Nací para esto

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Ya del otro lado nos habíamos encontrado nuevamente con algo que nos impedía el paso, pero lo diferente de este era que estaba completamente hecho de ladrillos, ambos nos pusimos a mirarlo fijamente, pero yo sentía una gran incomodidad al haber ta...

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Ya del otro lado nos habíamos encontrado nuevamente con algo que nos impedía el paso, pero lo diferente de este era que estaba completamente hecho de ladrillos, ambos nos pusimos a mirarlo fijamente, pero yo sentía una gran incomodidad al haber tanto silencio, así que para romper la tensión decidí hablarle.

—Hola, qué ingenioso lo de la valla ase un rato, tienes un buen ojo, osea, ya se que eres miope y toda la cosa, pero igual fue muy ingenioso—

Él me mira durante un momento con la ceja levantada y luego se vuelve a centrar en el muro.

Que vergüenza madre mia.

—Si vas a hablar de algo al menos que sea sobre cómo atravesar esta pared— me dijo con una pequeña risita al final, la cual intentó esconder con su mano.

Bueno, no fue tan malo el comentario después de todo.

— Realmente no lo sé ¿Se te ocurre algo a ti?— Le pregunté.

—No lo sé muy bien— empieza a tocar los ladrillos— Tal vez haya un código oculto, o algo que descifrar de lo que no nos estemos dando cuenta…

—Espera… Creo que tengo una idea de lo que podemos hacer— dije animada.

Apreté mi mano con fuerza, estaba preparada para hacer lo que mejor se me daba (y se me da): golpear.

— No hagas eso, te lasti…—

El pelinegro no acabó la frase porque se dio cuenta de que ya había golpeado la pared y le había hecho un gran hueco.  Al chico se le cayeron los lentes de la sorpresa, se quedó estupefacto por un momento.

— Pe- ¿Pero qué?— preguntó mientras levantaba sus gafas.

—No dolió en lo absoluto, parece que en realidad no eran ladrillos de verdad. — dije tranquilamente, aunque tal vez si que lo eran, no lo se muy bien, solo se que he golpeado cosas mucho más duras que eso, he dedicado mucho tiempo de mi vida a entrenar mi fuerza.

Traspase la rota pared para luego voltearme y ver que el pelinegro no me seguía, estaba en el suelo dando pequeños golpecitos a los ladrillos con una mezcla de incógnita y asombro en su cara.

—Pues no parecen de mentira— Susurró.

Yo volteé los ojos con sarcasmo, para luego extender mi mano hacia él con una sonrisa amable en mi cara.

—¿Nos vamos?— Pregunté.

La cara del pelinegro se tornó roja, me miró con una repentina y extraña luz en sus ojos, dejó el ladrillo a un costado y se acomodó sus lentes.

—Si si— Me respondió avergonzado para luego aceptar mi mano.

Cuando estaba traspasando la pared, esta por alguna razón había empezado a reconstruirse por sí sola, volviendo a colocarse ladrillo por ladrillo a su anterior lugar en el muro.
Yo tiré rápidamente del brazo del chico para que atravesara de una vez la pared.

¡Monstruos contra mi! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora