⚜️Confusión

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"El único modo de vencer la tentación es caer en ella."

El retrato de Dorian Gray

⚜️CONFUSIÓN ⚜️

~Santo Rosario 1773

Había vuelto a pasar un verano estupendo y sabía que echaría de menos aquello. Era su último año allí y también el de algunos de sus amigos, aunque a diferencia de él, ellos se quedarían por allí.

—¡Por fin! ¿Hay algo más emocionante que estar a unos meses de ser abogado?— Dijo Naville entusiasmado en la entrada de la universidad. —Diez años habrán valido la pena.

—Cualquier cosa entusiasma más que ser letrado— murmuró De Végobre entregándole una pila de papeles a Pictet.

—Al menos es vuestro último año de tortura— murmuró Turrenttini con cierta ironía en su voz. —Cuando terminéis nos invitais a tres rondas en el bar. Cada uno a una.

John tuvo una clase de hípica por la mañana y un percance con una yegua algo salvaje y su mano derecha. Nunca un animal le había traicionado de aquella manera y, es que al parecer no le gustaba tener jinetes y su única opción era lanzarlos al heno. No era la primera vez que recibía un golpe de ese tipo, estaba acostumbrado a llevarse alguna que otra coz de Brutus. Se sentía traicionado por aquella joven yegua que le había hecho caer intencionadamente.

No fue algo grave, ni recibió ninguna lesión más que en la muñeca un poco de hinchazón durante poco más de una semana, lo suficiente para estorbarle en sus hábitos de dibujo y para posponer algunas cartas a su padre. Además, tuvo aquella excusa para quedarse a leer más de lo normal, aunque el señor Chauvet insistió en que debía salir un poco más de aquel lugar antes de que llegase el frío.

Salió en búsqueda de alguna actividad entretenida y por el camino encontró a Naville con la joven Anne paseando a Pigalle por las orillas del río. El perro reconoció al instante a John y corrió hacia él como si la vida le fuese en ello. —¡Pigalle!— Gritó Naville corriendo detrás del animal. —Deja en paz a las personas— dijo reteniendo al perro y subiéndolo a sus brazos. —Oh, ya no estoy para estas cosas, estás gordo, no eres un cachorro— le dijo a su perro y luego se disculpó con John. No era la primera vez que Pigalle corría hacia alguien y eso solía terminar con las personas tiradas en el suelo por un perro de treinta y tantos kilos.

Parecía que aquel día los animales no estaban del lado de John y pensó que debía haberse quedado en su habitación leyendo al menos hasta mañana. —Hey— dijo De Végobre viendo al americano. —¿Va a alguna parte?

—No, solo paseo. ¿Y usted?

—Sí, me marchaba a las afueras un rato. Pronto llegará el invierno y no habré paseado tanto como me gustaría.

—Eso mismo me ha dicho el señor Chauvet hace una hora— al final, John se unió a su paseo y, probaron de decirle a Pictet que marchase con ellos pero admitió estar ocupado en sus asuntos y que estaba esperando la visita de Susanne.

—Parece que hoy ninguno está por la labor. François está igual y Albert— dijo De Végobre. —Mi hermana ha ido con la señorita Corneille.

—Harry está con los niños aprendiendo a bailar. Hay un muchacho en la residencia que toca el violín y eso los fascina— aseguró John y entre ligeras conversaciones de aquel tipo llegaron a su lugar de costumbre.

—Hoy ha llegado a la biblioteca un libro fantástico. Mañana se lo enseñaré, tiene muchísimas ilustraciones y está en prusiano. Es digno de una colección— dijo emocionado.

1754-1782Donde viven las historias. Descúbrelo ahora