✳️San Felipe

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|!| La imagen que estáis viendo pertenece a la antigua iglesia de San Felipe, Carolina del Sur. Incendiada varias veces durante la revolución (un incendio en ~1790 terminó con ella). Esta iglesia era frecuentada por la familia Laurens y también se celebró la misa en honor a John en 1782 previa al entierro. En su cementerio está enterrada Eleanor.

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«Amar en secreto, sufrir en silencio, esperar en soledad.»

Rojo y Negro,
Stendhal

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~Ascensión del señor 1770
📍Ansonborough

Hacía casi dos años que Kinloch había partido. John ya había visitado Philadelphia dos veces para algunos proyectos. Un poco después, nacía la última de las hermanas Laurens: Mary. Eleanor se encontraba ingresada en el hospital provincial nuevamente, así había sido todo el año.

—Jack, ¿por qué no vas a casa a descansar y cuidas a tu hermanita?— Preguntó la mujer.

—¿Y usted madre? No quiero dejarla sola.

—Vendrá tu padre en media hora. Seguro necesita que vayas a ayudarle con tus hermanos— respondió y John asintió levantándose.

—Está bien, madre, esta noche regresaré— dijo dándole un beso en la mejilla. —Qué Dios la guarde— dijo antes de salir.

—Jack, espera— le llamó y entonces se volvió a acercar. —¿Puedes llevarle flores a San Juan para que me recupere pronto?

—Pero yo no puedo hacer eso. Si mi padre se entera...— empezó a mirar a su madre que le rogaba con la mirada.

—Por favor, desde aquí yo no puedo hacer más que rezar. No le diré nada a tu padre.

—Está bien— contestó y salió. Se dirigió, caminando tranquilamente a casa entre sus pensamientos. Su madre estaba más delicada que nunca y no quería explicarle aquello a sus hermanos, tampoco tenía con quien hablarlo más que con Martha, pero ella aún era un niña, aunque ya no tan niña.

—Buenos días, señor— dijo George viendo a John entrar.

—Buenos días— respondió mientras le dejaba la casaca para que la colgara.

—Tiene visita— dijo su ayudante. —La señorita Kinloch ha venido para ayudarle con sus hermanos.

—Dígale, sin que suene muy descortés, que no requiero ayuda de nadie— aseguró caminando hacia las escaleras.

—Pero...

—Solo hazlo. No quiero ver a nadie— respondió John y cuando estaba a poco de subir las escaleras, le llamó uno de los ayudantes de su padre. Suspiró, solo quería estar en paz.

Fue hacia el despacho de su padre y lo vió sentado en el escritorio, trabajando, como siempre, como si la mujer más importante de la familia no estuviese ausente en la casa. John llevaba algo más de una semana molesto con aquello, con la actitud que estaba tomando su padre respecto a la familia. A penas había compartido tiempo con la recién llegada Mary y hacia visitas muy breves a su mujer. Se excusaba en el trabajo, intentado no asumir la situación como si eso fuese a cambiar algo.

En cuanto a John, se tenía que hacer cargo de que todo fuese bien con sus hermanos. Estuvo más apegado a ellos en el último año, por no decir que tuvo que enseñarles algunas cosas que deberían hacer los padres. No tenía mucho tiempo para dedicarle a sus placeres y gustos personales porque entre estudiar y cuidar a sus hermanos con suerte sacaba algo de tiempo para hacer deporte. Y eso lo veía su padre como una virtud, que su, ya no tan pequeño, hijo sabía gestionarse y organizar su tiempo al segundo.

1754-1782Donde viven las historias. Descúbrelo ahora