57.- Dolor

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Gabriel

¿Qué es el dolor?

Puede que sea una pregunta absurda, porque todo el mundo sabe qué es el dolor, ¿cierto? Una sensación tan obvia que incluso un niño podría explicarte qué es. Todo el mundo sabe su significado. Todo el mundo lo ha sentido alguna vez en su vida. Todo el mundo se ha hecho heridas externas, y muchos otros las tienen internas. Y todo el mundo podría explicarte que es el dolor, aunque para todos, es una sensación diferente.

Unos lo sienten más, otros menos. Para muchos es una sensación placentera, para otros es una terrible pesadilla.

Todos sentimos el dolor de una manera distinta a otros, de una forma diferente a como lo hacíamos en cada punto diferente de nuestras vidas, y aun así pensamos que lo conocemos, que lo vivimos, que lo sentimos más que los otros.

Pensé que había conocido el dolor tanto físico como emocional. Había crecido en pobreza, me habían roto el corazón, me habían traicionado antes, había perdido un sueño, había pasado por muchas cosas dolorosas, o al menos así las sentía en ese momento... porque justo ahora, mientras miro a Jessica derrumbarse después de contarme la historia del por qué sus pesadillas no han dejado de atacarla... siento el maldito dolor arrasarme todo el pecho como si fuera la primera vez que lo sintiera.

Como si fuera la primera vez que me han destrozado el corazón.

Y sé que no se compara en nada al dolor que ella siente ahora, después de contarme su historia, después de enterarse que su verdadero padre es otro y no ese puto monstruo que le arruinó la vida.

Sé que se siente aliviada de que aquella horrible excusa de ser humano no sea su verdadero padre, pero también sé que ella vivió pensando que la sangre de su abusador corría por sus venas. Ahora entiendo el por qué de sus pesadillas, ahora comprendo por qué muchas veces parecía perdida en sus pensamientos o se rascaba la piel como si intentara escapar de ella.

Ahora sé la verdad y es jodidamente horrible.

No puedo evitar que lágrimas caigan de mis ojos al imaginarme lo mucho que ha sufrido desde los diez años. Era una niña, joder. Era una bebé y su vida se la fue arrebatada de la peor manera posible.

Mi princesa... fue una víctima de la peor pesadilla que puede pasar una persona.

Mi princesa intentó arrebatarse la vida muchas veces.

El corazón se encoje en mi pecho al imaginarme la vida sin ella y, para mí, es simplemente impensable.

Sin ella no hay razón para que yo exista.

Nací para conocerla.

Odio el hecho de que casi se me fue arrebatada gracias a toda la mierda que pasó cuando era solo una niña.

Recuerdo el cuadro sobre la chimenea de la casa de su madre, la mirada melancólica de una joven Jessica inmortalizada en óleo sobre lienzo, la expresión carente de vida en su rostro... la mirada vacía en sus ojos.

—Jess... —la llamo cuando ella suelta mi mano para cubrir su boca e intentar callar sus sollozos.

Sus hombros tiemblan gracias a su llanto, y a pesar de que esté cubriendo su boca con ambas manos, los sollozos son desgarradoramente audibles. Las lágrimas caen por sus mejillas y mueren en sus manos, a pesar de tener sus ojos cerrados, a pesar de que intenta controlarse.

Jamás había visto a alguien tan destrozada y joder, es horriblemente doloroso.

No lo soporto más, la tomo en mis brazos y la abrazo, haciendo que calle sus sollozos en la curvatura de mi cuello. Ella me devuelve el abrazo, pero es demasiado débil, demasiado roto mientras rodea mis hombros con sus manos y tiembla en mis brazos, rompiéndose completamente por primera vez en mi presencia.

Mi Mejor Decisión (AD #4) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora