Aclaración, declaración

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— ¡Ustedes dos! ¡Me pueden explicar qué mierda han hecho! — grita con lágrimas cayendo por sus mejillas

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— ¡Ustedes dos! ¡Me pueden explicar qué mierda han hecho! — grita con lágrimas cayendo por sus mejillas.

—Jusilo, ahora no es momento… — digo con un hilo de voz.

—¡No, ahora sí es momento! — Expeta. Tiene los ojos completamente rojos, una respiración rápida, su cara muestra un odio imperdonable. Pero ese tipo de odio, yo lo conozco como la palma de mi mano, ese odio que en realidad es una máscara para tapar la tristeza que siente por dentro.

—¡Tienen que sacarla! ¡No tienen ni la más pálida idea de lo que han hecho! — Dice con una voz profunda y rota, cada palabra que pronuncia las dice apretando la mandíbula.

Lo miro a los ojos con miedo, sin entender nada en lo absoluto.

—No entiendo Jusilo, explicate por favor… — Retrocedo unos pasos ya que se acerca a mi.

Lorens está mirando al rubio desconcertado, con los ojos abiertos y todavía llorosos, con unas líneas carmesí alrededor de la pupila, sus lentes casi rotos de tanta miseria que emanan sus ojos.

—Ustedes, cómo es que no entienden…—dice Jusilo con los puños apretados — la persona a la cual encerraron es mi madre, ¡¿tú piensas que mi madre haría algo como eso?!

Me quedo atónita y el pulso me tiembla, pensaba que ya todo había acabado, pero es como si mis problemas resurgieran como un submarino.

—No sabíamos que era tu madre Jusilo — salta Lorens con todavía las últimas lágrimas colgando de sus mejillas —, si hubiéramos sabido, no estaría ahora donde está…

—¡¿Cómo puede ser que no lo supieran?!... ¡¿Éramos amigos no?! Como no saben… quien es… mi mama.

Es allí cuando los tres nos quedamos callados en cuanto escuchamos pronunciar de su boca la palabra amigos.

Amigos.

—-¡Esto pasa porque nunca me escucharon! Siempre eran ustedes dos y yo aparte… ¡Cómo es que no pude haber hablado de mi familia! Seguro que no escuchas, tu nunca escuchas, nunca te das cuenta de nada, ¡no deberías ser capitana!

Jusilo está totalmente fuera de control, y yo me estoy dejando llevar, por todo lo que tengo que procesar.

No puedo enfadarme con Jusilo en este momento, simplemente me siento muy triste.

—Jusilo… ¿por qué me odias tanto? — pregunto mientras las lágrimas se desprenden de mis ojos.

Él borra por completo su cara de ira, que se transforma en una de preocupación.

—Tu deberias de saber eso mejor que nadie Eneria… me quitaste lo que más quería. — Dice mirando para otro lado, cruza los brazos.

No entiendo, intento recordar todo lo que viví con Jusilo, sobre todo cuando eramos amigos, para poder entender.

No fue mucho tiempo, me acuerdo que después de empezar en la academia militar Lorens y yo dimos nuestro mejor esfuerzo como militares. Allí es donde conocí a Jusilo, que en ese momento iba a una clase más adelantada a la mía, nos llevábamos bien, todo era perfecto, él se comportaba ni muy serio ni muy amigable, estaba siempre pegado a Lorens todo el tiempo.
Lorens era mi mejor amigo, pero también en aquel entonces el mejor amigo de Jusilo también.
Si, todo era perfecto,  era, hasta que la escuela decidió adelantarnos de curso a uno más avanzado, al curso de Jusilo, allí las cosas se empezaron a torcer. Jusilo se puso muy frío, por culpa de que gente menor que él, que llevaba más tiempo, les hubieran ascendido así de rápido. Se distanció de nosotros desde ese momento y nunca más nos habló de la misma manera.

Poco a poco pasamos de ser amigos a prácticamente enemigos.

—¿Es porque soy capitana? ¿Es por eso verdad? — Replico nerviosa.

—No es solo eso,  Dios mío, realmente no sabes nada de mí. — Su piel se pone de un rojo sangre mientras que limpia una lagrima que tiene detrás del flequillo, mostrando por momentos su hiperpigmentación en la piel. Agacha su cabeza y sale corriendo como una bala.

Nosotros intentamos seguirlo, pero la academia tiene muchos pasillos y no lo logramos ver por ninguna parte. Tengo que buscarlo y arreglar las cosas, arreglarlo todo.

—¿Dónde puede estar? — pregunta Lorens mirando a su alrededor.

Mi mente maquina y maquina, ¿en las habitaciones? No creo, si no lo hubiéramos visto subir las escaleras ¿Las clases? Están cerradas. Es entonces, entre descarte y descarte que un lugar en especifico se nos viene al mismo tiempo.

—¡La fuente! — Exclamamos al unísono Lorens y yo.

Al llegar al invernadero, vemos a un Jusilo que no he logrado apreciar nunca, hasta ahora. Un Jusilo devastado, con la cabeza hundida en sus piernas y sus manos alrededor de ellas.

Lorens y yo nos sentamos junto a él delicadamente, sin hacer mucho ruido. Por unos minutos lo único que escuchamos son sus quejas y su respiración.
Hasta que, lentamente, comienza a tranquilizarse.

—Jusilo, cuéntanos todo por favor, siempre has reservado tus sentimientos solo para ti, si te liberas podremos entenderlo y tratar de solucionarlo. Para así ayudarte, puede que ya no seamos los mismos de antes, pero igual nos duele verte de esta manera. — dice con suavidad Lorens.

Él asiente la cabeza con lentitud, luego se pone a temblar un poco, abre y cierra la boca varias veces, tiene el cuello encorvado mirando al suelo. Lorens pone su mano encima del hombro del rubio, para luego abrazarlo con un brazo.

—Es imposible… no, no puedo…— tirita.

—Solo dilo por favor, juro que no te juzgaremos, en lo absoluto, dalo por hecho. — digo apenada.

—Yo…realmente estaba enamorado de Lorens.— Suelta como una bomba hacia nosotros.

— Suelta como una bomba hacia nosotros

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¡Monstruos contra mi! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora