún amigo que tenga la bondad de interponer su opinión para nuestra mutua satisfacción. Asistiré a la hora y lugar señalados y cumpliré alegremente con su veredicto.

Como deseaba que John explicara la reclamación anterior ante una tercera persona designada por usted, pensé que sería mejor escribirle en esos términos. En su respuesta rechaza un arbitraje y solicita someter el asunto a mi propia consideración. La verdad de la historia es que cuando mi hijo fue a vivir con él, declaré expresamente que si deseaba mudarse a Inglaterra al cabo de cinco meses, lo complacería.

Usted se esforzó mucho en obtener una preferencia y lo recibió sabiendo que esa era la condición en la que lo dejaban en Ginebra. Ha permanecido con usted más de once meses, ha pagado una pensión extravagante y muchos cargos adicionales. Por lo tanto, señor Chais, por mucho que lamente la pérdida de sus pensionados, no tiene fundamento para la reclamación que ha insinuado, y por mucho que pueda dar como regalo, no lo pagaré

Aquel mismo mes John se mudó a la residencia de Chauvet con Harry. No tuvo una despedida cortés con el señor Chais y tampoco se preocupó de pensar mucho más en él. Dio por zanjado aquel asunto tan tortuoso.

Caminó por la gran casa, por un pasillo hermoso con una larga alfombra verde. Había una puerta doble de color blanca y el señor Chauvet le indicó que aquella sería su habitación. Era preciosa, en la planta baja, con algunas flores en un jarrón sobre una mesa de té redonda. Entraba la luz por el ventanal y las cortinas eran blancas con brocados azules.

Era mucho más grande que la que tenía en la residencia del señor Chais, tenía una zona de lectura, una de té, un escritorio, un armario bastante generoso y una cama de buen tamaño. De inmediato el señor Chauvet le ayudó a desempacar sus cosas y colgar su ropa. Harry estaba animado y jugaba sobre la cama de su hermano.

1754-1782Donde viven las historias. Descúbrelo ahora