«El amigo es otro yo»
El Banquete,
Platón***
⚜️CUMPLEAÑOS⚜️
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~Santo Rosario 1772
El fin de semana lo pasó tranquilo, en casa. Se había acostumbrado a aquel lugar y aquella rutina. Estaba a nada de irse a dormir, uní de los sirvientes pasó a llevarse la ropa sucia y las toallas mojadas y cuando estaba a nada de pegar ojo apareció el señor Chais. —Acabo de regresar— afirmó el hombre. —La reunión se alargó— empezó a buscar algo en su chaqueta. —Hace un rato pasaron a dejarme una carta de tu padre— Se la entregó de inmediato. —También me ha escrito a mí. Dice que sigues pensando en estudiar leyes.
—Sería mejor para mi familia— murmuró mientras abría la carta. Su padre no le obligaba a nada, pero en el fondo seguía creyendo que estaría más orgulloso si seguía sus pasos.
—Tiene que gustarte. Es a lo que te dedicarás el resto de tu vida. Aunque eres inteligente, seguro puedes hacer leyes cuando acabes, ¿sí? No le des muchas vueltas al asunto. Tu padre dice lo mismo.
Birmingham, 2 de septiembre de 1772
Mi querido hijo:
A mi llegada aquí ayer por la mañana, en cierta medida, me sentí nuevamente feliz, algo que no había disfrutado en los dos meses anteriores. Tu carta del 19 de agosto, que había sido depositada aquí para mí, junto con la presencia de mi querido Jemmy, me pusieron en una agradable posesión imaginaria de mis tres hijos. Me sentí feliz más allá de lo que puedo expresar y mi corazón estaba lleno de gratitud y agradecimiento. Ese pequeño, en cuatro meses, uno de los cuales fue el de las vacaciones de Pentecostés, aprendió a leer inglés de manera varonil y con una atención poco común a las pausas y paradas adecuadas, a escribir con una letra que te sorprendería y te agradaría, y también había hecho un progreso considerable en gramática latina. Ni tú ni yo esperábamos que intentara esta última parte en tan poco tiempo. Todas estas fueron circunstancias agradables, pero su franqueza al reconocer algunos pequeños defectos que tenía; su compromiso y su alegre regreso a la escuela sin cambiar un solo rasgo me mostraron su inteligencia y me proporcionaron un placer superlativo, porque el hombre es más valioso que los adornos del hombre. Pobre muchacho, hablar de adornos me trae a la mente el espectáculo de su primera aparición, estaba con un atuendo tan elegante como no estamos acostumbrados a ver en nuestra casa y para completar la gracia de su figura, algún peluquero, con el pretexto de ralearle el pelo, le cortó todos los mechones. Sin embargo, a pesar de todas las desventajas, descubrí que era el favorito de la escuela con el maestro, la maestra y los acomodadores, y en cierta estima en casa del señor Carver, donde el pequeño Harry Steward lo convirtió en su principal juguete, como solían hacer otros niños. Por lo tanto, lo dejaré donde está, sin dudar de que se toman todos los cuidados necesarios de su cuerpo y modales de acuerdo con las mejores reglas o prácticas de internado.
No omitiré ni un solo correo para responder a la carta que me has enviado, en la medida en que mi tiempo y mis circunstancias actuales me lo permitan. [...]
Tu determinación de estudiar Derecho y tu plan de empleo de dos años o el plan del señor Chais me parecen aceptables; tu razonamiento sobre este punto está lleno de buen juicio y tu sumisión a la opinión y el consejo de sus amigos te hace un gran honor y, al mismo tiempo, te asegura la aprobación de todo hombre sensato que pueda saber de tu discreción. Pero hay una parte de ese razonamiento o, mejor dicho, de esa sumisión que no entiendo con claridad. Parece que esta completa o contiene una superabundancia de expresión. Dices: "Y reflexionando en que no debo abandonarme por completo a mis propias inclinaciones, sino seguir y hacer que me resulte agradable por la costumbre, lo que generalmente se cree que me hará más útil, dejo a mi fisico favorito, afligido en el corazón porque no es para abrazar lo que sé que le daría más placer a mi querido padre, sino para esperar que me acepte como estudiante de Derecho". Vuelve a leer esto y añade las palabras que sean necesarias para convencerme de que no te duele el corazón dejar tu físico favorito, o proporciona las que declaren explícitamente que te duele. En el primer caso, seguiré satisfecho con las medidas que he tomado para inscribir tu nombre en Middle Temple; en el segundo, retiraré dicha inscripción sin lamentar el gasto. Tomaré todas las medidas adecuadas para seguir adelante para convencer a mi amado hijo de la pureza de mis declaraciones. En definitiva, deberías decidir por ti mismo que se trata de un asunto de gran importancia y que puede llegar a ser de la mayor consecuencia para tu futura felicidad, que tengo en la más alta consideración. Consideré tu carta en su conjunto y parece que no sientes aversión por el estudio de la Ley, pero presté atención a las pocas palabras mencionadas anteriormente, aunque parezcan no tener relación y el corazón de un padre debe verse sensiblemente afectado por ellas. En este caso, como en cualquier otro, observaré la Regla de Oro; por lo tanto, si descubro que al abandonar tu plan original de estudiar física realmente sientes pena en el corazón, concluiré que el estudio o el intento de estudiar una ciencia diferente agravará el mal en lugar de erradicarlo, y será mi deber aconsejarte que te embarques en el estudio que primero deseabas seguir. Si no actuaras según esos principios, correrías el riesgo de que mis propios objetivos fracasaran, que son proporcionarte una educación que te permita mantener una familia con crédito y honor, y ser lo más útil posible como miembro de la Sociedad [filosófica].
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1754-1782
Ficção HistóricaEsta novela narra la vida de John Laurens desde su nacimiento hasta su muerte tocando los momentos históricos más relevantes y del mismo modo mi interpretación de ellos.