El Viento del Norte.

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Wenas. ¿Como tan?

-X-

-¿No nos verán?-pregunto Piper-. La gente de abajo, quiero decir.

El carro volador surcaba el cielo, tirado por cuatro pegasos. El aire gélido les golpeaba la cara, pero estaban haciendo buen ritmo.

-Claro que no-repuso Luke-. Los mortales no ven gran cosa. La Niebla se los impide.

-Probablemente nos confundirán con un avión pequeño-dijo Jasón-, o algo así.

Luke asintió.

-Y bien, Luke-dijo Piper-. Sobre estos gigantes de los que habla la profecía...

-¿Gigantes?-repitió Leo-. ¿En plural? ¿Estas seguras de que no es singular?

-Me sorprende que sepas lo que es el plural y el singular-se burló Piper, rodando los ojos.

-¡Reina de la belleza, yo...!

-No me digas así, Leo.

-Chicos-interrumpió Jasón.

Piper gruño y se calmó.

-Me preguntaba si son los mismos gigantes de los mitos-dijo ella, retomando la conversación-. Quiero decir, en los mitos, recuerdo que se hablaba de un ejército de gigantes...

-Claro que lo sabrías-Leo se echó a reír-. ¿No estudiaste un montón de mitos griegos con tu padre?

Miro a Luke y a Jasón, con las cejas alzadas. El chico era insoportable, decidió Luke.

-Su padre es Tristán Mclean.

-¿Eres hija de Tristán Mclean?-pregunto Luke, y sus cejas se alzaron con asombro-. Oh, chica, Percy y yo amamos sus películas. Nuestra favorita es El Rey de Esparta.

-Genial-murmuro Piper-. ¿Qué decías de los gigantes?

-Hubo muchos gigantes, pero estos en particular son los más poderosos, los peores de todos-dijo Luke-. En la antigüedad, la diosa Gaia se unió a su hermano, Tártaro, para dar a luz a una nueva raza de seres que desafiasen a los dioses. Eran enormes, capaces de destrozar montañas con sus manos. Y casi imposibles de matar. Solo un dios y un semidiós, trabajando juntos, lograban derribarlos.

-Y esta mujer para la que trabajan los espíritus de la tormenta... ¿Es Gaia?

-Me temo que sí-murmuro Luke, sombrio-. Y si se despierta...

No termino de hablar. En realidad, no quiso asustarlos. Pero si Gaia despertaba, todos iban a morir.

Siguieron volando en silencio. En la frontera entre Canadá y Estados Unidos, vieron varios gigantes hiperbóreos en una batalla de bolas de nieve. Aparte de eso, no hubo nada digno de mención.

-Llegamos-anuncio Luke.

Debajo de ellos había una ciudad sobre un acantilado que dominaba un río. Las llanuras que la rodeaban estaban cubiertas de nieve, pero la ciudad emitía un brillo cálido con la puesta de sol invernal. Rodeados de unos altos muros se amontonaban los edificios como en una ciudad medieval. En el centro había un castillo con enormes muros de ladrillo rojo y una torre cuadrada con un puntiagudo tejado verde a dos aguas

-Creí que íbamos a Quebec-dijo Leo-, no al taller de Santa Claus.

-Sí, imagino que tu sabrías donde queda eso-murmuro Luke, y soltó una risilla-. Esto es Quebec, Leo. La ciudad más antigua de Norteamérica. Samuel de Champlain, un hijo de Atenea, la fundo en 1607.

Leo lo vio con una ceja alzada.

-¿Qué? ¡Es nuestra historia, Leo! Todos los semidioses tenemos el deber de conocerla.

Percy Jackson: El Hijo de Hestia II, Los Héroes del Olimpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora