51.- Háblame de ti

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Jessica

Gabriel y yo estamos sentados en el sofá de la sala de estar de su casa. Mi novio tiene los auriculares puestos y el portátil en su regazo mientras me abraza con un solo brazo y yo estoy apoyada a su costado, con un marcador color rosa en su mano, completamente concentrada en rellenar los espacios en blanco de los tatuajes en su brazo.

Golden está dormido a mis pies, sobre el sofá y me sorprende lo mucho que me agrada estar así. Nunca había tenido una mascota antes a excepción de mis fallidos peces y es... muy lindo.

En estos tres días desde que regresamos de Florencia, no he regresado a casa. He estado prácticamente viviendo aquí y, por más extraño que parezca, me encanta. No hemos hablado explícitamente sobre vivir juntos, pero Gabriel fue a mi casa hace dos días y trajo más de la mitad de mis pertenencias aquí, y si soy sincera, solo quiero ir a ver el restante de mis cosas para traerlas porque no hay nada que ame más en este mundo que despertar todos los días a su lado.

Sonrío, levantando la cabeza y pidiéndole un beso. Él me mira antes de dejar lo que está haciendo para besarme tiernamente unos segundos y vuelve a trabajar.

Ambos estamos en pijama por respeto a Golden... aunque "pijama" es un eufemismo porque él solo usa un pantalón de chándal y yo voy con su camiseta y en bragas.

¿Por qué íbamos a cambiarnos si en algún momento las prendas desaparecerán?

Gira su rostro para pedirme un beso esta vez él, quitándose los audífonos y colocando el portátil sobre la mesa de café. Me estiro para besarlo, sonriendo en medio del beso, llevando mis manos a su cabello, pasando mis dedos a través de las hebras oscuras. Gabriel murmura algo inteligible antes de jalarme hasta que estoy sentada a horcajadas sobre su regazo. El marcador se me ha caído de las manos a este punto.

—Te amo, Princesa —murmura en mis labios.

—Te amo, Gabriel.

Chasquea con los dedos dos veces y Golden sale de la sala de estar, no sin antes desperezarse y bostezar. Sonrío, mirando al golden retriever salir. Cuando nos damos cuenta, Golden ya ha salido y regreso mi boca a la de mi novio, tocándolo donde quiero, marcándolo con mis besos porque es mío.

Gimo una vez que sus dedos se clavan en mi cadera e intensifico el beso, moviendo mi cuerpo sobre el suyo, robándole un gemido torturado.

—¿Otra vez? —pregunta, separándose ligeramente de mí para mirarme a los ojos.

Asiento, demasiado entusiasta y necesitada.

—Otra vez.

Sus labios regresan a los míos, robándome el aliento con cada roce de su lengua sobre la mía. Hace tiempo ya lidié con la idea de que jamás obtendré suficiente de él. Cada vez que me besa o me toca, me vuelvo más y más adicta.

Cada dosis que me da, cada beso, cada caricia, cada suspiro que me hace soltar... me llevan más y más cerca a la locura.

No pensé que el amor sería tan explosivo, pero mi amor por él lo es. No es normal, no es ordinario y muchas veces no es bonito, pero es verdadero.

Sé que no debo, sé que probablemente está mal, pero sé que tampoco puedo negarlo. Lo necesito más que a nada, más que a cualquier cosa. Su amor, su ser. Necesito todo de él, todo lo que él pueda darme.

Olvida los coches, la ropa de marca, los zapatos, los viajes, olvídate de todo. Gabriel Graham es mi droga personal y estoy dispuesta a perderme en él, así como él está dispuesto a perderse en mí.

Sus manos suben lentamente por mi cuerpo hasta que la camiseta se ha ido de mi cuerpo. Me deshago de sus pantalones, él hace a un lado mis bragas. No tenemos juego previo, no lo necesitamos, solo hacemos el amor en el sofá como muchas veces lo hemos hecho ya.

Mi Mejor Decisión (AD #4) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora