Hanna trajo a su nuevo amigo a la casa. A simple vista, Dominik parecía una persona normal, quiso retarme a jugar y me dejó ganar, sabía lo suficiente de video juegos como para llamar mi atención. Lo llené de preguntas sobre distintos juegos, él se sabía las claves de algunos de memoria y lo obligué a escribirlas en un papel para poder usarlas más tarde.
El chico me caía bien.
Él y Hanna llegaron a casa justo cuando Ralph estaba saliendo. Summer y yo lo entretuvimos todo el tiempo que nos fue posible, pero comenzó a sospechar que algo no estaba bien, así que se puso a buscar a las dos hermanas faltantes por la casa y los alrededores. Hasta que regresó hecho una furia y nos obligó a decirle la verdad.
Así que en la puerta se encontró con Hanna y Dominik y después de barrer al chico con la mirada, intercambió una ronda de gritos con la mayor.
Ninguno de los dos cedería, ya que el carácter de ambos era similar.
El reloj anunció la hora. Ya habían pasado veinte minutos desde que Ralph se fue.
Hanna se paseaba por toda la habitación, sus pasos sonaban por todo el lugar. Se veía muy molesta, tanto que ni siquiera Summer se atrevió a hablarle.
Cuando Dominik la invitó a sentarse con nosotros, ella lo fulminó con la mirada y el chico no volvió a sugerirle nada.
Miré hacia la puerta como por milésima vez.
— ¿Creen que será muy duro con Amber? —pregunté mordiendo mi labio.
—Es su padre, no puede ser tan duro con ustedes— respondió Dominik.
Hanna bufó.
—Ese señor no es nuestro padre, es un tutor legal, simple y sencillamente— dijo sin dejar de pasearse.
Summer la miró con reproche.
—Amber estará bien. Si hay alguien que puede hacer entrar en razón a las personas, incluso a Ralph, es ella— dijo.
— ¿Por qué tienes que ser tan positiva? —replicó Hanna.
— ¿Por qué tu tan negativa? —respondió el verano.
Una pelea estaba por comenzar. Miré a la puerta de nuevo.
Ralph no debía tardar tanto. ¿Qué ocurriría si peleaban? ¡Y frente a un extraño! ¿Qué pasaba si hacían algo raro en presencia de Dominik? ¿Que si él se asustaba y ya no volvía?
—Será mejor que te vayas— le dije al chico.
Él asintió y se puso de pie. Había estado sentado en el piso junto a mí.
Me agradaba y mucho. Era alguien que comprendía mi gusto por los juegos, pero antes que eso, antes que yo, estaban las estaciones. Y bueno, si Hanna se salía de control como el otro día ¿Que explicación le daríamos?
Dominik abrió la puerta y mis hermanas dejaron de discutir cuando esta rechinó.
Ambas suspiraron de alivio cuando vieron que no era Ralph entrando, si no Dominik saliendo.
— ¿A dónde vas? —preguntó Hanna.
—Es una pelea familiar. Yo no tengo nada que hacer aquí— explicó—. Ustedes son las mayores y solo Violeta fue capaz de ver el hecho de que yo tenía que irme. —Chasqueó la lengua—. Debería darles vergüenza —dijo.
El hecho de que Hanna soltara una ligera risa, fue lo que advirtió que el chico estaba bromeando.
¡Al fin! ¡Alguien que comprendía el sentido del humor de Hanna!
—Quédate— pidió Summer—. Por favor. Tanto Ralph como Hanna se contendrán si hay un extraño en la casa— explicó.
Mi hermana mayor puso los ojos en blanco, se cruzó de brazos y reanudó su marcha por la sala.
Pasó un largo rato de silencio y todos volvieron a sus lugares. Summer y Dominik sentados en el suelo jugaban a las cartas. Mi madre nos enseñó a hacerlo, y a darnos cuenta de cómo alguien más hacia trampa, también nos mostró como hacerla. En más de una ocasión le quitábamos el dinero de esta manera a los residentes de la posada en la que vivíamos.
Summer le estaba poniendo una paliza a Dominik, gracias a Dios que no apostaron nada, o si no el chico tendría que volver a casa caminando.
Suspiré pesadamente y miré el reloj de nuevo.
— ¿Por qué no estás jugando? —preguntó Hanna.
Me costó unos momentos saber que se dirigía a mí.
Fruncí el ceño.
—La maestra me quitó mi juego— me quejé.
— ¿Qué maestra?
—La de arte, es que no quería dibujar lo que ella dijo... y bueno, me puse a jugar, y me lo quitó— respondí.
—No tenía qué hacerlo— dijo Hanna—.Ahora por no estar jugando te volviste a morder las uñas— fastidió.
Escondí las manos bajo mis piernas.
— ¡No es cierto!
Ella medio sonrió.
—Es cierto. El juego te ayudaba a controlar la ansiedad que te provoca el estar quieta— explicó—. Además, mamá te lo regalo. Esa bruja no tenía qué quitártelo.
—Pues lo hizo— respondí.
La puerta de entrada se abrió sin darle tiempo a Hanna de responder.
Amber y Ralph llegaron. Mucho más tarde de lo que esperábamos, y ambos se veían tranquilos. Mi hermana no daba señales de haber llorado, y nuestro mentor ya no estaba enfadado.
Summer tenía razón, Amber podía hacer entrar en razón a cualquiera.
Ralph respiró profundo y nos miró a todas antes de hablar.
—No habrá regaños, tampoco castigos— aclaró—. Y Amber puede ir a sus clases de violín, siempre y cuando tengan cuidado y me prometan reanudar sus entrenamientos— dijo.
Fue entonces cuando vio a Dominik. Ralph frunció el ceño.
—Yo ya me iba, señor— dijo el chico y se dispuso a salir.
—No, está bien. No tengo problema en que te quedes, de hecho me gustaría hablar contigo— declaró.
Dominik asintió, y siguió a Ralph a la cocina, donde se encerraron.
Hanna se pasó las manos por el cabello.
— ¡Con un demonio!—gritó y se puso a lanzar un montón de palabrotas.
Después de unos minutos, se calmó y se sentó junto a nosotras tres.
Amber nos contó que se encontró con Ralph en la entrada de la escuela. Algo la tenía asustada, pude notarlo, pero no quiso hablar de eso.
En fin, Amber olvidó unas cosas en el salón de clases, y la maestra la alcanzó para devolvérselas, fue ahí cuando se encontró con Ralph.
Ambos hablaron y quedaron en que no había nada malo con que ella fuese a la escuela más tarde y al parecer a Ralph le agradó la mujer, ya que accedió a que Amber fuera a sus clases.
Una vez que se marcharon, en el auto él le dijo que estaba muy decepcionado porque le habíamos mentido. Y ella respondió que lo lamentaba, pero que era necesario.
Así era Amber, no nos delataría. Ella ni siquiera sabía de nuestro plan, así que también se había echado la culpa, las cuatro por partes iguales.
El reloj marcó las seis y media de la tarde. Dominik y nuestro mentor llevaban media hora hablando. Unos minutos después, la puerta de la cocina se abrió y ambos salieron.
Dominik se estaba despidiendo de Ralph con un apretón de mano. Y al parecer se hicieron una broma o algo así, porque los dos reían.
Hanna se apresuró a tomar a Dominik por el brazo y arrastrarlo con ella afuera.
— ¿Qué pasó? —le pregunté a papá.
—La curiosidad mató al gato— respondió.
—Pero murió sabiendo— contraataqué.
Él se limitó a sonreír.
Hanna entró a la casa sin el chico. No se veía molesta, incluso intercambió un gesto cálido con Ralph.
—Gracias— dijo mi hermana y parecía sincera.
Nuestro mentor negó con la cabeza.
—Parece un buen chico.
Hanna se encogió de hombros. Ella se alejó y comenzó a subir las escaleras con Amber y Summer siguiéndola. Querían detalles de la conversación con Dominik. Detalles que yo sabía que Hanna no daría, por mucho que la presionara.
— ¿Sabes? —le dije a Ralph. Mis hermanas se detuvieron a escuchar—. Hoy en la escuela me quitaron mi juego... —dije y me mordí el labio.
—No tientes a la suerte— murmuró.
Bajé la mirada al suelo.
—Pero fue mamá quien se lo regaló— replicó Hanna.
— ¿No puedes quedarte fuera de las conversaciones nunca? —dijo molesto.
—No si es una injusticia lo que cometes.
Nuestro mentor se limitó a salir de la casa.
Al subir las escaleras pasé junto a mis hermanas con la cabeza baja.
Hanna se fue a su habitación un tanto molesta, y mis otras dos hermanas se dedicaron a sus labores. Me senté sobre un escalón abrazando mis rodillas.
—Violeta— me llamó Hanna. Giré la cabeza para verla—. Vamos a recuperar tu estúpido juego— dijo y subió las escaleras a su cuarto.
ESTÁS LEYENDO
Corazón de hielo
FantasyHabía una vez cuatro hermanas ellas vieron que al mundo le hacía falta algo. Antes, según la leyenda, el mundo se dividía en partes y en cada parte haría una estación. Las cuatro hermanas sintieron que estas estaciones deberían ser compartidas, que...