⚜️Masonería de Ginebra

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«Perdona mis errores, porque son los errores de un alma que anhela redimirse»

Los Miserables,
Victor Hugo.

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⚜️Masonería de Ginebra⚜️

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~Epifanía 1773

-Oh, no, imagínate que todo el mundo imitase a los griegos. El mundo se volvería loco- dijo De Végobre bromeando con John en la biblioteca. A penas había nadie, pues aún se estaba dando la misa de la mañana y, para ser un jueves, parecía importante.

-El rey de Inglaterra renunciaría- añadió John. -No entiendo como no los ha prohibido, será que no los ha leído.

-Es porque cada uno entiende lo que quiere entender- dijo el otro con seguridad apoyado en el escritorio alto que había a la entrada. -Tenían un peculiar concepto de... ¿qué es ese escándalo?- Preguntó yendo a asomarse por la ventana y John hizo lo mismo.

La ventana estaba cubierta por personas que impedían la visibilidad, apoyados por fuera en la fachada, y varios jóvenes empezaron a entrar en estampida a los comercios de alrededor. Ambos, curiosos, se asomaron a la puerta y De Végobre salió tan rápido que John aún no había asimilado donde fue.

-¡François!- Gritó acercándose a la catedral, en cuya pared el hombre se apoyaba. Su pierna estaba sangrando y John se acercó también. La multitud mientras tanto se dispersaba y algunos hombres, uniformados y armados entraban a la catedral -¿Qué está pasando?- dijo mientras intentaba ayudarlo a caminar hacia la biblioteca.

-¡¿Qué va a estar pasando, Louis?! ¡Lo de siempre!- dijo Naville. -Por escribir unos volantes. Han llegado a París y Versalles- John se acercó para ayudarle también a entrar al lugar.

-Ya te dije que un día de estos te van a matar, tal vez deberías dejar esas reuniones- murmuró De Végobre dejando al hombre en una silla. Algunas de las personas del lugar los miraban desde sus lugares y otros se acercaban a observar. -No entiendo por qué te metes en estas cosas- dijo yendo a buscar agua y John se acercó a mirar la herida. Una bala estaba incrustada en la pierna de aquel hombre y había una hemorragia que no se detenía.

-Da gracias que aún no he escrito como colgar al rey de Francia- dijo enfadado.

-¡Fran!- Le llamó la atención De Végobre, que se había alejado a por un trapo y agua.

-Muerto lo quiero ver- farfulló-Demonios, eso duele, para- se quejó Naville mientras De Végobre trataba de limpiarle con algo de agua.

-Sí y está perdiendo sangre- afirmó el americano viendo al hombre. -Déjeme ayudar- sacó el pañuelo que llevaba y lo utilizo para detener temporalmente el sangrado. -Debe atenderlo algún médico.

—¿Tú no sabes hacer estas cosas? ¿No que estudias esto?—Murmuró Naville.

—Pero esto es una operación que requiere material médico y...

—Vamos a casa del doctor Odier- afirmó De Végobre.

-Dios mío, no puedo más, esto es asquerosamente doloroso- volvió a quejarse el hombre y, aunque en un principio no quería levantarse, desistió y con ayuda y cuidado llegaron a su destino. Entre gritos, berrinches y maldiciones, claro está.

-Doctor- llamó el hombre a la puerta y rápidamente apareció el hombre de cabellos castaños. Era de complexión pequeña y llevaba unos anteojos redondos.

-Oh, dios mío, François- dijo sorprendido. -Pasad.

Se notaba que aquel lugar era la pequeña consulta de un doctor y uno bastante bueno. Le hizo tumbarse para ver la herida y miró a los dos jóvenes que le acompañaban. -¿Cuando ha sucedido esto?

1754-1782Donde viven las historias. Descúbrelo ahora