Prólogo: Dorado

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Gabriel, 25 años

Entré en la sala de práctica como todos los días, sintiéndome como todos los días. Había discutido con mi esposa, una de las niñas que creía mis hijas vomitó en mi camisa, mi auto resbaló en el hielo y casi atropellé a un cachorro.

Me sentía igual, monótono, inservible, pero no podía mostrarlo, no con los estudiantes que me miraban como si fuera una especie de héroe, a pesar de que yo era todo lo contrario.

Me acerqué a mi alumno, Jake y lo saludé como siempre... o eso creí, porque una pequeña mano aterrizó en la mía justo en ese momento. Miré la pequeña mano, analizándola como si fuera un tesoro. Palmas suaves, dedos delgados, uñas perfectamente hechas, anillos de oro y perlas adornando aquellos dedos frágiles. Mis ojos subieron lentamente por un delgado brazo; no debí haberlo hecho, porque cuando levanté mi mirada lo suficiente como para ver el rostro de la portadora de esa elegante mano, el aire escapó de mis pulmones.

Era hermosa.

Piel clara, pero ligeramente bronceada, ojos azules con un toque de gris, nariz pequeña, labios carnosos y rosados, cabello rubio... casi dorado, cayendo en suaves y delicadas ondas hasta casi llegar a su espalda baja. Solo por un segundo, me dediqué a admirar a la mismísima representación de Afrodita. No pensé que una chica así existiese en este mundo y no fuera modelos de Victoria's Secret, pero aquí estaba la mujer más perfecta que había visto en toda mi vida.

Pero un segundo después... recordé que estaba casado. Y a pesar de que mi relación con mi esposa estaba tensa desde incluso antes de casarnos, la seguía amando y respetando.

Me odié a mí mismo de inmediato porque, por un segundo muy pequeño, olvidé la existencia de Mandy y me concentré en la chica más perfecta del mundo.

Pestañeé un par de veces antes de alejar esos pensamientos y sonreí con cordialidad.

—Así que usted es el famoso señor Graham —dijo la chica y tuve que mantener mi mente en blanco. Joder, incluso su voz y la forma en que hablaba era realmente sensual—. Soy Jessica Jones, futura organizadora de eventos y me enteré que va a mudarse a Los Ángeles pronto. Tal vez no lo sabe, pero soy increíble con las fiestas y mi servicio llega a todo el país.

Apreté los labios para no reír y me convencí de apartarme de esa extraña sensación de atracción. Era estúpido sentir eso. Ella probablemente tenía veinte años en ese momento, y puede de que yo solo tenga veinticinco, pero me consideraba mucho más maduro y ella parecía apenas empezar a ser una adulta.

—Un gusto, señorita Jones —dije—. Pero por el momento está bien, mi esposa también planifica eventos, así que, si necesita ayuda en esa área, le avisaré.

La sonrisa de Jessica Jones se borró de su rostro, probablemente por mi negativa a su oferta, sin embargo, muy en el fondo, quise pensar que se decepcionó por escuchar que yo estaba casado.

—Sí, como sea —puso sus ojos en blanco y se dio media vuelta. Así de rápido, dejé de existir para ella. Eso me sorprendió, las personas no solían ignorarme tan fácilmente, pero ella lo hizo cuando se sentó en una silla metálica a metros de mí y no me miró ni una sola vez.

Ese día me pareció extraño, refrescante y divertido, pero el tiempo pasó, los años siguieron su rumbo y seguías sin mirarme.

Mi vida dio un giro de ciento ochenta grados en ese tiempo y todo lo que creí que era mi vida, no lo fue. Me divorcié, mi esposa ya no era mi esposa, mis hijas ya no eran mis hijas y estaba solo. Tu no me miraste.

No me importaba hasta que fue mi turno de mirarte, no a esa versión perfecta y letal de ti misma que mostrabas al mundo, sino a la vulnerabilidad detrás de esos ojos azules que me miraban con indiferencia, o a la bondad escondida en las capas de maldad. Vi a una mujer hermosa que se sentía atrapada en el mundo real y solo buscaba protegerse. Empezó a importarme el tener tus ojos sobre mí. Empecé a buscar tu mirada entre la multitud que quería que la vieras, pero tú seguías sin hacerlo. Solo quería que me vieras, así como yo empecé a hacerlo.

Te vi... y tu seguías sin mirarme.

Hice de todo, pero tu no querías verme, hasta que un día simplemente te volteaste y me viste, lo hiciste y ese día hice una promesa silenciosa de no volver a apartar mis ojos de ti.

Hacer esa promesa fue la decisión más grande de mi vida, pero valió la pena haber esperado tanto hasta que tu me mires otra vez. Ahora, solo debo mantener tus ojos sobre mí. 

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Cinco primeros capítulos disponibles a partir del 1 de agosto 💖

Mi Mejor Decisión (AD #4) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora