«El amor es el único tesoro que aumenta al compartirlo»
El Principito,
Antoine de Saint-Exupéry~Exaltación de la Santa Cruz 1772
Las clases de matemáticas regresaron a la normalidad y De Végobre ya habituaba a sentarse en el escritorio con John a explicarle algunas cosas. Normalmente, solían ir a la habitación pues al parecer exista algo de tensión entre el señor Chais y el señor De Végobre. John recordó aquel momento en la plaza cuando la prima te Turrenttini dijo que a nadie le caía mal De Végobre, bien, Chais debía ser una excepción. Era peculiar porque ambos hombres se le hacían agradables.
Normalmente Harry quería atender, aunque era muy joven para comprender lo que se explicaba. De todos modos, le dejaban acercar una silla y escuchar la lección. Eso era raro en Harry, que siempre mostraba desinterés en las clases de geografía, de matemáticas... Sólo quería jugar a las peonzas y las canicas.
Sin embargo, aquel día, cuando la clase estaba casi por finalizar, De Végobre le indicó a John que mirase hacia su cama con una sonrisa. En algún momento de la lección, el pequeño se había acostado allí y se había quedado dormido al completo. -Oh, discúlpeme un momento- dijo John levantándose para acomodar a Harry.
Con cautela de no despertarlo, lo descalzó y apoyó su cabeza en la almohada. También lo cubrió, a pesar de estar en pleno verano y luego tocó su frente. -Esta mañana decía sentirse algo enfermo. Tenía frío y un poco de fiebre- afirmó John regresando a sentarse y De Végobre observó al niño.
Los hombres terminaron con la lección y después conversaron sobre otro libro que el mayor le dejó a John. Desde su castigo que acostumbraban a hacer eso a escondidas del señor Chais, leer y leer. Habían forjado una amistad bastante sólida en un par de meses y para John el tiempo pasó rápido pues ya eran finales de agosto. Disfrutaba el ambiente y adoraba estar allí. Aprendía todos los días nuevas cosas y sus amigos siempre respetaban sus opiniones o pensamientos, eso era sin duda lo que su padre buscaba para él. -Espero que no sea nada- dijo De Végobre viendo al menor de los hermanos.
-Debe haberse resfriado. Anoche, cuando llegamos de entrenar aún estaba jugando en el jardín- afirmó John pues, al parecer nadie está siendo lo suficiente responsable con su hermano como él desearía. ¿A caso nadie podía mandarle dentro de casa a jugar? Aunque era un poco culpa de Harry, era muy cabezota.
El europeo analizó la habitación y se percató de la diferencia que había comparándola con la primera vez que entró. John ya se había asentado y con él, sus cosas. Habían unos curiosos libros en inglés sobre la estantería, los cuales De Végobre no podía entender de qué se trataban y John se dió cuenta que su amigo y profesor estaba observándolos.
-Algunos me los regaló mi padre, otros el señor Chais- afirmó John con un tono relajado.
-¿De qué tipo de lecturas se tratan?- preguntó curioso viendo los títulos y a pesar de no descifrar el significado de la mayoría, había visto los autores en la biblioteca.
-El señor Chais siempre me trae clásicos en inglés. Dice que tal vez así entiendo mejor a los griegos- respondió con un poco de aburrimiento y su preceptor hizo una pequeña sonrisa, había conseguido entender uno de los títulos pues se escribía igual que en francés.
-¿No entiende los griegos?- Dijo tomando uno de los libros. Ya había quedado suficientes veces expuesto el amor de De Végobre por los griegos. Era algo que John ya sabía y no lo compartía en lo absoluto.
-A veces me confunden. Ese libro es confuso- afirmó John. -El señor Chais siempre espera que haga grandes reflexiones y que descubra cosas.
-Ya veo- dijo dejando el libro. -La verdad es que Los Mirmidones me gustó bastante, pero no entiendo por qué un maestro pediría una reflexión sobre este libro, es vacío- señaló pensativo. Habían algunos títulos que si se parecían mucho a sus títulos franceses.
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1754-1782
أدب تاريخيEsta novela narra la vida de John Laurens desde su nacimiento hasta su muerte tocando los momentos históricos más relevantes y del mismo modo mi interpretación de ellos.