CAPITULO 23.- SUMMER:

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Llegamos al estacionamiento mucho antes de que pudiera concentrarme.
Estaba realmente nerviosa, ya que era muy extraña la ocasión en la que Ralph me permitía usar eso.
— ¿Lista? —preguntó.
—Si. Estoy lista.
Ralph asintió e hizo ese gesto con sus manos. Las personas alrededor dejaron de moverse. Pude observar como un chico cruzaba una de esas puertas eléctricas, como otro bebía agua, una mujer se veía realmente histérica mientras hablaba por teléfono y cinco chicos la seguían.
Suspiré profundamente.
—Tienes diez minutos— dijo.
—Sí, ya lo sé— respondí.
Él medio sonrió.
Cerré los ojos y busqué a mí alrededor aquella energía extraña y particular. Solo en pocas ocasiones había estado en completo contacto con ella y ahora pude sentir que me recibía con los brazos abiertos, dándome la bienvenida a un lugar del que no había regreso.
No aceptaría del todo su bienvenida, sino que tomaría prestada una parte de ella. Aun no era mi tiempo y no quería irme a un viaje sin retorno.
Me pareció ver unos destellantes ojos azules, iguales a los míos, rápidamente los perdí de vista. Tampoco era la primera vez que me encontraba con el verano anterior en este tipo de visiones.
Abrí mis ojos lentamente y vi como todo el hielo del lugar se derretía y el agua avanzaba hacia el drenaje.
Sonreí, lo había hecho bien, y sin que se saliera de control.
Ralph aplaudió dos veces y todos volvieron a sus movimientos. El chico terminó de cruzar la puerta, la mujer que estaba interrumpida a medio grito lo soltó en el teléfono y continuó cuidando de los niños y el otro muchacho acababa de beber agua.
A veces me sorprendía como papá podía controlar todo el tiempo. También mis hermanas, sus diferentes habilidades, ya que me olvidaba con frecuencia de lo que éramos y lo que podíamos y debíamos hacer, tanto, que a veces las cosas parecían normales.
Suspiré. Ahora lo único normal en la vida parecía ser Gabriel. Se me escapó una pequeña sonrisa al pensar en él.
Ralph me indicó que subiera a la camioneta y obedecí.
—Trabajo terminado—dije una vez arriba.
—Claro que sí.
— ¿Qué te pasa?—pregunté.
—Estoy preocupado— murmuró y apretó el volante.
—Por Hanna— atiné.
Ralph asintió lentamente sin separar la vista de la carretera.
—Por todas— dijo y frunció el ceño—. Ella tiene razón. Amber siempre niega las cosas, la pequeña tiene miedo de todas estas historias. Violeta no muestra interés por esto, ni siquiera por entrenar. Tú eres feliz creyendo que todo está bien y no quiero sacarte de eso... Y Hanna; ella tiene bastantes problemas y no quiero que se sienta así, incluso inventando lo de las sombras— gruñó la última parte.
Bajé la vista y miré mis manos.
—Amber se comunica de maneras que no comprendemos. Violeta solo necesita un pequeño empujón para madurar. Hanna estará bien, siempre y cuando le demos su espacio... Y yo... bueno, estoy bien. Lo prometo.
Ralph me miró con agradecimiento y no dijo más.
Llegamos a casa cuando el sol se había metido. Las luces de la camioneta iluminaron la estancia a través de la ventana.
Bajé del auto y entré. Ralph se distrajo con algo.
Lo primero que vi al entrar, fue a Violeta sobre un sillón y lo segundo, el juego sobre otro.
La reprendí con la mirada y corrí a esconder el aparato.
— ¿Qué crees que haces? —susurré.
—Devuélvemelo— replicó.
—No— gruñí.
Ella se quedó quieta ante mi repentino enfado. Ralph abrió la puerta y entró. Nos encontró mirándonos fijamente.
— ¿Qué pasa? —preguntó.
—Nada— respondí y Violeta corrió escaleras arriba.
No la vi, pero pude imaginarme sus ojos arrojando lágrimas. ¿Que planeaba al dejar aquello ante los ojos de Ralph? Se había estado comportando muy extraña últimamente.
Y si Ralph veía el juego y pedía información... bueno, él se enfadaría mucho con Hanna, y era lo último que necesitábamos.
— ¿Qué pasó?—repitió.
—Nada que no pueda arreglar— dije y sonreí.
Entré a la cocina para buscar algo de comer. Estaba hambrienta después de descongelar el estacionamiento.
Había ensalada de verduras y jugo de naranja. Por supuesto que Amber había preparado comida aparte para Ralph.
Ambos cenamos en silencio y terminamos justo a tiempo para escuchar la puerta de entrada abrirse y entró Amber.
Ella había ido a las clases de violín.
— ¿Le agradeciste a Tessa? —preguntó Ralph.
—Si— respondió mi hermana y se llevó una mano a su cabeza.
— ¿Qué pasa? —pregunté.
—Nada, solo estoy cansada ¿Puedo irme a dormir?
— ¿Sin cenar? —indagó Ralph.
—No tengo hambre— dijo y se fue a su habitación.
De seguro iba a encontrar a Violeta llorando y se preocuparía más.
—Voy a prepararle un té— dije y me puse de pie.
Ralph asintió y salió de la casa. Nunca nos decía donde pasaba tanto tiempo y yo tampoco se lo preguntaría. Él tenía demasiados secretos para nosotras.
Le lleve él te a Amber... pero la encontré dormida en la cama de Violeta, ambas abrazadas.
Eso me sofocó un poco, considerando que la temperatura había estado aumentando los últimos días.
Eso solo significaba algo: El verano se estaba acercando.
Faltaban solo tres semanas para que la primavera terminara. 

Corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora