—Todo va a estar bien— nos dijo Hanna como por milésima vez.
Ella hizo un gran escándalo. Había golpeado a Gabriel numerosas veces, pero él no la soltó, no la liberó para que pudiera ir arriba.
Ralph dio esa orden, y Gabriel era quien nos obligaba a cumplirla.
Hanna lo amenazó, lo corrió, incluso lo golpeó en la cara, pero él no cedió. Se mantuvo imperturbable, hasta que mi hermana se cansó y terminó hecha un ovillo en el suelo a causa del dolor y el llanto.
Gabriel, como digno guardián, no se movió de su puesto en las escaleras.
Hanna se levantó en cierto momento, salió de la casa y cuando volvió se sentó junto a nosotras en el sofá de la sala. En cuanto Hanna llegó, Violeta dejó de mecerse y acudió a donde estaba la mayor de nosotras.
Las miré a ambas. Quisiera que fuéramos las cuatro. No sabíamos nada de Amber, solo que había dejado de gritar y que todas dejamos de sentir ese dolor en el pecho. Solo quedó esa sensación de vacío que tienes cuando terminas de llorar.
—Yo… —empecé a decir, pero el sonido de la puerta me interrumpió.
Ralph se paró al pie de las escaleras. Las tres levantamos la mirada para encontrarnos con la de él.
Por primera vez desde que lo conocimos, tenía la apariencia de un padre tiempo. Esa pose de autoridad y sabiduría que solo se adquiría con los años y el conocimiento. Parecía haber llorado, eso no hacía que se viera menos imponente. Suspiró una y otra vez, su pecho subiendo y bajando al ritmo de su respiración, un aura seria lo rodeaba.
Me carcomía el hecho de que hubiera tanto silencio en la habitación, pero no podía encontrar mi voz para hablar. Y suponiendo por los gestos de los demás, ellos tampoco.
Gabriel estaba erguido, tanto que parecía más alto de lo normal. Su cabello estaba despeinado y se veía cansado, muy cansado y... harto. Había ojeras bajo sus ojos y la característica sonrisa no estaba. Incluso sus ojos azules estaban apagados, vacíos.
Hanna parecía fuera de sí, con el ceño fruncido y la cabeza baja, como si pensara en todo y nada al mismo tiempo, como si todo esto fuera demasiado para ella. Mi hermana tenía la costumbre de cargar con los problemas y el dolor de todos y ahora que todo eso estaba sobre su espalda, de una forma que solo ella podría aguantar. No era su responsabilidad ni mucho menos su culpa, pero todo en su forma de comportarse desde que llegó a casa, me hizo saber qué se culparía por lo que sucedió, ella diría algo como que no debió haber dejado sola a Amber.
Y Violeta… era quien más me preocupaba de los que estábamos en esa habitación. Sus ojos verdes, que siempre brillaban con la diversión y las maravillas que el mundo le ofrecía, ahora estaban vidriosos, como si fuera a caer rendida en cualquier momento, y era muy extraño, ver a alguien que siempre estaba llena de energía tan… quieta, como un muerto. Su cuerpo no dejaba de temblar. Su palidez y todo, me hacía pensar que estaba muy enferma.
La casa se sentía tan aplastante, todo dentro de ella parecía muerto, sin vida. Las cosas absorbían nuestro calor y vitalidad. No quería seguir encerrada en este sitio, tampoco encontraba las fuerzas para moverme. O incluso hablar.
Ralph suspiró una última vez y por fin nos miró a todas y cada una.
—El otoño está muerto— anunció.
No fue un dolor físico el que atravesó mi pecho, no esta vez.
— ¿Amber…? —susurré.
Cayó un silencio pesado y agobiante sobre todo y todos. El zumbido en mis oídos, los gritos mudos de Hanna. El llanto silencioso de Violeta. El tic-tac del reloj de la sala, aquel que tanto me gustaba, ahora era el único ruido.
Miré hacia la luz, la lámpara que colgaba del techo, se veían motas de polvo trasladarse de un lugar a otro con la mortecina luz. Solo eso, verlas danzar me tranquilizó, a tal punto, en el que por unos segundos, nada era más importante que las pequeñas partículas flotando por todas partes.
Y luego, el reloj se detuvo a mitad de una campanada, las motas de polvo se quedaron suspendidas en el aire
Rápidamente, las tres nos dirigimos a Ralph, quien en su mano sostenía fuertemente su reloj de bolsillo y se pasaba la otra por el cabello.
Pasó lo mismo cuando murió mamá. Todo se detuvo, papá haciendo del tiempo un caos, tratando de volver, para saber qué había sucedido y así impedirlo, pero no podía volver en el tiempo, eso era imposible.
Todos estábamos esperando algo. Un ataque de las sombras, que Ralph terminara de decir todo, hasta que Hanna estallara de nuevo, pero no contábamos con que haría esto, era horripilante. Incluso Gabriel se sintió amenazado, ya que se llevó la mano a la cintura, donde colgaba la funda de una espada ¿Para qué querría él una espada? Luego se dio cuenta de que no había alguna amenaza externa, y retiró el gesto.
Ralph estaba ahora sentado sobre los escalones, con la cara oculta entre las manos. Yo conocía esa sensación de fracaso y miedo, tanta impotencia y ganas de tirar todo a la basura.
Hanna cerró los ojos un momento, sus pestañas haciendo sombra sobre sus mejillas. Ella estaba conteniendo las lágrimas. Al fin, se puso de pie, y con paso lento se dirigió a nuestro mentor, se inclinó para que sus ojos quedaran a la misma altura, retirando las manos de la cara de Ralph y sosteniéndolo por las muñecas lo obligó a mirarla.
—No puedes hacer esto— comenzó Hanna—. No puedes cerrarte de nuevo y dejarme con toda la responsabilidad, ya no. Míranos, somos más fuertes que hace un año, podremos soportar lo que tengas que decir, ahora, no te vayas, porque puede que seamos mayores y más fuertes, pero no es algo que pueda soportar, no de nuevo y no sin ti. Porque todo esto está acabando conmigo… —su voz se rompió.
El reloj terminó su campanada, y el polvo volvió a revolotear por la habitación.
Ralph se levantó, miró a mi hermana y con movimientos muy lentos por parte de los dos, se envolvieron en un abrazo. Pude observar que Hanna estaba tensa, se fue relajando conforme pasaron los segundos. Después se soltaron, Ralph la sostuvo por los brazos y la miró fijamente.
—Siéntate— pidió.
Hanna asintió, se limpió la cara con una mano y se dejó caer en el sofá junto a mí.
—Como ustedes saben—explicó Ralph mientras se paseaba por la habitación—. Las estaciones viven separadas del mundo, en un lugar diferente a este, encargándose de que cada cosa ocupe su lugar debido en el mundo. El sitio en el que existen… no podía ser alcanzado por nadie ni por nada. Hasta ahora. Las sombras quieren fuera a las estaciones, ellas viven del caos que se crea y eso es lo que buscan, que el mundo caiga en eso de nuevo, habrá tanta desesperación, odio y miedo que ellas podrán hacer lo que les plazca. Se alimentaran de todo eso. De algún modo, lograron llegar a donde está el otoño y ellas… han acabado con él. Por eso han sido los sueños, las pesadillas, por eso… han sido advertencias de las otras estaciones para decirme que su hermana estaba en peligro, pero yo… soy un maldito fracaso. Amber tiene que irse, ella debe cumplir su función antes de tiempo.
Solté la respiración. Amber no estaba muerta, por lo menos.
Tendría que irse antes que Hanna, ella debía cumplir con su función, pero ¿Cómo? Ella era tan frágil, tan sencilla, Amber ¿De verdad estaba preparada para irse?
— ¿Qué? —Preguntó Hanna—.Yo, yo era quien debía despedirse… yo…
—Lo lamento— dijo Ralph—. Todo esto es mi culpa, yo no soy digno de nada.
—No es culpa de ninguno de ustedes— sentenció Gabriel, quien se había mantenido muy callado hasta ahora—. Ha sido un error mío, los guardianes sirven para proteger y, lo lamento mucho, de verdad.
—Lárgate— gruñó Hanna, como si apenas se diera cuenta de su presencia—. Quiero que te vayas, esto es un problema de familia, y si no puedes hacer nada por ayudar a Amber será mejor que te marches ahora.
—Hanna, por favor… —una mirada fulminante lo enmudeció.
— ¿Qué es lo que quieres? —preguntó Hanna con una calma sorprendente. Tan fría que hizo me recorriera un escalofrío— ¡Esto es todo lo que queda de nosotras! Tómalo y destrúyelo, ya no me importa ¿Eso es lo que quieres? ¡Llévatelo! ¡Llévate todo y déjame tranquila! ¿Sabes que es lo malo de tener el corazón de hielo? ¡Que es muy fácil que se rompa y las piezas dispersas se derriten con el tiempo! No preguntes porque soy fría, tampoco porque existe odio. Mejor pregúntate lo que las personas como tú se atrevieron a hacerme para haber terminado así. Toma los pedazos de mi alma y lárgate de aquí. No te quiero cerca de mis hermanas, si te vuelo a ver, juro que te mataré.
Todos en la habitación quedamos mudos. Gabriel tragó saliva sonoramente y salió de la casa arrastrando los pies. Tenía el semblante de alguien derrotado. Curiosamente, no me importó en lo absoluto. Hanna se estaba desquitando con Gabriel por todo el mar de sentimientos que la embargaba.
No supe cuánto tiempo fue que estuvimos así, viéndonos unos a otros, hasta que no estoy segura como, terminé recostada sobre mi cama hecha un ovillo.
Ralph dijo que Amber necesitaba descansar y que no la molestáramos, que ella sabría cuando salir y hablar con nosotras.
Habían pasado muchas horas, o quizá solo minutos.
Thomas había venido a casa tres veces, y las tres ocasiones fue Ralph el encargado de decirle que Amber estaba enferma y no quería ser molestada. El chico frunció el ceño y pude ver por la ventana como despotricaba en cuanto Ralph volvía a la casa y cerraba la puerta.
Quería bajar y decirle toda la verdad, pero no podía.
Mis ojos se estaban cerrando, cuando escuché las primeras notas ¿Quién demonios se atrevía a tocar el piano de Amber?
Me levanté de la cama de golpe y abrí la puerta con el mismo impulso. Vi que Hanna también estaba bajando del ático con el ceño fruncido y preparada para gritar a cualquier intruso. No importaba que fuera Violeta. Ambas llegamos al final de las escaleras, solo que la menor de todas estaba ahí, con su cabello negro y alborotado, como si lo hubiese tenido recargado contra una almohada durante mucho tiempo, Violeta tenía los ojos bañados en lágrimas. Y cuando seguimos la dirección de su mirada fue que nos detuvimos en seco.
Los dedos de Amber se deslizaban de una forma tan frágil sobre las teclas del piano que nadie pudo interrumpirla.
Nunca escuché cuando salió de su habitación, no me di cuenta cuando bajó las escaleras.
Su mirada estaba perdida en alguna parte, su piel demasiado pálida y sus movimientos ligeros, iguales a los de un espectro.
Se iba, ella se estaba perdiendo poco a poco de este mundo. ¬
Y el hecho de que quedaran solo cuatro días para que el otoño llegara y Amber se fuera… provocaba que algo dentro de mí se rompiera poco a poco. Y estaba completamente segura de que no volvería a ser lo mismo, ya que me preparé para despedirme de Hanna, para dejar de verla, para perder nuestras conversaciones extrañas y tardes de esparcimiento, pero ¿Amber?
Hacia bastante tiempo que ella no cantaba, que no nos deslumbraba con su voz, que cuando empezó a sonar ese timbre dulce y cálido, no pude hacer nada más que llorar.
Amber carraspeó un par de veces, presionó algunas teclas del piano y continuó con su canción.
“It started out as a feeling
Which then grew into a hope
Which then turned into a quiet thought
Which then turned into a quiet word
And then that word grew louder and louder
'Til it was a battle cry
I'll come back
When you call me
No need to say goodbye
Just because everything's changing
Doesn't mean it's never
Been this way before
All you can do is try to know
Who your friends are
As you head off to the war
Pick a star on the dark horizon
And follow the light
You'll come back
When it's over
No need to say good bye
You'll come back
When it's over
No need to say good bye
Now we're back to the beginning
It's just a feeling and now one knows yet
But just because they can't feel it too
Doesn't mean that you have to forget
Let your memories grow stronger and stronger
'Til they're before your eyes
You'll come back
When they call you” *
*The Call- Regina Spektor.
Amber terminó la canción. No me di cuenta de que Hanna se acercó al piano. Ella retiró las manos de Amber con delicadeza y cerró la tapadera del instrumento.
Amber la miró con ojos vidriosos y somnolientos. Cada hora que pasaba, ella parecía estar más alejada de nosotras, su mente se perdía con más facilidad que la de costumbre.
—No vuelvas a tocar cosas así— dijo Hanna—. Esa canción es de despedida.
Amber asintió y la miró.
—Comprendo todo ahora, y no debemos estar tristes— susurró.
—Tu no comprendes— respondió Hanna entre sollozos—. Yo me preparé para dejarlas, a todas y cada una. Yo tendría otras cosas de las cuales preocuparme… Pero nunca me preparé para que me abandonaran a mí.
Con un movimiento rápido, Amber la envolvió con sus delicados brazos y no dijo nada. Nadie se atrevió a romper el silencio.
Violeta y yo nos acercamos lentamente por una invitación que nos hizo Amber con un ademán de la mano. Pronto formamos un gran abrazo entre las cuatro.
Un dulce adiós y una amarga despedida.
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Corazón de hielo
FantasyHabía una vez cuatro hermanas ellas vieron que al mundo le hacía falta algo. Antes, según la leyenda, el mundo se dividía en partes y en cada parte haría una estación. Las cuatro hermanas sintieron que estas estaciones deberían ser compartidas, que...