Gabriel
El lugar donde se llevará a cabo la ceremonia del Sindicato de empresarios de la Costa Oeste es en el Observatorio Griffith. Miro por la ventana del coche, anonadado. El lugar es alumbrado por luces y por el sol del atardecer ocultándose en el horizonte, haciendo que el gran edificio luzca más imponente.
He vivido en Los Ángeles durante casi cinco años, pero solo he estado en este lugar dos veces. La primera cuando hice una excursión con un grupo de turistas y la segunda, cuando Dove tuvo un recital aquí a inicios de este año. Después de eso, solo había visto este lugar a lo lejos cada vez que subía al letrero de Hollywood, y ya no lo he hecho en algún tiempo.
Kev detiene el auto una vez llegamos a la entrada y Jessica da un gran respiro a mi lado. No es la clase de mujer que suele estar nerviosa, pero lo está ahora y es demasiado tierno, pero al mismo tiempo, algo incongruente. El nerviosismo no va con Jessica.
Tomo su mano envuelta por un guante blanco de seda y le doy un ligero apretón.
Ella me mira con sus ojos azules preciosos.
—Eres hermosa —murmuro, sin poder detenerme.
Ella me da una pequeña sonrisa.
—Ya lo sé —dice, haciéndome reír, pero es cierto.
Se ve preciosa con un vestido de seda color blanco perlado, con un drapeado en el escote y una abertura que deja a relucir su pierna derecha; el vestido se pega a ella como una segunda piel, y a pesar de que es demasiado sexy, es elegante y en ella luce perfecto.
Su cabello está atado en un moño elegante y una tiara de perlas adorna su cabeza. Su maquillaje es perfecto, ojos ahumados y labios rojos. Jamás había pensado que los pendientes podrían iluminar la cara de alguien, pero el collar de perlas, los aretes y las pulseras de Jessica, le dan un aire más fresco. Luce... inalcanzable.
Es una jodida Diosa.
Sus ojos me recorren de pies a cabeza por décima vez desde que nos vimos y mi ego se infla porque la chica más hermosa del mundo me mira como si estuviera hambrienta de mí. Sé que le gusta verme en traje, así que hoy lo llevé al otro extremo al usar corbata y ella quedó fascinada.
—Tú también te ves muy bien —dice, sus mejillas sonrojándose.
Sé que no está acostumbrada a dar cumplidos, así que se sonroja cada vez que dice que soy guapo.
Me rio, tomando su mando y llevándola a mis labios, dejando un beso sobre su suave guante.
—Gracias, princesa —suspiro, soltando su mano—. Quédate aquí, ¿vale?
Sonríe.
—Vale.
Salgo del auto y lo rodeo, tomo el hombro de Kev para indicarle que yo abriría la puerta. Él se hace a un lado y no dice nada.
Abro la puerta y tomo la mano de Jessica, ayudándole a salir. Cierro la puerta detrás de ella y le extiendo mi mano para que la tome.
Nos despedimos de Kev, quien hace una reverencia en dirección a Jessica y ambos caminamos por la alfombra roja, tomados de la mano. Hay muchos fotógrafos y los flases casi me ciegan mientras nos acercamos cada vez más a la entrada.
Trabajo con artistas, estoy familiarizado con las cámaras y los fotógrafos, con los paparazis y los reporteros, pero por la forma en que Jessica se tensa, su respiración se corta y su paso titubea, sé que ella no lo está.
A pesar de que los Jones son una de las familias más ricas del país, casi no hacen apariciones públicas. Según lo que leí, la última aparición pública de Jessica fue en su graduación de universidad porque tuvo que dar un discurso. Después de eso, ni siquiera se le ha visto en reuniones o actividades del Grupo Jones.
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Mi Mejor Decisión (AD #4)
Romance(Serie Amores Destinados, libro #4) Gabriel era la luz, Jessica era la oscuridad. Gabriel representaba el cielo, Jessica el infierno. Gabriel era el bien, Jessica era el mal. Eran tan diferentes, pero a la vez tan iguales... y eso no les impidió to...