[17]

59 6 1
                                    

Mientras esperaba a que viniera el día del juicio, los días se volvían insoportables y las noches provocaban el insomnio. Por más que intentaba desviar mi atención hacia otra dirección, no lo lograba.

Por un breve instante cedí ante la fantasía de la mujer de las cartas, pero desperté a tiempo antes de que cometiera una terrible equivocación con una loca obsesionada y ahora solamente ignoro sus cartas.

–¿Profesor Emerson?...-levanto la mirada del libro y observo a la dueña de la voz.-¿nos acompaña a almorzar?...-otra vez esa mujer falsa y posiblemente llena de operaciones por todo el cuerpo.
–La verdad es que...-ella ladea la cabeza con expresión de obviedad por lo que posiblemente le diré y yo me detengo al instante.
–Ya sabemos que prefiere comer sólo...-como si estos días no fueran lo suficientemente fastidiosos, ahora también tengo que lidiar con alguien que cree que sabe lo que diré.
–En realidad, quería decirles que hoy me gustaría comer con todos ustedes...-en el instante en el que me levanté de la silla, vi su expresión emocionada por mi repentina decisión y sentí la necesidad de abofetearme, me di cuenta que había cometido un grave error.

Detesto como estas mujeres me miran como si fuera una especie de extraño proyecto de conquista para alguna de ellas y no un ser humano como todos los demás.

Una vez en el comedor, me doy cuenta de cuanto extrañaba el sonido de los estudiantes hablando entre ellos mientras compartían un momento de comida juntos. Es un sonido bastante agradable.

Tomo la bandeja de comida y sigo a las profesoras hacia la mesa que parece que tienen reservada para ellas. No me agrada el hecho de ser el único hombre en esa mesa.

En el instante en el que desciendo para tomar asiento, dos profesores se sientan en el enorme asientos junto al mío y traen consigo una sensación de tranquilidad. Gracias al cielo por los demás profesores.

–¡Emma!...-el grito de la mujer a mi lado me hace desviar mi atención de la comida hacia la profesora que se encuentra de pie junto a la mesa.-toma asiento...-la profesora se lo piensa unos instantes antes de tomar asiento frente a mí.
–Oigan, ¿vieron la noticia del gánster? Dicen que fue muy cerca de la ciudad roja...-dice uno de los profesores de repente y atrayendo la atención de todos.
–¿De qué gánster hablas?...-pregunta la profesora mi lado.
–¿Es el que todos los noticieros mencionaron hace dos meses atrás?...-pregunta otra profesora.
–¿Ciudad roja?...-pregunto por lo bajo y sin intención de que alguien más me escuche.
–Es el lugar donde el gobierno ubicó a todas las personas que trabajan de noche...-dice la profesora sentada frente a mí respondiendo a mi pregunta.
–¿De noche?...-le pregunto con latente confusión porque no entiendo a qué se refiere con eso.
–Las zorras...-dice el profesor a mi lado con su voz cargada de desprecio.-las malditas prostitutas que ensucian esta ciudad con su presencia...-siento un atisbo de incomodidad ante sus palabras.
–No sé por qué las desprecia tanto, si ellas nunca han hecho nada malo, solo se ganan la vida de esa forma...-aunque sus palabras son en defensa de las mujeres que viven en ese lugar, no parece estarlas defendiendo realmente.-además...-ahora no me cabe duda de que esta mujer es una víbora completa.-no todas las que viven en la ciudad roja son prostitutas, algunas mujeres nada más viven ahí por gusto, ¿no es así Emma?...-levanto la mirada lentamente de mi plato y la poso sobre la víbora que está sentada a mi lado.
–¿Tú...vives en la ciudad roja?...-pregunta uno de los profesores con latente sorpresa.
–Yo...-esa única palabra que ella pudo sacar de sus labios, cuando planeaba responder, provocó en mí una ola de rabia.
–No responda...-digo por lo bajo, pero nadie parece haber escuchado.
–¿Emma?...-dirijo la mirada hacia ella y cuando veo que tiene intención de responder a esa pregunta, golpeo la mesa con el puño para atraer la atención de todos.
–¡No responda!...-digo con voz firme y sin el más mínimo interés de controlar el tono.

Por esta clase de cosas es que evité todo tipo de acercamiento con ellos. Ya me habían dado esa sensación de que internamente estaban podridos y desesperados, pero creo que hoy lo confirmé.

–No considero nada imposible, más bien...-los ojos de la profesora se dirigen hacia la mujer a mi lado.-veo las posibilidades como probabilidades...-esa frase ya la he leído en algún lado.-profesor...-dice antes de desviar la mirada hacia el profesor a mi lado.-espero no olvide que las mujeres que viven ahí siguen siendo eso, mujeres y si usted es intolerante a eso, quizás debería trasladarse a otra ciudad...-cuando sus ojos me miran, casi creo que me mandar a la mierda, pero solo me ofrece una sonrisa antes de levantarse y retirarse.

No tardo mucho en levantarme de la mesa y seguirla por el pasillo que lleva hacia el salón donde ella da clases. Creo que lo que me impulsa a seguirla es el hecho de que es la primera que no se queda callada ante nadie ni trata de conquistarme y eso es liberador.

–¡Emma!...-ella gira su rostro en mi dirección y su mirada se llena de extrañeza.-disculpe...-digo cuando estoy frente a ella.
–¿Se disculpa por pronunciar mi nombre?...-dice antes de reír ligeramente, acto que me provoca imitarla.
–Dickens...-frunce el ceño ligeramente y me mira con latente confusión.-la frase que utilizó...-parece entender al instante a lo que me refiero y solamente asiente con la cabeza mientras mantiene una sonrisa en sus labios.-alguien que utiliza las frases de Dickens para defenderse demuestra que no tiene miedo a nada...-deja escapar el aire y de repente en su rostro se pinta una expresión presuntuosa.
–Ahora sabe con quién no debe involucrarse, profesor Emerson...-pongo los ojos en blanco y me alejo un par de pasos de ella. Por extraño que parezca, esa advertencia parece venir con otro mensaje oculto.
–¿Es mucha molestia que lo solicite que almuerce conmigo todos los días?...-eso la hace reír más fuerte.
–Haría lo que sea con tal de ver la cara furiosa de esa víbora...-ahora el que ríe soy yo porque alguien opina exactamente lo mismo que yo sobre esa mujer.-sí, me gustaría seguir almorzando con usted profesor...-cuando llegué a esta universidad, creí que las personas con las que me llevaría mejor sería con todos los profesores y no tanto con las profesoras, pero creo que me he equivocado.

La verdad es que desde que llegué a este sitio, no había podido encontrar a alguien con quien quisiera entablar una conversación normal, aparte de la mujer de las cartas, pero conocer a alguien de carne y hueso es como un respiro de aire fresco.

Mi querido profesor. ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora