— ¡Lo juro, Hanna! ¡De verdad te lo juro! —lloriqueó Violeta.
Le regalé una mirada fulminante.
—Esto es lo último— dijo Ralph—. Es la última vez que pasas por encima de mi autoridad.
— ¿Tu autoridad? ¡Solo lo saqué de la oficina de la maestra!
— ¡Si! ¡Cuando yo ordené que no lo hicieras!
Tomé una respiración profunda para no tener que gritarle. Violeta había guardado su juego en uno de los cajones de Ralph, para que él lo descubriera, lo había hecho hace unas semanas, pero tarde o temprano, Ralph lo descubriría. Y lo hizo.
Y ahora él estaba completamente enfadado conmigo por haberme saltado su autoridad. Porque, según él, siempre lo desautorizaba en todo.
La puerta de entrada se abrió y entró Summer. Ella frunció el ceño.
— ¿Dónde estabas? —preguntó Ralph con una sorprendente calma.
Me di cuenta de que estaba frotando su viejo reloj de bolsillo (que ni siquiera funcionaba) en su mano derecha, era una costumbre muy vieja.
—En una fiesta…
— ¿A quién le pediste permiso?
—Creo que puedo cuidarme sola— replicó Summer—. Además, nunca he hecho nada malo, saco buenas calificaciones, hago lo posible porque todo esto, esta “familia” funcione. ¿Y tú me reclamas porque salgo a una fiesta?
Mi hermana estaba respirando agitadamente.
— ¿Estás borracha? —preguntó Amber, quien se había acercado lo suficiente como para olerla.
— ¿Qué? ¡NO! Solo tomé un poco.
— ¡Basta! —Exclamó Ralph—. Yo no puedo con esto… no puedo. Sophie podría, yo no. Hanna hace lo que le entra en gana, sin medir las consecuencias, Amber… Violeta, y ahora Summer llega ebria a la casa…
— ¿Qué? —Gritó Summer— ¿Por qué ahora se trata de mí? ¡No estoy borracha!
Ralph se pasó la mano izquierda por la cabeza en un gesto de exasperación. La otra sostenía firmemente su reloj.
—Estoy harto.
—Si tan mal te sientes ¿Por qué no te vas? ¿Por qué no nos dejas? Podemos arreglárnoslas solas— exclamé.
Él me regalo una mirada dolida, pero no me arrepentiría de mis palabras.
— ¡Por favor! —pidió Violeta, ella seguía llorando.
— ¡Oh, por favor! No vengas a llorar aquí— dije— ¡Eres una chismosa! ¡Una egoísta! Solo te importas tú y nada más que eso.
—No le grites a tu hermana— la defendió Ralph—. No es su culpa.
— ¡Claro que lo es! No puedes hacer nada bueno por ella, porque después lo usará en tu contra.
— ¡Hanna! Yo no le di el juego a Ralph, te juro que lo escondí ahí hace mucho tiempo, cuando ustedes me habían dejado sola— chilló la menor.
—No importa cómo, ya lo sé. Y no se trata de esa cosa, se trata del hecho de que…
— ¡Si! Ya lo sé, pase sobre tu autoridad y bla, bla, bla… —dije.
—No se lo habría dicho— siguió Violeta—. No le he dicho nada de lo de curar a Melinda ni…
Abrí los ojos para advertirle que se callara, pero ya era demasiado tarde.
— ¿Qué? —Preguntó Ralph un tanto histérico— ¿Curar a Melinda? ¿La hija de Evan?
—No importa— respondí.
—Claro que importa, quiero, no, necesito saberlo todo— exigió nuestro mentor.
— ¿Saber qué? ¡Tú ya lo sabes todo! Por eso estamos en este pueblo de porquería, porque tú nos querías cerca de esa familia.
Ralph se vio sorprendido, no esperaba que yo supiera sobre los guardianes.
—La que quiere y necesita saberlo todo soy yo, pero siempre tengo esa sensación de que nos ocultas las cosas— espeté.
—Ustedes saben lo que necesitan saber, no más. Todo lo arreglo yo— dijo un poco más tranquilo. Se guardó el reloj de nuevo en el bolsillo de su pantalón.
—No— replicó Summer—. Yo quiero saberlo ahora. ¿A qué se refiere Hanna? ¿Qué pasa con esa familia?
No hubo tiempo de una respuesta.
Silver comenzó a aullar en una dirección. Todos miramos a lo que el perro trataba de ayudar.
Amber estaba sentada sobre el suelo, su espalda contra la pared, ella abrazaba sus piernas y se mecía mientras tarareaba la canción de cuna que Sophie le había enseñado.
— ¡Genial!— me quejé—. Un maldito ataque de pánico, lo que faltaba.
Ralph y Summer corrieron a atenderla, a calmarla.
Por eso nadie tocaba ningún tema relacionado con la magia, con las estaciones, o con cualquiera de estas cosas frente a Amber. Ella negaba las cosas y su mente se bloqueaba de esta manera por el horror que esto le causaba.
Subí las escaleras, llegué a mi habitación y me tumbé en la cama. Curiosamente no tenía ganas de leer ni de escribir.
Mi pecho subía y bajaba rápidamente. Estaba enfadada, muy, pero muy enojada.
No quería leer, necesitaba golpear algo.
Me levanté de la cama y me dirigí al espejo. Hice el brazo hacia atrás y estrellé mi puño en el centro de este. Muchos cristales cayeron al suelo haciendo mucho ruido. No solo eso, si no que toda la pared donde antes estaba mi reflejo, ahora estaba completamente congelada, la energía ni siquiera pidió mi permiso para salir, simplemente fluyó.
Sangre comenzó a brotar de las heridas de mi mano.
Silver empezó a rasguñar la puerta para que lo dejara entrar. No lo hice, quería estar sola.
Por primera vez, deseé que las sombras llegaran y me llevaran al infierno.
Me quedé mucho tiempo mirándome en los restos del espejo. Esperando que la sangre dejara de brotar la envolví en una camiseta vieja.
Cuando las voces se callaron en la parte de abajo, volví a la cama. No pude dormir por mucho que lo intentara. Silver no dejaba de arañar la puerta.
Desesperada por tener un poco de silencio la abrí para él. Tuve que recoger los vidrios para que no se cortara.
Me recosté y él sobre mis pies hizo lo mismo.
Había pensado que Melinda estaría completamente retraída cuando la volví a ver, después del ataque de la sombras, al parecer ella no recordaba nada, absolutamente nada, parecía la misma de siempre. Violeta se recuperó rápido después de su desmayo solo tenía que comer y descansar, curiosamente no le había dicho nada a nadie hasta ahora.
Se mantuvo en silencio unas cuantas semanas.
Era odioso tener que tratar con ella. No volvería a hablarle nunca, ni aunque mi vida dependiera de ello.
Estuve entrenando mucho. Tanto sola como en compañía de Gabriel, él me mostraba cosas que no podría aprender yo sola. Incluso me dejó usar el resplandor, su espada brillante. En realidad era muy pesada y difícil de manejar. Supuse que para él sería fácil por su súper fuerza y velocidad de guardián.
Su padre a veces nos observaba entrenar y hacia algún comentario respecto a lo que hacíamos mal, siempre nos regañaba por hacerlo mal, nunca nos felicitaba por hacerlo bien.
Tampoco es como si me importara mucho, de hecho, Evan me tenía sin cuidado. No era más que un maldito cobarde para mí.
Así transcurría mi vida, de la escuela a entrenar y de entrenar llegaba a casa hecha polvo.
Lo que más me dolía era que no tenía tiempo para Dominik, pero si Ralph tenía razón en algo, era eso; debía cortar mis lazos de una vez por todas, el chico no necesitaba tener más contacto con este mundo. Un mundo en el que podría salir dañado, si no es que muerto.
La sola idea me hacía estremecerme.
Lo sacaría de mi vida. Esa era mi decisión final.
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Corazón de hielo
FantasyHabía una vez cuatro hermanas ellas vieron que al mundo le hacía falta algo. Antes, según la leyenda, el mundo se dividía en partes y en cada parte haría una estación. Las cuatro hermanas sintieron que estas estaciones deberían ser compartidas, que...