— ¿Qué tan patético es que tu hermana menor reciba un primer beso antes que tú? —preguntó Summer.
Violeta se encogió de hombros. Las tres estábamos junto a la ventana que colindaba con la puerta. Las tres esperando la llegada de Amber y escuchando la conversación, viendo el beso y las cosas cursis.
—Yo he tenido besos—dije.
— ¿A si? —Inquirió Summer— ¿Y con quién?
Me encogí de hombros.
—Con chicos, ya sabes.
—No, no sé… Mentirosa— me acusó y estrechó sus ojos contra mí.
—De seguro fue con Andy el drogadicto— se burló Violeta.
Ella se refería a la época en la que vivíamos en la posada con mamá, la que estaba llena de vagos y gente que lo había perdido todo y decidió también perderse a sí misma en un sitio así, con drogas y alcohol.
—Sí, o con Jerry el vagabundo— siguió Summer.
—Muy graciosas— resoplé.
Pero tenían razón, yo nunca había besado a ningún chico, solo que ellas no necesitaban saberlo, además, Summer tenía razón, era realmente patético que tú hermana menor lo recibiera antes que tú.
Silver se acercó a nosotras y empezó a lloriquear mientras lamia la mano de Violeta, ella le acarició la cabeza y este dejó de llorar.
Ralph estaba sentado en el sofá, frente a la televisión y con los brazos cruzados sobre el pecho. Se veía algo molesto.
—Él está celoso— me susurró Summer cuando vio a donde dirigí la mirada—. Creo que en realidad nos quiere como si de un padre se tratara ¿Sabes? Se puso igual el día que le presentaste a Dominik ¿Lo recuerdas? —preguntó.
Asentí al recordarlo.
—También cuando Gabriel se presentó con él— dije.
Las tres reímos por el comportamiento de Ralph. Él ni siquiera le estaba prestando atención a la programación, ya que la televisión exhibía un documental sobre morsas.
Y luego miré por la ventana de nuevo. Thomas le estaba diciendo a Amber que ya nos había visto y que los estábamos espiando.
Ellos se despidieron tontamente, incluso el chico se tropezó al llegar a su auto.
Amber abrió la puerta y las tres nos apartamos para dejarla entrar. Ella sonrió tímidamente, el rubor subiendo por su cara.
— ¡Quiero saber toooodooo! —exclamó Violeta.
— ¿Saben quién no quiere saberlo? —interrumpió Ralph.
Las cuatro lo miramos por su brusco tono.
—Yo, yo no quiero saberlo— dijo y se puso de pie—. Me voy a dormir.
Subió las escaleras y luego se escuchó la puerta de su cuarto al cerrarse. Al parecer solo estaba esperando que Amber regresara a casa sana y salva.
Las cuatro reímos y juntas anduvimos hasta mi habitación para poder hablar con libertad de todo.
Amber, que se sentó en la orilla de la cama, nos contó del viaje hasta la ciudad, del restaurante que parecía un barco, de cómo estaba decorado como un cuento de hadas y que escuchó maravillosa música y que bailó y todas esas cosas típicas de una cita.
Y al final llegó su primer beso.
Las cuatro soltamos un chillido de alegría ante esto. Amber se ruborizó tanto que creí que su cara explotaría.
Estuvimos hablando sobre cosas hasta que el reloj de mi habitación marcó las dos de la mañana.
Corrí a mis hermanas a sus respectivas habitaciones, ellas me desearon buenas noches y se marcharon. Silver se quedó conmigo, acomodándose sobre mis pies para dormir.
Dejé caer la cabeza sobre la almohada y me sumergí en el mundo de los sueños.
Aún era tarde, lo sabía porque las luces de la mañana todavía no entraban en mi habitación. Silver estaba de pie frente a la puerta, gruñéndole a la nada, su pelo estaba erizado y enseñaba los colmillos.
— ¿Qué pasa? —pregunté en voz alta. Aun me sentía un poco adormilada.
El perro siguió gruñendo a la nada.
Me levanté de la cama para acercarme a él, pero algo me detuvo. Un escalofrió subiendo por mi espalda. No sé cuánto tiempo me quede así, petrificada de miedo, hasta que Silver dejó de agredir a lo que fuera y se acercó a mí, para lamer mi mano y hacerme reaccionar.
Volví a la cama y él se acostó de nuevo sobre mis pies.
Solo fue un sueño, solo fue un sueño. Me obligué a repetir esto hasta quedarme dormida.
Por la mañana, me dolía la cabeza, tenía esa sensación en la que ves los bordes de todo como borrosos, era como si estuviera dormida aun, pero algo en mi gritaba que estaba despierta que debía terminar el día.
Respiré profundo y bajé de la camioneta de Ralph. Las cuatro juntas caminando hacia la entrada del colegio.
Los colores subieron a la cara de Amber cuando Thomas la saludó a lo lejos. Ella no respondió el saludo, si no que desvió la vista y siguió caminando.
— L'amour, l'amour est fou... —canturreó Summer.
Reí ante su patético francés, ella estaba aprendiendo algunas frases en ese idioma para representar su obra de teatro.
Violeta no entendió, así que solo frunció el ceño.
—El amor, el amor, insensato es el amor— traduje para mis hermanitas.
— ¡Basta! —chilló Amber y anduvo a paso rápido.
Mis hermanas se adelantaron mientras yo me divertía a costa de Amber. Alguien me tomó del brazo y me arrastró con él. Estábamos a un lado del edificio, donde no había nadie.
— ¿Qué demonios te pasa? — espeté al chico.
