59.- Esperanza

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Gabriel

Sé que Jessica se ha ido desde el momento en que entré en nuestra casa y encontré a Golden llorándole a la puerta. La casa se siente vacía, carente de calor, carente de ella y de su presencia. Es difícil de explicarlo, pero la existencia de Jessica ilumina cada lugar al que va... y ahora solo se siente vacío, frío y solitario. La parte más racional de mi mente me dice que no está, que no intente buscarla porque podría romperme el corazón así como me advirtió una vez, pero decido mantener la pequeña gota de esperanza que me engaña y me hace sentir que ella está aquí, que no se fue, que no decidió matar todo nuestro amor al escapar de mí.

Sin embargo... la realidad puede ser muy decepcionante y la esperanza es solo para los tontos que creen en ella, porque cuando entro a nuestra habitación, el golpe de la caída es mucho más duro que si hubiera escuchado a mi lado racional, aquel lado que me advertía sobre el dolor que mantener la gota de esperanza me iba a causar.

Porque ella se ha ido.

No hay nada de sus cosas, ni sus vestidos o sus zapatos, ni sus bolsos o su maquillaje. Todo está perfectamente arreglado y recogido como si un camión de mudanzas se hubiera hecho cargo de ello y es probable que lo hizo; no hay ni rastro de ella o de si alguna vez estuvo aquí. Ni siquiera su recuerdo es palpable a este punto, y de no ser por el lado vacío del armario donde se encontraban sus cosas, creería que ella jamás vivió conmigo. Que ella jamás estuvo aquí.

Y a pesar de tener las pruebas de que ella se ha ido frente a mí, decido no creerlo. Es imposible que ella se haya ido por completo...

No. Me niego a creerlo.

Alejo mis ojos del armario y tomo mi teléfono con manos temblorosas, marcando su número. Maldigo en voz alta cuando ella no contesta ninguna de mis llamadas y solo el sonido de su voz me recibe como contestadora. Le llamo más veces de la que podría recordar, pero ella no responde.

Nunca responde.

Tomo mi coche e intento buscarla, enviando mensajes y llamándola, sin recibir ningún tipo de respuesta durante las horas que le siguen a la noche. Golden me acompaña en el asiento trasero y por la mirada melancólica que mira hacia el asiento del copiloto, sé que a él también le afecta la ausencia de Jessica.

Pongo a un lado el sentimiento de abandono que se empieza a deslizar a través de mí mientras conduzco por las calles de Los Ángeles. Debe haber una razón más grande por la cual ella no me contesta e ignora todos los mensajes. Está atravesando una crisis nerviosa desde hace semanas... puede que haya salido para buscar despejarse la mente. Puede estar herida y asustada, puede... no lo sé, haber olvidado su teléfono o haberlo perdido al momento de llevarse sus cosas.

Ella no me dejó. Jess no me dejó...

—Princesa, ¿dónde estás? —hablo a la nada, viendo las calles de Los Ángeles envolverme mientras más me adentro a la ciudad, con la desesperación atrofiando mi garganta.

Regreso a casa después de medianoche, sintiendo el fracaso recorrer todo mi cuerpo. Sin noticias de Jess.

Ha desaparecido como un fantasma, sin ninguna señal de alerta, sin nada que me diga que ella está bien, porque eso es lo único que quiero a este punto; saber que está bien, que está sana, que nada malo le ha pasado.

No tengo idea cuanto tiempo la estuve buscando, o cuantas veces la he llamado o enviado mensajes de texto rogándole por una explicación o una confirmación de que se encuentra sana y completa. Honestamente, a este punto me encuentro entumecido, sin saber si alguna vez la volveré a ver, o si simplemente era un producto de mi imaginación.

Mi Mejor Decisión (AD #4) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora