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Gabriel

Estoy seguro de que, si al inicio del viaje alguien me hubiera dicho que iba a terminar sobre el cuerpo de Jessica Jones, con la cara metida entre sus tetas y ella jadeando y gimiendo mi nombre, es probable que me hubiera reído en su cara.

Jessica me gusta muchísimo, sin embargo, no esperé que ese gusto sea correspondido y mucho menos que terminaríamos así.

No entiendo como Jessica y yo pasamos de convivir juntos en armonía a estar a punto de follar, pero joder, no me quejo.

No me lo esperé cuando el día inició, de hecho, estaba jodidamente molesto con ella, pero mi molestia se esfumó cuando vi cómo se sonrojaba y como le brillaban los ojos cuando la llamé princesa. Se me había salido el apodo de la nada, sin pensarlo realmente, pero con el paso del día, sabía que había elegido el sobrenombre perfecto para ella.

Jessica Jones es una princesa, tanto por su perfección física, como por la pantomima que significa ser una princesa. A ella le gustó, lo pude a pesar de que lo negó. El sonrojo en sus mejillas y el brillo en sus ojos fue toda la confirmación que necesito.

No tenía planeado invitarla a bailar cuando la vi bebiendo sola en la barra, pero cuando se trata de Jessica no tengo planeado nada, no sé cuál será mi próximo movimiento ni el suyo. No esperé que me besara o me llevara al baño y me hiciera una mamada, no esperé que la subiría al lavamanos y metería mis dedos en su pequeño, apretado y resbaladizo coño hasta que lo hice, y tampoco esperé sentir tanta desesperación por estar dentro de ella que no pude soportar la idea de tener sexo encerrados en un baño y no en una habitación donde pudiera adorar su cuerpo.

—Puta mierda —gimo al momento en que le bajo el vestido lo suficiente para revelar sus tetas grandes, redondas y decoradas con pezones rozados y duros, que ruegan para que les pase mi lengua.

Ya había visto sus tetas ayer cuando la toalla se deslizó de su cuerpo, pero tenerlas cerca es muchísimo mejor, porque puedo fijarme lentamente en los pequeños detalles, como en los piercings atravesando ambos pezones.

Creo que voy a morir.

Ella lleva una mano a mi cabello mientras me meto uno de sus pezones a la boca y juego con su piercing con mi lengua. Lamo y chupo, robándole jadeos y gemidos, haciendo que su cuerpo se retuerza bajo el mío y cierre sus ojos con expresión de placer.

Jessica Jones es hermosa, ¿pero cuando está tan excitada que la respiración se le entrecorta, lanza gemidos y una capa de sudor le cubre todo el cuerpo? Joder, es una preciosidad.

Una maldita diosa.

Un demonio, que puede transformar en pecador hasta al hombre más puro.

Atrapo su pezón entre mis dientes suavemente, no para hacerle daño, sino para ver hasta dónde puede llegar, una pequeña prueba para saber qué le gusta.

—Oh... dios —gime con placer, frotándose contra mí.

Le doy la misma atención a su otro pecho, antes de ponerme de pie y llevármela conmigo hasta que está sobre sus pies. Le doy la vuelta con mucha más fuerza de la necesaria, pero ella jadea y pega su espalda a mi torso. Su cuerpo tiembla cuando le bajo la cremallera del vestido y este se desliza por su cuerpo, dejándola solamente en una tanga diminuta.

Ahogo un gemido, llevando mis labios a su hombro y subiendo mis besos hasta llegar a su cuello. Ella hace su cabeza hacia un lado y lanza un jadeo de gusto cuando muerdo su suave piel.

Interesante.

No pierdo el tiempo. Estamos aquí por una razón, así que mi mano se desliza de su pecho, pasando por su vientre plano y ahueco su coño. Está jodidamente mojada y es todo por mí. Hago a un lado las bragas de encaje negro y acaricio su clítoris en suaves círculos, robándole un gemido.

Mi Mejor Decisión (AD #4) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora