CAPITULO 48.- HANNA:

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Lo extrañaba. Lo anhelaba tanto, que incluso dolía respirar.
No se lo diría en la cara, tampoco lo admitiría, ni siquiera por escrito. Pero cada vez que pensaba en él, sentía que algo faltaba. Solo que no podía hacerle esto, era demasiado para él ¿Qué si salía herido? ¿O muerto? Eso sería demasiado para mí.
Hoy era el último día de clases. Terminó de hablar el profesor de matemáticas y salí del aula.
— ¡Hanna! ¡Espera! —gritó alguien.
Me giré para verlo. Era un chico de la clase. Dimitri se llamaba.
— ¿Ahora qué pasa? —pregunté.
No me gustaba el nombre de Dimitri, ya que se parecía demasiado al de Dominik.
“Ridícula” señaló mi subconsciente” Solo se parecen en el número de letras y en la inicial”
—Me preguntaba... ¿Irás a la obra de hoy por la noche?
—No— gruñí.
—Bien,  nosotros tampoco iremos, y pensamos que sería una buena idea invitarte al festival del fin de verano que se celebra en el pueblo. Es lo único interesante que pasa en este lugar.
Sonreí un poco.
—De acuerdo— dije— ¿Qué fue exactamente lo que hablaste con Summer?
Dimitri alzó ambas cejas en señal de sorpresa.
—Eres lista— admitió—. Ella me pidió que te invitara, para que no estuvieras sola.
—Iré, pero no prometo divertirme.
Dimitri sonrió.
—De acuerdo, te veremos en la plaza a las ¿Seis?
Asentí y le di la espalda. Summer estaba loca si creía que me iba a divertir rodeada de cretinos como él. Por lo menos no me quedaría sola en casa a sumirme en mi propia miseria.
Me coloqué los audífonos cuando subí al autobús, solo para ignorar a todo el mundo, saqué el libro que había dejado pendiente y continúe con la lectura, sin que ninguna de las palabras quedara en mi cabeza. Había demasiadas cosas en las cuales pensar.
Solo quedaba el paso del otoño y yo tendría que irme.
Ralph ya me lo había explicado. Dijo que todo estaba en la leyenda.
“El mundo se dividía en partes, y en cada parte hacia una estación” Funcionaba exactamente igual. Había lugares que no estaban habitados por personas, lugares fuera de este mundo. Me resultó más fácil pensar en ello como una dimensión alternativa o algo así, ese era el sitio, el lugar del invierno eterno donde yo tenía que ir.
Y, según Ralph, no había ningún registro de que alguna estación volviera a verse en este mundo, así que esa sería la despedida definitiva. No volvería a ver a Ralph, a mis hermanas… no volvería a ver a Dominik.
Bajé del autobús y caminé a casa, sin prestar atención a la música ni a nada más. La casa estaba completamente vacía. Summer estaba preparándose para su obra. Ralph estaba con ella… y no tenía ni idea de donde tenían planeado estar Amber y Violeta… esperaba que todo estuviera bien y no se metieran en problemas.
Lancé mis cosas a la cama, recogí alguna ropa y entré al baño para disfrutar de una larga y relajante ducha, para después verme con los imbéciles de mi salón en la plaza. Solo sería un momento, y así Summer ya no tendría que llamarme amargada ni antisocial.
Salí y me cambié con el pantalón negro y parchado, una camiseta del mismo color y decidí cargar con la chaqueta en la mochila solo por si hacía frío más tarde.
Miré el reloj y me di cuenta de que faltaba algo de tiempo para que dieran las seis de la tarde.
¿No sería demasiado acosador si miraba el Facebook de Dominik? Sería un vistazo, además, hacía mucho tiempo que no entraba al mío tampoco… No es que fuera admiradora de esas cosas solo... ¡A la mierda! ¿A quién quería engañar?
Abrí la computadora y muy lentamente me enlacé en la página, ya que el pueblo no era exactamente famoso por su internet rápido.
Empecé a mirar sus publicaciones, todas eran viejas, lo que me indicaba que yo no era la única que tenía mucho tiempo desconectada con el mundo virtual.
Una pequeña frase llamó mi atención:
“No te culpo por mi gran melancolía, yo fui en suicida que quiso quererte aun sabiendo que tú no querías, pero no te culpo, esa es una de mis muertes preferidas”

Los ojos se me llenaron de lágrimas, cerré la computadora con un golpe seco. Yo no tenía permiso de llorar, no otra vez, y no por él.
Alimenté a Silver y me alejé de la casa a paso firme, sin mirar atrás, ya que el gastar una mirada en la casa me haría arrepentirme de ir a ese lugar.
En la plaza del pueblo ya estaban los chicos del grupo de Dimitri, los reconocí inmediatamente, ellos, que siempre coqueteaban con Summer y ponían todas las cosas a sus pies. Me saludaron como si me conocieran de toda la vida, como si siempre hubiésemos sido amigos. No me agradó en lo absoluto.
Aunque la tarde y parte de la noche tenían aires de apestar, tenía que admitir por lo menos que el festival lucía realmente asombroso, las personas se esmeraron en el decorado y las hojas entre verdes y amarillas de los arboles le daban a todo un toque mágico. Y añadiendo las luces que colgaban… bueno, parecía fantástico. No había rastro del pueblo aburrido de siempre, ya que los vendedores de comida y personas ofreciendo sus juegos se llevaban el clásico silencio. Y colina arriba el sol se estaba metiendo.
Caminé junto con el grupo de chicos por el lugar, solo que no me sentía cómoda, había algo que no me dejaba estar bien en su compañía. Dimitri trataba de incluirme en sus conversaciones de vez en cuando, pero nada funcionó, quería irme a casa y sentirme miserable el resto del día.
Levanté la cabeza para dejar de ver mis pies y fue cuando lo miré. Él me miraba de vuelta, sus facciones cambiando de la sorpresa a la confusión. No lo había vuelto a ver desde aquel día en la biblioteca.
Me quedé quieta y el grupo siguió avanzando.
Desvié la vista antes de que Dominik decidiera ignorarme primero y corrí en la dirección contraria a él. Me alejé unos cuantos metros para perderme entre la multitud.
Me dejé caer sobre una banca de madera que estaba detrás de todo el alboroto, a pesar de estar completamente rodeada de personas, se sentía sola, perdida y desesperada. Igual que yo.
¿Cómo podían las estaciones anteriores cargar con toda esta mierda? Solo me imaginé a alguien que pudiera ayudarme con eso, y ese alguien ya no estaba. Extrañaba a Sophie más que antes. Desearía que llegara, se sentara a mi lado y con un abrazo me hiciera sentir que todo estaría bien.
Así de simple.
Pero mamá no estaba, y tampoco podía liberarme de todo esto tan fácil. No todo era tan simple como si pudiera ponerme a llorar para sacar todos esos sentimientos reprimidos.
Recargué los codos sobre mis piernas y miré el asfalto, solo para tratar de fugarme de todo el desastre del festival.
— ¿Puedo sentarme? —preguntaron.
Mi cuerpo se tensó de inmediato. Me incorporé rápidamente, para encontrarme con esos ojos bicolores que se escondían detrás de unas gafas gruesas.
Asentí sin poder encontrar mi voz.
Dominik se sentó a mi lado. Lo miré sin poder dar crédito a lo que estaba pasando.
Él soltó una risa, un tanto nerviosa pero…
—Podemos hablar de todas las cosas y decirnos algo que posiblemente nos lastimará. O, podríamos dejar de comportarnos como idiotas, al ver quien hiere más al otro, y simplemente actuar como si nada hubiera ocurrido— dijo por fin.
Y así de simple, fue como si todas las piezas que estaban dispersas encajaran de nuevo.
—Hanna Farmiga— dije—. Mucho gusto.
Dominik puso los ojos en blanco.
—No tan al principio, solo cuando empezamos a hacer daño.
—Estás hablando como…
— ¿Un idiota? —interrumpió.
Negué con la cabeza.
—Como se supone que debe ser— respondí.
—Estoy bien con eso.
—También yo.
—Estás triste— comentó.
No tenía caso negarlo, así que no dije nada.
No supe en que momento fue en que comenzamos a caminar y jugar a las cosas estúpidas que hacen los pueblerinos en este tipo de festivales. De cierto modo, dejaron de ser estúpidas y se convirtieron en divertidas.
Hablamos de todo, absolutamente de todo lo que hicimos el uno sin el otro. Le hablé de como Summer y Gabriel estaban juntos ahora, a lo que él respondió con un ceño fruncido, pero no hizo nada más.
Le conté todo, excepto aquello que tanto quería decirle. Por lo que había tomado la decisión de sacarlo de mi vida.
—Tengo algo importante que decirte. Debes prometer que de verdad creerás que todo es en serio, que no me estoy burlando de ti con cada explicación que dé. Porque si lo haces, dejaré de decir la verdad ¿De acuerdo?
Dominik se rascó la ceja derecha.
— ¿De nuevo con los misterios?
—Ya no más.
—Bien, lo prometo— aseguró.
Tomé una respiración profunda antes de continuar.
—Existe una leyenda, dicta que… —no pude continuar.
— ¿Estás bien? —preguntó.
Las piernas me fallaron y no pude seguir de pie. Si no fuera por Dom, habría acabado con la cara contra el suelo.
Un horrible dolor se había instalado en mi pecho y se propagaba rápidamente por todo el cuerpo. Las punzadas en la cabeza iban en aumento, había mareos y esa sensación de que vomitarás en cualquier momento.
— ¡Hanna! —él estaba frente a mí, sosteniendo mi cara con ambas manos.
¿Cuánto tiempo tenia llamándome por mí nombre? ¿Por qué estaba gritando? ¿Por qué sonaba tan lejano? ¿Cuándo habían empezado a girar todas las cosas?
No pude ahogar un grito cuando el dolor se volvió más fuerte.
—A casa… llévame a…— no podía terminar las frases.
Dominik asintió. Me llevó en brazos hasta su auto.
Supe que me depositó en el asiento porque ya no escuchaba su corazón palpitar contra mi oído.
—Quédate aquí, por favor, no te desmayes, no te vayas. Quédate conmigo— Dominik murmuraba una y otra vez.
—Lo prometo— susurré, pero no estuve segura si me escuchó.
No supe en que momento fue que llegamos a casa, él me bajó del auto, y pronto estuve en los brazos de otra persona.
— ¿Qué está pasando? —gritaba una voz diferente a la de Dominik.
Me costó algo de trabajo enfocar a Thomas. A su lado había alguien sumamente parecido a él, también parecía preocupado.
— ¿Puedo hacer algo? —preguntó Dominik.
—Todo estará bien, es hora de que se vayan— aseguró Ralph.
Dom asintió, sin quitarme los ojos de encima. Después se dio la vuelta y puso una mano en el hombro de Thomas.
—Vámonos, estoy seguro de que si fuera algo grave, ya lo sabríamos— consoló al chico.
Thomas le dio una mirada de incredulidad, aun así se fueron de la casa.
Ralph abrió la puerta. Pude ver que en la estancia estaba Gabriel. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué estaba ese imbécil en la casa? ¿Por qué Gabriel si y Dominik no?
La respuesta era sencilla: Gabriel es un guardián, Dominik un simple mortal.
Ralph me depositó en uno de los sillones de la sala. Ahí estaban Violeta y Summer. La primera abrazando sus piernas y meciéndose sobre sí misma. Y la segunda con la mirada perdida en algún punto de la habitación.
— ¿Qué está pasando? —Pregunté— ¿Dónde está Amber?
El pánico subiendo por mi pecho, el sentimiento echando abajo todo el dolor físico.
—Arriba— susurró Summer.
No me percaté de que Ralph ya no estaba con nosotras, quien nos vigilaba era Gabriel.
Me puse de pie tambaleándome para ir a ver a mi hermana, ella estaba bien, ella tenía que estar bien.
El idiota de ojos azules me sostuvo para evitar que subiera.
—Ralph dijo que no pueden ir ahí—explicó.
—Una mierda con eso— repliqué.
—Hanna…
— ¡Suéltame! —grité.
Y como una respuesta, un grito que me heló la sangre llegó desde el piso de arriba.
¿Por cuánto dolor estaba pasando Amber?


Corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora