CAPITULO 11.- AMBER:

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Hanna entró bruscamente a mi habitación, tomó mi mochila y me miró.
— ¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Levántate— pidió.
— ¿Por qué? ¿A dónde vamos?
Ella casi sonrió.
—A tus clases de violín.
—Ralph dijo que no... —murmuré.
— ¡Un cuerno con lo que diga Ralph! —espetó.
Me levanté y salimos de la casa.  Afuera estaba estacionado un vejo Jetta negro. Me frené en seco.
— ¿Qué es esto? —indagué.
Todo parecía ser algo muy bien planeado, un plan del que yo no sabía nada.
—Summer y Violeta distraerán a Ralph hasta que nos vayamos. Sube al auto ordenó.
No lo pensé dos veces y me trepé en la parte de atrás.
En el asiento del piloto estaba un chico. Algo pálido, cabello castaño y revuelto, sus ojos eran de diferentes colores, eso era muy extraño, uno era azul y otro verde. Sus gafas de armazón grueso casi ocultaban su color, una gran sonrisa se extendió por su rostro. Me estaba sonriendo. A mí.
Hanna subió al auto en el asiento del copiloto.
—Amber, Dominik, Dominik, Amber— nos presentó.
—¡Estas usando un extraño solo por su auto! —exclamé.
El chico rompió a reír.
—No somos extraños, somos amigos— respondió Hanna.
—Tú nunca has tenido amigos.
—Siempre hay una primera vez, además, Dominik también es un ratón de biblioteca. Ahora mantén la boca cerrada hasta que lleguemos al escuela— dijo.
Miré hacia la ventana con el ceño fruncido. Después sonreí ligeramente
¡Hanna tenía un amigo!
La mayor parte del camino transcurrió en silencio, de vez en cuando Hanna y Dominik comentaban algo y reían, pero eso fue todo, no me incluyeron en sus conversaciones.
Cuando Hanna le cambió a la estación de radio como por décima vez, volví a mirar a la ventana y suspiré.
— ¡Oh, oh! —Dijo Dominik—. Eso suena a que estas aburrida.
Me tomó unos segundos comprender que se estaba dirigiendo a mí.
— ¿Eh? —murmuré tímidamente y me mordí el labio.
Él sonrió.
— ¿Eso de morder el labio es de familia?—preguntó—. Hanna también lo hace.
—No es cierto— replicó mi hermana y lo golpeó en el hombro.
Dominik se masajeó el lugar y sonrió de nuevo.
—Bien, hablemos de algo que te guste... así que ¿Música?—preguntó.
Asentí lentamente.
— ¿Hay algún favorito? —me interrogó.
Asentí de nuevo.
— ¡Por todos los dioses, Amber! —Dijo Hanna—. Responde con palabras.
—No, está bien, no me molesta— añadió Dominik.
Y ambos se pusieron a discutir sobre porque yo no hablaba directamente con él.
¿Acaso era malo? Nunca me dirigía en concreto a nadie que no fueran mis hermanas o Ralph y bueno... con Mel fue diferente, ella me inspiró confianza desde el principio.
—Mi favorita es Lindsay Stirling— respondí casi en un susurro.
Dominik y Hanna cerraron la boca, la última amenazó con una sonrisa.
—Y... y me gusta mucho como Regina Spektor canta y toca el piano— tartamudeé.
— ¿Tu cantas? —preguntó el chico.
—Oh si— dijo mi hermana—. Claro que lo hace y es fantástico.
— ¡Hanna! —Exclamé —No lo hagas, por favor no— pedí.
—Bien— murmuró.
Dominik nos miró a ambas y frunció el ceño.
—No lo comprendo. ¿Hacer qué?
Hanna sonrió ligeramente.
—Amber odia fanfarronear. Si tuviera tanto talento como ella, me la pasaría alardeando todo el tiempo— replicó
— ¿A si? —La reté— ¿Conoces los cuentos y poemas que escribe Hanna?
Ella me fulminó con la mirada y Dominik fingió no darse cuenta.
—No, pero me gustaría leerlos al igual que me encantaría escucharte cantar— agregó.
—Si quieres un espectáculo, pídeselo a Summer o Violeta. Te metiste con las hermanas equivocadas— replicó Hanna y se cruzó de brazos.
Dominik hizo un ademan extraño y revolvió el cabello de mi hermana con la mano.
—Nah, me agradan con las que el destino quiso ligarme. Gracias— sonrió y miró al frente.
Aparcamos en el estacionamiento de la academia unos minutos después. Dominik me deseó suerte y Hanna me dijo que volverían por mí a las cinco.
Entré al edificio y luego al aula de música. La maestra Tessa me estaba esperando, me recibió con una sonrisa y un ademan de la mano.
Rápidamente nos incorporamos a la música, no intercambiamos palabras incomodas ni esas cosas. Me agradaba esta mujer. Me senté en el banquillo del piano y le mostré lo que sabía hacer, las notas que ya conocía.
Tessa me entregó un violín cuando terminé de tocar el piano y unas partituras que debía seguir. Lo hice, y me resultó muy fácil. Ella dijo que podía llevarme el instrumento a casa para practicar.
Ya estaba llegando la hora de irme, el tiempo pasó realmente rápido.
— ¿Te ocurre algo?—preguntó.
— ¿Eh? No, nada—respondí y traté de sonreír.
—No hace falta que me cuentes nada. Solo recuerda, la música siempre será una manera de canalizar nuestras angustias de la forma más hermosa posible. La música es el recordatorio de Dios de que no estamos solos en este mundo.
Le sonreí, di las gracias y salí del lugar.
Caminé por el pasillo que estaba completamente solo y sentí un escalofrió recorrer mi columna.
Miré hacia atrás rápidamente, solo para darme cuenta de que no había nada... parecía que algo se había tragado la luz del pasillo.
Corrí a la salida y empujé la puerta, casi cayendo contra los escalones, si no fuera por los brazos que me sostuvieron.
Levanté la vista para dar las gracias, pero las palabras que iba a pronunciar quedaron atrapadas en mi garganta.
Quien me sostenía era Ralph y se veía molesto, realmente molesto.

Corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora