28.- Tulipanes

1.4K 138 29
                                    

Gabriel

Escucho como aporrean mi puerta hasta que básicamente la casa empieza a temblar, o yo lo siento así. Gruño, colocándome la almohada sobre la cabeza para alejar ese horrible sonido.

Anoche no pude dormir muy bien y apenas logré conciliar el sueño hace un par de horas, estoy jodidamente cansado y quien quiera que fuera la persona que intenta derribar mi puerta, debería detenerse en este instante si no quiere conocer mi furia.

Vale, admito que no soy tan aterrador cuando me enojo, pero en serio me estoy fastidiando.

Cuando el timbre de la casa se une al ruido de los golpes de la puerta, lanzo un gruñido y me levanto de la cama, siendo seguido por un ya grande y rechoncho Golden.

Acaricio la cabeza de mi perro cuando pasa por mi lado, pero este baja las escaleras corriendo y mueve su cola con emoción, mirándome para que le abra la puerta y sacando la lengua. Doy un bostezo y me froto los ojos con una mano cuando al fin abro la maldita puerta del demonio.

Tengo los ojos cerrados, dando mi último bostezo, cuando siento una mano pequeña golpearme el pecho desnudo.

—¡Tú, maldito hijo de... agh!

Abro los ojos de inmediato cuando me empuja lo suficientemente fuerte como para hacerme dar un paso atrás y la puerta se cierra. Veo a Jessica parada frente a mí, usando una camiseta enorme, unos leggins y pantuflas rosas. Su cabello está recogido en una cola alta de caballo y va sin maquillaje, y aun así sigue siendo la chica más hermosa del mundo, a pesar de que me esté empujando y golpeando el pecho con sus pequeñas manitas.

No me hace daño, ni siquiera es tan fuerte para empujarme, pero verla parada ahí, en mi puerta, me ha dejado en shock.

—Infeliz, desgraciado —despotrica, golpeándome, con la cara roja de la rabia—. Eres un... un... tonto y un idiota. y te detesto.

Su última afirmación me golpea mucho más que sus golpes y tomo de sus manos para que se detenga. No lo hago con fuerza, tampoco le hago daño, pero mantengo sus manos en las mías hasta que deja de caminar hacia mí.

Me mira con rabia y yo frunzo el entrecejo.

—Buenos días para ti también —digo, con sarcasmo y ella bufa—. No es por ser un mal anfitrión, pero ¿qué haces aquí?

—¿Qué hago aquí...? —su rostro enrojece más—. ¡Vine a golpearte!

—Eso ya lo sé, lo que no sé es por qué me estás golpeando, princesa.

Se zafa de mi agarre para empujarme y esta vez no me muevo ni un pelo. Veo a Golden mirándonos como si nos hubiera salido tres cabezas desde un rincón, incluso mueve su cabeza a un lago, preguntándose qué demonios estamos haciendo.

—No me digas princesa, idiota —gruñe Jessica, dándome con sus puños cuando ya se ha cansado de empujarme—. Tú... hiciste que vendieran mi departamento, ¡y que mi madre comprara la casa de alado! ¡Soy tu maldita vecina! Y puedes decir todo lo que quieras, pero sé que no es una simple casualidad.

Tomo sus manos de nuevo para que detenga sus golpes y entrelazo sus dedos con los míos sin poder evitarlo. Joder, la he extrañado tanto...

Primero estuvo nuestra separación de tres meses, después su intoxicación... es como si el destino quisiera separarnos, pero al mismo tiempo, encontramos la forma de cruzarnos en el camino del otro.

—No, no es una simple casualidad —digo con una sonrisa.

Como extrañaba su olor a fresas y a Chanel N° 5.

Mi Mejor Decisión (AD #4) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora