48.- Amor

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Gabriel

Vine al puente del castillo por dos simples razones:

1) Es un lugar hermoso.

2) A pesar de su increíble vista natural, generalmente está tan vacío y solitario que es un sitio perfecto para pensar sin ningún tipo de interrupciones.

El puente es de piedra, al más puro estilo medieval, pero está muy bien conservado a pesa de todos sus años de existencia; el río corre tranquilamente, siguiendo su corriente, golpeando las piedras y llenando el silencio que me rodea. Hay árboles y flores a ambos lados del río, dándole un aire más de cuento de hadas.

Apoyo mis codos sobre la piedra y miro hacia el río. El sol pega fuerte en el cielo, y el clima caluroso de Florencia me abriga, pero nada de lo que estoy viendo o sintiendo logra cautivarme lo suficiente como para dejar de pensar en Jessica y en nuestra conversación de esta mañana.

Le doy otra calada a mi cigarrillo. Había dejado de fumar desde hace seis meses, pero ya qué, no pude resistirme.

«Necesito... tiempo —había dicho, rompiendo cada célula de mi maldito corazón.»

«Necesito pensar, ¿de acuerdo? No puedo hacerlo ahora, no puedo hacerlo cuando cada aspecto de mi vida me recuerda a ti. Necesito estudiar los pro y los contras de unirme a una relación contigo y sinceramente no puedo pensarlo cada vez que estás frente a mí, porque solo pienso en lo mucho que siento por ti.»

Sus palabras se repiten en mi mente una y otra vez, rompiéndome más y más el corazón.

Anoche intenté olvidar mis penas en el alcohol, pero eso solo me llevó de vuelta a ella. Recuerdo todo lo que pasó después, como ella se quebró... como yo me quebré. Recuerdo como me abracé a ella y lloré, diciendo todo lo que siento, esperando que ella pueda decirme lo mismo.

Sé que me pidió un tiempo para pensar, pero no soy idiota. Sé perfectamente que esa es la excusa perfecta que usan las chicas para terminar con sus parejas, así que, si Jessica esperaba amortiguar el golpe, quisiera que sepa que no lo ha logrado para nada.

Simplemente hundió un cuchillo en mi pecho y me dejó ahí, sangrando hasta morir.

¿Soy un exagerado? Probablemente, pero lo siento de esa manera.

Le hubiera dado todo...

Joder, me hubiera casado con ella si tan solo me hubiera comentado sus planes.

Hablaba en serio cuando le dije que quería todo lo que dijo la tarotista. Estar con ella para siempre, y por qué no, probablemente tener un montón de hijos y una vida de cerca blanca con el tiempo. Sin embargo, ella no me dio la oportunidad de reclamarlo.

No me dio la oportunidad de elegir.

Ahora ella es la que debe tomar una decisión, y por más que me duela, aceptaré lo que decida.

Quiero estar con ella, pero también quiero que ella esté conmigo.

Suelto el humo lentamente antes de dar otra calada... y otra... y otra.

Me termino el cigarrillo y lanzo la colilla a mis pies. La piso con mi zapato, antes de meterme un chicle de cereza a la boca y buscar el perfume en mi cartera. Me congelo una vez me rocié con el perfume. Solo lo hice porque sé que a Jessica le molesta el olor a tabaco.

Un lamento sale desde el fondo de mi garganta y lucho contra las lágrimas.

Podría llorar aquí, al fin y al cabo, nadie me está viendo, sin embargo, he decidido ya no dejarme llevar por mi dolor. Respiro hondo, recordando que mi madre crio a un hombre fuerte e independiente, que no llora ante un corazón roto.

Mi Mejor Decisión (AD #4) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora