✳️Primera Comunión

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«No te preocupes por mañana, porque mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene ya sus problemas.»

Mateo 6:34

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✳️PRIMERA COMUNIÓN✳️

~Ascensión del señor 1762

Llegó el tan ansiado día de la comunión. Estaba a punto de salir de su habitación cuando entró su padre. Se acercó a él y se agachó a pedirle que se sacara el escapulario que le había regalado su madre. Qué ya no tenía que ver con él.

No rechistó. Se lo quitó y se lo dió. Sabía que su enlace con la iglesia protestante le iba a alejar de las creencias católicas de su madre. El hombre lo dejó sobre el tocador y entonces, le sacó una caja con una cadena de oro y una cruz. -Era mío, me lo regaló mi abuelo- afirmó. -Ahora es tuyo, porque todo lo mío será tuyo. ¿Qué quieres que haga con el escapulario?

-¿Puedes guardarlo?- Preguntó el joven y Henry asintió. -Aunque no me lo podré poner, me lo ha regalado mamá y quiero tenerlo.

-Sí, claro. También podríamos pensar en usar la plata para hacer otra cosa.

-De momento no, gracias, papá- dijo con una pequeña sonrisa y George le pasó la casaca.

Henry le pidió al ayudante y la institutriz que se retirasen, que él seguiría con las tareas. Le colocó correctamente la corbata a John y en familia se marcharon a la iglesia. No fue una celebración muy recargada, sencilla y rápida. Como un día cualquiera de misa, pero fue con su padre a comulgar.

Por la noche fueron los Gadsen y los Kinloch. Cristopher Gadsen, un poco mayor que John le contó de su comunión y que no le gustaba ir a misa, aunque juntos iban al coro y pronto Gadsen ya no sería voz blanca.  Francis Kinloch y su hermano Cleland Kinloch escuchaban, porque ellos no eran protestantes y porque no oraban igual que John. Aún no habían hecho la comunión pero no habían aprendido aquello en catequesis.

Se marcharon al salón de baile a jugar. Era el sitio favorito de ellos porque habían muchos espejos y lámparas con gotas de vidrio. Era una habitación larga y vacía donde podían correr sin golpear nada. A veces acababan en el suelo, pero no pasaba nada, porque se levantaban rápido para que la institutriz no les fuese a regañar.

De vez en cuando se unía Martha. Ella era más divertida a ojos de John que su otra hermana. Debían llevar cuidado con ella porque era más pequeña y no tenía la misma fuerza que ellos. Aún era una infante adorable que hacía cosas de niña tierna.

Nelly se quedaba con Elizabeth Kinloch. Ella era mayor que John y él siempre la había mirado porque era una chica madura y él se sentía muy maduro. La señorita Kinloch siempre le sonreía y montaba a caballo. Tenía unos rizos castaños preciosos y a John le gustaban sus vestidos verdes con flores. A veces llevaba sombreros grandes y unos tacones que sonaban por todos sitios.

John hablaba con ella más que con otras mujeres. Le convenció de que Martha debía aprender a leer, como ella. Entonces, John, por deseos de su hermana o agradar a la señorita Kinloch le enseñaba a leer a escondidas de su padre.

Junto con Francis Kinloch y Christopher Gadsen fue a la escuela de Richard Clarke. No le gustaba en lo absoluto porque estaba acostumbrado a que lo tratasen de señor y que todo le llegase a sus aposentos. Lo único que le gustaba era que Elizabeth fuese a acompañarlos hasta casa.

El joven no dejaba de hablar sobre ella. A su madre, a su padre, a George o a la institutriz. Todo era la señorita Kinloch y la señorita Kinloch era todo. Eleanor se reía porque John solo tenía ocho años y a penas estaba empezando a aprender a ir a eventos formales como para ir pensando en una chica que era más bien toda una mujer.

A pesar de aquello, seguía siendo responsable. Cuidaba de todo y cuidaba de sí mismo. A veces demasiado, porque su padre le decía que debía distinguir entre el deber y el gusto. Qué las mujeres eran las que debían plegar la ropa y los pañuelos de seda, que eso era una pérdida de tiempo y el tiempo de un hombre valía mucho.

Cada tarde, se reunían los muchachos para hacer sus tareas. Normalmente en casa de John, porque Henry era bastante estricto y no siempre le dejaba salir de casa. Se juntaban en una mesa de uno de los cinco salones que tenía la casa y, entonces empezaba a hacer los deberes.

-Si quieres yo hago matemáticas y luego tú me dejas los deberes de latín- le dijo John a Kinloch que asintió bastante convencido. John destacaba mucho más en ciencias que en letras y Kinloch todo lo contrario. Gadsen siempre era el que prefería hacerlo por su cuenta y, de vez en cuando le decía a la institutriz lo que Kinloch y John hacían. Alguna vez ella les castigaba, pero luego Henry se reía y les levantaba el castigo. Decía que eso no era pillería, sino ingenio.

A John nunca le gustó mucho el latín, solo para aprender nombres científicos de plantas para naturales. También le gustaban las excursiones que hacían en la escuela por el bosque, ver animales, ir al río y observar durante horas el entorno. Solía hacerlo mucho con su madre y luego, plantaban flores y plantas juntos.

No pasaba toda la semana en casa, porque los jueves iba a casa de Kinloch. Cuando acababan los deberes se iban de nuevo a la escuela para que el señor Clarke les diese algún tipo de iniciación a la esgrima. En eso sufrió un poco, porque nunca se había dado cuenta de que su condición de zurdo le perseguiría hasta el fin de sus días. -No deberías tirar con la izquierda- aseguró Kinloch. -Estás faltando a Dios.

-¿Qué le va a importar? No digas tonterías, Frank- respondió John mirando a su amigo de ojos verdes.

-No lo son- habló mientras dejaba la espada en el suelo. -Mañana iré a cazar con mi padre. ¿Quieres venir?

-No creo que el mío me lo permita, pero lo intentaré

-Buenas tardes- resonó una voz femenina en el pabellón, era la señorita Kinloch. -El carruaje ha llegado. Padre dice que vayamos todos a casa porque ha organizado un banquete.

-¿Un banquete? ¿A santo de qué se debe un banquete?- Preguntó Kinloch y John levantó los hombros.

-Para celebrar la próspera concepción de la familia de Laurens- respondió la joven y ambos chicos fueron tras ella hasta el carruaje.

-¿Que concepción?- Preguntó John una vez estaban dirigiéndose a casa de los Kinloch. -¿No se lo han dicho aún? Vos vais a tener un hermano dentro de poco. Dios quiera que sea otro varón.

-No se me había informado- aseguró John cruzando los brazos.

-Darán la noticia en el banquete. Para eso será- respondió Kinloch.

-Yo soy su hijo- dijo John. -¿Cómo es posible que yo lo sepa a la vez que el resto?

-Porque la vida es así, Jack- dijo Kinloch. -Venga vamos, que tengo hambre.

1754-1782Donde viven las historias. Descúbrelo ahora