— ¿Estas feliz ahora? —Respondió, se veía molesto, triste y preocupado al mismo tiempo— ¡Ella está inconsciente! ¡No despierta! Y todo será por tu culpa, por tus malditas pruebas.
No comprendí nada de lo que dijo, pero cuando sus ojos empezaron a derramar lágrimas solo pude envolverlo en un abrazo en el que al fin se dejó romper por completo.
Nunca, en el tiempo que llevaba de conocerlo, había pensado en verlo llorar, y mucho menos de este modo.
Gabriel, el chico que parecía fuerte, valiente, decidido y hasta cierto punto petulante. Él estaba llorando, conmigo.
— ¿Qué pasó? —pregunté una vez que él se calmó.
Pude sentir como el chico se tensó, segundos después se apartó de mí con un movimiento rápido y brusco. Limpió sus ojos y no fue hasta que estuvo controlado por completo que se dignó a mirarme.
—Melinda— respondió por fin—. Ella es lo que pasa.
— ¿Y por qué se supone que es mi culpa?
Gabriel se recargó sobre la pared y se deslizó en ella hasta quedar en el suelo, se llevó las manos a la cabeza y se meció un par de veces.
Me quedé de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho.
El chico estaba roto, completamente destrozado, solo que siempre lo ocultaba tras esa capa de cinismo y superioridad, pero ahora…. Esta era su forma verdadera, la del niño completamente aterrorizado, aquel que le hacía frente a las sombras ahora estaba en una crisis.
—Ella— murmuró—. Ella tenía prohibido bajar al sótano, tú lo sabes ¡Con un demonio! ¡Yo lo sabía!
—No grites— dije entre dientes.
Él asintió, como si realmente comprendiera que cualquier profesor podía llegar a donde estábamos si él seguía haciendo ruido.
—Pensé… era tarde, estaba tratando de hacer que la sombra cambiara a su otra forma, esa cosa estaba en su límite, yo podía sentirlo… Me sentía cansado y me fui del lugar, subí a mi habitación, se supone que dormiría unos minutos—. Gabriel tomó una respiración profunda, sus ojos brillando de nuevo con las lágrimas—. Un grito de mi madre fue lo que me despertó, llegué al sótano lo más rápido que pude, pero ya era tarde. La sombra solo podía ser liberada por un guardián, y Melinda es uno, tal vez no uno entrenado, pero sigue siéndolo. Yo había dejado la puerta abierta, mi hermana bajó, Melinda sentía curiosidad, yo lo sabía y aun así dejé la puerta abierta… ¿Qué daño podía hacer? Mi hermana liberó a esa cosa, pero… la oscuridad no agradece, no hace nada más que daño. No sé cuánto tiempo pasó, no sé cuánto tiempo estuvo sola con la sombra, pero cuando mi madre sintió la ausencia de mi hermana comenzó a buscarla, cuando la encontró en el sótano, gritó tan fuerte que me despertó. Evan no estaba, no sé dónde demonios se había metido. No sé qué pasó durante ese lapso, pero la sombra se tomó su tiempo. Parece que… Ella fue torturada, no despierta. Lo peor es que sus ojos siguen abiertos, solo no hay nada en ellos, es como si no estuviera con nosotros— Gabriel finalizó con voz entrecortada.
Seguí su ejemplo y me dejé caer sobre el suelo.
Mi boca se abrió en varias ocasiones, pero de esta no salió nada, no había palabras para describir como me sentía. Esa chica, de la edad de Violeta y Amber, ella era prácticamente una niña. Tan feliz y carismática.
—Lo siento— dije al fin.
No me importaba el hecho de que la sombra estuviera libre de nuevo, después de todo, había más de ellas en el mundo. Tampoco me importó el hecho de que no tuviéramos más pruebas. Lo único que importaba ahora, era Melinda.
Porque si algo así le sucedía a alguna de mis hermanas… yo no podría vivir con eso.
Gabriel se culpaba a si mismo por lo que le sucedió a Mel. Él pensaba que era su culpa.
— ¿Tu padre ya volvió? —pregunté. Él negó con la cabeza— ¿Tu madre está en casa?
—No se separa de ella.
—Levántate— ordené.
— ¿Para qué? No tiene sentido… todo lo que he hecho hasta ahora, tanto encubrir a Evan con sus maltratos como soportar toda la responsabilidad de los guardianes, ha sido por ella, para que pueda tener una vida normal… y ya no quiero hacer nada.
—Que te levantes— dije seriamente.
— ¿Y para qué? —repitió un tanto histérico, aun así se levantó.
—Ve por tu auto. Voy a buscar a Violeta, te veré en el estacionamiento en diez minutos.
— ¿Y eso como para qué? —respondió.
Sonreí para él.
—La primavera da nuevas oportunidades— me limité a responder.
Gabriel asintió enérgicamente y se fue corriendo a buscar su auto.
Solo pude respirar profundo, si Violeta estaba involucrada, de seguro Ralph se enteraría y me mataría, pero valía la pena si Melinda volvía a estar bien.
Corrí lo más rápido que pude y entré al aula de historia para los de primer curso. Miré por la pequeña ventana.
Amber ponía atención y tomaba notas en su cuaderno. Violeta estaba recargada sobre su mano, su cabeza cayendo a un lado y sus ojos cerrándose.
Negué con la cabeza y toqué la puerta dos veces.
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Corazón de hielo
FantasyHabía una vez cuatro hermanas ellas vieron que al mundo le hacía falta algo. Antes, según la leyenda, el mundo se dividía en partes y en cada parte haría una estación. Las cuatro hermanas sintieron que estas estaciones deberían ser compartidas, que...