CAPITULO 15.- HANNA:

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Me despertó el sonido de la puerta al cerrarse.
Miré hacia la ventana, solo para darme cuenta de que ya era de día, pero... ¿Qué hora era?
Estiré mis brazos y bajé de la cama con cuidado de no despertar a Amber.
Salí de la habitación para dirigirme a la mía, pero un sonido me hizo volverme y mirar las escaleras.
Ralph estaba sentado ahí, la cara escondida entre las manos; el movimiento de sus hombros me indicó que estaba llorando.
Me senté a su lado sin hacer ruido.
Ralph levantó la vista, sus ojos hinchados y su mirada perdida en algún recuerdo. No dijo nada, solo nos quedamos ahí, mirándonos.
Sonreí ligeramente y le tomé la mano.
—Tu secreto está a salvo conmigo— susurré.
Ralph asintió y le dio un apretón a mi mano. Él se puso de pie y limpió su rostro.
—Tenemos planes para hoy— dijo—. Por favor despierta a tus hermanas.
— ¿Qué planes? —pregunté.
Medio sonrió.
—Es una sorpresa.
Le devolví la mueca y entré a la habitación.
Miré el reloj, eran las diez de la mañana, habíamos dormido más que de costumbre.
Mordí mi labio sopesando la situación. Si las despertaba normalmente... bueno, ellas estarían tristes por ser especialmente este día.
Así que puse la música lo más fuerte que pude en mi celular. Sonando la canción de American Idiota de Green Day.
Summer fue la primera en incorporarse y mirarme como si estuviera loca.
Para que lo comprobara, salté a la cama donde Amber dormía y empecé a brincar en ella.
Summer hizo lo mismo con la de Violeta.
Minutos más tarde, las cuatro brincábamos de cama en cama simplemente por hacerlo.
Más canciones de la misma banda sonaron en mi celular hasta que por fin caímos rendidas.
—Ralph tiene planes para hoy— dije entre respiraciones—. Tenemos que estar listas.
Me estaba cambiando en mi habitación después de la ducha, cuando el sonido de unos neumáticos me obligó a mirar por la ventana. Un Jetta negro estaba estacionado.
Me puse la camiseta rápidamente y baje corriendo las escaleras. Abrí la puerta incluso antes de que Dominik llamara.
Él se vio sorprendido y sonrió.
—Hola— murmuró.
—Hoy es sábado— dije.
—Sé qué día es— replicó—. Y por eso estoy aquí... ¿Hoy es un año cierto? Lo mencionaste antes...
No recordaba habérselo dicho. Debí haber estado muy triste o retraída cuando lo hice.
—Sí, es hoy.
—Bueno. Al parecer tienen planes... así que... bueno, solo quería asegurarme de que estabas bien. Ya me voy— dijo mientras se reprendía a sí mismo.
¿Acaso se sentía estúpido por hacer esto? Dominik bajó los escalones de la entrada mientras negaba con la cabeza.
Algo en mi sentía la necesidad de detenerlo.
— ¡Espera! —pedí.
Dominik me miró.
—Lo siento, no debí venir... es que cuando es el aniversario de la muerte de mis padres, no sé, nunca ha habido nadie para mí. Así que pensé que tu necesitarías apoyo o algo así, pero me equivoqué, Hanna, no estás sola, tú tienes a tu familia...—él rio para sí mismo—. Sueno como un estúpido... debería dejar de hablar.
—Gracias— dije.
Parpadeó sin poder creer lo que salió de mis labios.
—Ya tengo que irme— jugueteó con las llaves de su auto—. Que pases un buen día, Hanna.
— ¿Dominik? —lo llamé.
— ¿Si?
— ¿Cuándo es el aniversario de tus padres?
Miró al suelo por unos momentos y luego suspiró.
—El cuatro de Agosto— respondió y se encogió de hombros—. Falta tiempo, pero...
—No hay un día que no pienses en eso ¿Cierto?
—Sabes cómo terminar mis frases— bromeó sin muchas ganas.
—Es porque puedo leerte el pensamiento— seguí su juego.
Nos escuchábamos patéticos, solo compartiendo bromas tristes.
—Me despediré una tercera vez y espero ahora poder largarme de verdad— dijo.
—No te vayas— pedí sin darme cuenta—. A los demás no les molestará, estoy segura y además...
Enarcó una ceja a modo de pregunta.
— ¿Además que? —presionó.
Suspiré lento.
—Además, cuando sea el aniversario de tus padres yo podré reclamar mi derecho de estar ahí— dije.
—Te lo iba a pedir de todas formas.
—Entra a la casa— señalé la puerta con la cabeza—. O tu trasero se congelara aquí afuera.
Dominik soltó una risilla y entramos a la casa.
Mis tres hermanas ya estaban listas y me alegró notar que en cuanto vieron a Dominik, sus expresiones afligidas se iluminaron un poco.
Mi amigo logró ganarse a cada una a su manera.
A Ralph no pareció molestarle y todos subimos a la camioneta. Nuestro mentor solo conducía, mirando la carretera y moviendo las estaciones del radio.
—...Y luego ¡Bum! —Violeta le estaba diciendo a Dominik como pasó el ultimo nivel de su estúpido juego—. Entonces pasé por el rio de lava y...
Dejé de prestarle atención y miré por la ventana. El camino me parecía algo familiar.

— ¡No! —exclamé cuando supe a donde nos dirigíamos— ¿En serio? —pregunté a Ralph.
Él me mostró una sonrisa de complicidad.
Todas las conversaciones dentro de la camioneta se detuvieron.
— ¿Que? ¿Qué pasa? —preguntó Summer.
No pude responderle. La respiración estaba atorada en mi garganta. ¡Ralph era fantástico! Aunque no se lo diría en voz alta.
Nos dirigíamos al parque, donde conoció a mamá y por consiguiente a nosotras.
Summer soltó un chillido y las chicas le hicieron coro cuando se dieron cuenta.
Dominik nos miraba con diversión. Y Ralph también se mostró feliz de ver nuestro entusiasmo.
—Pensé que podíamos ir al parque a comer un helado y a lanzar comida a los patos— miró a Violeta por el espejo retrovisor cuando dijo eso—. También tengo entendido que hay una exposición, los estudiantes de la universidad de artes harán demostraciones, como obras de teatro y música... también pinturas y libros. Creo que les gustará; Además el clima en la ciudad no está tan mal como en el pueblo— explicó.
Había pensado en todas y en todo para este día. No quería que cada una se sumiera en su propia tristeza.
Por primera vez en mucho tiempo, sentí la necesidad de darle un abrazo, solo que me reprimí. Eso les haría saber a todos lo débil y frágil que podía llegar a ser.
Así que solo miré por la ventana esperando por llegar a nuestro destino.
Mi madre no creía en ninguna religión, ella pensaba que estábamos ligados a esta vida por el destino y que las personas que conocíamos, simplemente tenían que estar ahí por alguna razón, la cual era que nosotros debíamos aprender algo de ellos o ellos algo de nosotros. Por el motivo de que ella no creía en Dios ni en el cielo o el infierno... solo por esa razón, fue que decidimos incinerarla y esparcir sus cenizas en el parque al que ahora nos dirigíamos.
Lloré como una maldita bebe ese día.
No había un cementerio al cual acudir, solo un lago con patos.

Ralph estacionó la camioneta y todos bajamos para estirar nuestras piernas.
—Yo... iré a ver algunas cosas— dijo nuestro mentor, pude notar como su voz estaba a punto  de romperse—.Las veré en el lago en una hora.
—Yo me haré cargo— dije para que se fuera sin dar más excusas.
Él no querría llorar frente a nosotras. En eso nos parecíamos, ninguno quería ser débil, y llorar era un acto de debilidad.
Violeta corrió hacía la exposición de pinturas, Amber a donde los universitarios tocaban las guitarras y cantaban, Summer se perdió entre la multitud que admiraba las obras de teatro.
Todas ellas perdiéndose, cada quien a su manera.

Yo no. No podía dejar de pensar en que hace un año fue que nuestras vidas cambiaron abruptamente; Mi madre había muerto. El único ser con el que me abrí completamente, me fue arrebatado.
Mis hermanas no sabían nada. Ellas no lo vieron, no completamente al menos.  No supieron cómo fue que murió.
Sophie me preparó para algo más, para algo diferente, y cuando ella murió fue cuando lo supe:
Todas mis hermanas habían sido educadas como princesas. Y conmigo era diferente, mi madre me había enseñado como ser  una guerrera.
Una luchadora de la vida, justo como ella.
No esperaría nada de nadie; así como no alentaría a nadie a esperar nada de mí.
Así funcionaban las cosas, así funcionaba la vida... también la muerte y la eternidad.
Yo no le debía nada a nadie y nadie me debía nada a mí.
Sophie me lo dijo antes de morir:
—Hanna, las personas suelen aprovechar la nobleza de los demás y la destruyen. No dejes que lo hagan; si es necesario sé fría, cruel y despiadada. Es lo que a veces hace falta. Tu deber es proteger a tus hermanas. El mundo no perdona, así que tampoco perdones al mundo— y cerró los ojos para siempre.
Sus consejos  y cuidados nos mantuvieron vivas en más de una ocasión.
Y ahora que las sombras regresaron, volvería a seguirlos al pie de la letra.
Me quedé observando un punto fijo. No me di cuenta de esto, hasta que Dominik movió su mano frente a mi cara.
Le di una mirada ensayada y caminamos a la exposición de libros.

El sol comenzó a cambiar de posición sobre el cielo conforme el día avanzaba.
Dominik y yo íbamos de un lugar a otro; iniciando por los clásicos, luego libros más conocidos y otros no tan conocidos. Incluso me tomé la molestia de comprar los libros de Canción de Hielo y Fuego. Tenía demasiado esperando por ellos.

A diferencia del pueblo, en la ciudad hacia calor. Me quité la chaqueta, quedando solo en la camiseta sin mangas de color negro y atando mi cabello en una coleta improvisada.
Algunos chicos que pasaban por la plaza me miraron de esa forma, esa en la que te hacen sentir bien contigo misma. Sin quererlo sonreí.
— ¿Tu amor propio no conoce límites? —se burló Dominik, quien notó lo anterior.
— ¿Limites? ¿Qué es eso? —seguí el juego.
Él negó con la cabeza y chasqueó la lengua.
—Olvídalo.
Reí y él me hizo coro.
Nos sentamos en una banca frente al lago, cansados del recorrido. Las bolsas con las cosas que había comprado descansaban a nuestros pies.
Recargué la cabeza en el respaldo y suspiré.
—Odio el sol— murmuré.
Me quedé observando a Dominik, quien no hizo algún comentario sarcástico sobre mi queja anterior.
Tenía la cabeza entre las piernas... parecía a punto de vomitar.
— ¿Estás bien? —pregunté y puse una mano sobre su espalda.
Se sacudió mi toqué con un encogimiento de hombros.
—En la bolsa de la chaqueta— dijo entre respiraciones. Dominik se quitó su chamarra unos metros adelante, y está, junto con la mía estaban dentro de una de las bolsas de compras— Adentro...—lo interrumpió otra respiración.
Sintiéndome asustada, comencé a buscar en las bolsas hasta encontrar aquello que quería:
Un inhalador.
Se lo entregué y lo puso en su boca. Después de unos minutos su respiración se volvió más normal.
Finalmente me miró.
—No debías verme así— dijo y recargó la cabeza sobre el respaldo de la banca.
— ¿Cuándo pensabas decirme que eras asmático? —reproché.
—Nunca. De no ser necesario, no te lo habría dicho nunca— parecía avergonzado.
— ¿No confías en mí? —pregunté dolida.
Sonrió cínicamente, una sonrisa algo extraña para él.
—No se trata de confianza.
— ¿Por qué? —presioné.
— ¡Porque me avergüenza! ¿Ya? ¡Tú eres fuerte! Y... puedes hacer lo que tú quieras sin preocuparte de si tu cuerpo defectuoso te fallará en cualquier momento, y no necesitas preocuparte por mí... Además... solo olvídalo ¿Puedes hacer eso? —pidió mirándome a los ojos.
— ¿Olvidar que? —bromeé.
Me regaló una sonrisa abierta.
—Gracias.
—No agradezcas. Mi presencia puede quitarle la respiración a cualquiera.
Él negó con la cabeza y pronto seguimos bromeando y comentando sobre nuestras nuevas adquisiciones.

Mis hermanas llegaron poco después, cada una hablando sobre sus intereses y sobre lo que captó su atención.
Ralph llegó con comida para todos; un pequeño día de campo. Terminamos de comer.
Violeta se paró en la orilla del lago para observar a los patos. Por mi parte, me senté a su lado, al igual que mis hermanas, Ralph y Dominik.
No es que no confiara en ella, solo es que Violeta siempre le daba por resbalarse y caer en cualquier parte y yo no me lanzaría al lago por ella.
Comenzamos a darles de comer a los patos y cuando la comida se acabó, Violeta quería jugar con su estúpido video juego, pero Ralph no sabía lo que habíamos hecho para rescatarlo, yo me ganaría un gran castigo y una ronda de gritos solo por haberle mentido, ni hablar del robo.
Para que se estuviera quieta, Dominik propuso que jugáramos a algo.
Primero fueron las escondidas, y hasta Ralph se unió al juego y al final él debía atraparnos a todos.
Dominik fotografío cada momento que duraron nuestras risas y juegos; las guerras de cosquillas, los patos, las carreras... todo ese día estaba en su cámara fotográfica. Nunca había visto una foto hecha por él, así como él tampoco había leído algo escrito por mí.

El sol se ocultó sobre el cielo; la feria en el parque había finalizado con fuegos artificiales.
Violeta y Amber se quedaron dormidas sobre el pasto.
Summer y yo recogimos las cosas y Ralph llevó a Amber en brazos hasta la camioneta. Dominik hizo lo mismo con Violeta.
El camino a casa me estaba resultando muy largo y cansado, mis ojos se cerraban en algunos intervalos y en algún momento, mi cabeza cayó sobre el hombro de Dominik y me quedé dormida.

— ¡Hanna! ¡Hanna! —gritaba una voz— ¡Despierta! ¡Por favor! ¡Despierta!
Abrí los ojos y la luz de la mañana caló en ellos. El cielo seguía nublado y los grises rayos de sol se asomaban por la ventana.
— ¿Qué quieres? Déjame sola... —me quejé y giré en la cama.
— ¡Hoy iremos a la Iglesia! —chilló Summer.
¿Que? ¿Iglesia? ¿Cuando? ¿Por qué?  ¡Un momento! ¿Cómo había llegado a mi habitación y por qué aun tenia puesta la ropa del día anterior?
Me incorporé en la cama y miré a mi hermana. Llevaba puesto un vestido de color rosa pálido y unos zapatos de color negro.
— ¿A dónde vas?—pregunté nublada por el sueño.
Hacía meses que no dormía de esa manera.
— ¡A dónde vamos! ¡Levántate ya! Tenemos que estar listas, Gabriel no tardará en llegar por nosotros— dicho eso salió de la habitación.
Este día iba a apestar. Cuando apoyé a Summer para ir a visitar a los feligreses solo fue porque sí. Ahora solo quería seguir durmiendo.
Elegí un vestido negro y la ropa interior del mismo color y bajé las escaleras del ático para dirigirme al baño de abajo a tomar una ducha.
Amber y Violeta también estaban listas; Incluso Ralph llevaba un traje negro, se veía apuesto.
Amber tenía un vestido de color mostaza y sus botas cafés que le llegaban por debajo de la rodilla, su cabello estaba peinado diferente, supe que fue idea de Summer el remarcarle los rizos.
Violeta tenía un vestido morado y unas sandalias del mismo tono. Su cabello estaba atado en una media cola. Eso también había sido idea de Summer.
Yo ni loca dejaría que tocara mi cabello.
Les dediqué una sonrisa algo aflojerada y entré en el baño.

Dejé mi ropa sobre un mueble del baño y entré al agua; estaba tibia, mis hermanas debieron terminarse el agua caliente.
Me enjuagué rápido y salí ya que casi no había tiempo, según Summer, solo que ella tendía a exagerar las cosas.
Sequé mi cabello y me puse la ropa interior.
Y de pronto  esa sensación de frío y miedo estaba en toda la habitación. La piel se me puso de gallina y se me erizó el bello de la nuca.
Había una sombra encerrada en la misma habitación que yo. Corrí hacia la puerta, provocando que mi vestido cayera en el suelo mojado.
Empujé la vieja puerta de madera que se atoraba con la humedad, pero no quería ceder y la sombra se estaba acercando, podía sentirlo ¿Que sucedía si me tocaba? ¿Si me hacía lo mismo que a mamá?
—Vete— susurré. Levanté la mano y abrí el puño, justo como cuando estuve enfadada con Summer en la cena.
Hielo salió despedido de mi mano. Solo entonces la sombra se detuvo de avanzar.
No por eso dejé de sentirme asustada, jalé de la puerta torpemente y esta se abrió golpeándome en la cabeza. No supe cómo fue que terminé tirada en la sala del otro lado del baño en ropa interior y con la frente sangrando.
— ¿Hanna? —preguntó una voz masculina, pero no era la de Ralph.

Corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora