CAPITULO 9.- HANNA:

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Violeta se unió a nosotras, había corrido y tenía la cara roja.
— ¿Dónde estabas? —preguntó Amber con su tono maternal.
—Déjala— respondió Summer—. No tiene que darnos explicaciones de todo solo porque es la menor.
Puse los ojos en blanco y traté de no sonreír. Pero ellas lo notaron.
— ¿Por qué estás tan feliz? —preguntó la menor con el ceño fruncido.
—Por nada, y no estoy feliz— dije cortante.
Ella resopló y miró a Summer.
— ¿Por qué lo pateaste? —Preguntó Violeta.
— ¡Porque si! — Explotó Summer— ¡El muy idiota le puso un apodo a Hanna y se encargó de que todos lo supieran! Además le tomó una foto cuando estaba sentada en la biblioteca y él.... arggggg— no terminó la frase.
Suspiré profundo.
—Hizo que mi fotografía circulara por toda la preparatoria y la envió con el apodo de "la fantasma" por eso Summer lo pateó, además, el chico estaba tratando de coquetear con ella cuando lo hizo... eso le dio puntos extras a nuestra hermana.
Violeta y Amber se miraron y rompieron a reír. Summer se unió a ellas poco después. Yo simplemente sonreí.
—Es muy importante— dije cuando sus risas se apagaron—. Que Ralph no lo sepa, él reprenderá a Summer por haber pateado a ese idiota.
— ¿Por qué habríamos de decirle?—preguntó Amber.
Suspiré.
—Bien, lo generalicé por simple cortesía. Va para ti, Violeta, no le dirás nada.
Ella me miró a los ojos y abrió mucho la boca.
— ¡Yo no soy una chismosa!—gritó.
—No, que va, y tampoco eres berrinchuda ni caprichosa.
Ella se puso roja por la ira y miró a la calle.
La camioneta de Ralph dio la vuelta y se estacionó frente a nosotras.
Violeta se subió al frente y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Cinturones— dijo Ralph cuando todas estuvimos arriba.
Miré hacia la ventana y dejé que mis pensamientos se perdieran.
— ¿Cómo les fue? ¿Qué tal la escuela? —preguntó al fin.
Me encogí de hombros.
Violeta tomó aire y miró por la ventana. Summer rehuyó su mirada.
—Bien— dijo Amber—. Es decir, mejor que bien. Me dejaron tocar el piano frente a toda la clase y me aplaudieron, además...—se interrumpió y mordió su labio.
— ¿Además que? —indagó Ralph.
—Me ofrecieron clases de violín. Hablé con la maestra, ella dice que puedo venir por la tarde a ensayar, solo los lunes y los miércoles— la voz de Amber iba en aumento, estaba emocionada—. Y me dará nuevas partituras para el piano, y también me enseñara al violín ¿Ya había dicho eso? Y ella dijo que yo tenía talento...
—No irás— la interrumpió Ralph.
El brillo en los ojos de Amber se fue.
— ¿Y por qué no? —repliqué.
—No te metas, Hanna— pidió nuestro mentor.
—Claro que sí, lo haré. ¿Por qué Amber no puede ir a sus clases?
Me estaba enfadando.
—Porque ella, y ustedes deben quedarse en casa y prepararse para la llegada del invierno.
—El invierno está muy lejos, además, la única que debe prepararse para el cambio, debo ser yo. No las puedes castigar por eso.
—No es un castigo, es una precaución.
— ¡Un cuerno con tus precauciones!
— ¡Hanna! gritó.
— ¡¿Que?! —grité yo también.
—Es suficiente, no hagas esto frente a tus hermanas.
Fruncí el ceño.
—Déjala ir a sus clases —pidió Summer.
Ralph negó con la cabeza. Yo sabía cómo terminaría esto, él no daría brazo a torcer.
El silencio reinó por unos minutos.
— ¿Es por las sombras? —pregunté.
Me lanzó una mirada de advertencia por el retrovisor.
—No ha habido sombras desde hace más de cien años.
— ¿Y si volvieron? Porque tampoco estaba cambio de viejas a nuevas estaciones desde hace más de cien años— repliqué.
Violeta subió las piernas al asiento y las abrazó. Amber se pegó a Summer buscando protección. A nadie le gustaban las sombras, pero no hablar de ellas, no cambiaría nada.
—Eso no importa. Si llegara a haber sombras, que no hay, también habría guardianes, ellos las mantendrían a salvo.
Resoplé.
—Sí, claro. Igual que a mamá.
— ¡Es suficiente! —Gritó Ralph—. Te prohíbo que vuelvas a hablar de las sombras frente a tus hermanas. Las asustas.
—Imbécil— murmuré y miré por la ventana.
Más silencio.
Violeta suspiró profundo, e inmediatamente supe lo que sucedería.
— ¡No te atrevas! —amenacé, pero ya era muy tarde.
— ¡Summer pateó a un chico en la escuela! —gritó.
Era típico de ella, quien siempre estaba buscando la aprobación de Ralph, aun por encima de la lealtad que nos debía. Nuestro mentor frunció el ceño.
— ¿Qué es lo que pasa con ustedes? ¿Acaso las tres están absorbiendo la personalidad de Hanna? —nos reprendió.
Nadie más habló. Y eso fue todo lo que Ralph tuvo que decirnos, no se exaltó más de lo que ya estaba, y no hizo que fuera algo personal con Summer.

Llegamos a casa y me bajé rápido de la camioneta.
Corrí hasta mi habitación y me tumbé en la cama con mis libros. Aquellos que no traicionaban, que sus páginas estaban llenos de lealtad hacia mí, ellos no me dejaban pelear sola con el mundo. Gracias a los libros es que podía sobrevivir cada día en el mundo real. Y me gustaba leer aquellos que me hablaban de cosas tan imposibles, como para que mi vida diaria pareciera algo simple.
Aunque hoy en la escuela, después de lo del idiota de Gabriel no me sentí tan sola.
Cuando el profesor me corrió, me quedé afuera, sentada en el suelo y de pronto ese chico salió del salón.
Alto, delgado, cabello castaño y revuelto, sus ojos, unos extraños ojos ocultos por anteojos con mucho aumento. Uno de su iris era azul y el otro verde.
Me sonrió y se sentó frente a mí, del otro lado del pasillo.
—Hola— dijo. Asentí en su dirección—. Soy Dominik.
—Hanna— dije cortante.
—Lo sé— su sonrisa se hizo más amplia —. Te gusta la historia —dijo, no era una pregunta.
Asentí.
—Me gustan los libros—respondí.
Se puso de pie rápidamente.
—Ven conmigo— pidió extendiendo la mano.
Lo miré con desconfianza. Él rompió a reír.
— ¡Por favor! Estamos en el colegio, no puedo hacerte nada aquí, aunque tampoco sería capaz de hacerlo.
Con eso bastaba. Me puse de pie y lo seguí.  El chico me mostró la biblioteca. No era muy grande, por lo menos estaba bien abastecida.
Nos sentamos en una de las mesas con bancos rechinantes y cada quien se perdió en su lectura.
Al fin, Dominik suspiró e inicio una conversación sobre los templarios, los cataros, la inquisición, Maraclea... Tenía mucha información.
Nunca había conocido a alguien que me siguiera el ritmo en una conversación, hasta Dominik.
Él era agradable, y no era feo, además me agradaban sus pláticas.
Al final de la clase, me dio su número telefónico: "Para hablar más tarde" dijo él.
Tomé su número telefónico y ya. Fue un buen día gracias a él, y bueno, además de los libros, solo con Dominik me entendía bien.

No había alboroto en la parte de abajo. Lo que significaba que Summer no estaba, que Amber estaba cocinando o tal vez en su recamara y que Ralph había salido.
Y estaba muy molesta con Violeta que ni siquiera me pregunté lo que estaría haciendo.











Corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora