El Tártaro.

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¡Buenas noches! Ya llegue. ¿Ya vieron la serie? Si es así, sin spoiler, no la he visto.

¿Onde leen y a que horas?

Espero les guste.

-X-

La caída no tenía su fin.

Ociosamente, Percy recordó a Hesíodo, que decía que eran nueve días de caída entre el Olimpo y la tierra, y el mismo tiempo entre la tierra y el Tártaro. Cuando Odiseo le hablo de ello solo se burló y se rio, antes de pedir que le enseñasen algo más divertido. Aprender sobre el Tártaro jamás había estado entre sus prioridades de niños.

Se arrepentía ahora. ¿Cuánto tiempo había pasado? Bien podían ser minutos, horas, días, e incluso meses. No tenía noción del tiempo. Estaba muy ocupado sujetando a Luke, que deliraba la consciencia y la inconsciencia, tan pálido por la pérdida de sangre como un cadáver.

-Te amo, te amo-murmuraba Percy una y otra vez-. Te amo.

Luke no lo escuchaba, pero quería que esas fuesen sus últimas palabras, en caso de que muriesen. Era lo más probable. Cuando llegasen al fondo, sin duda quedarían aplastados como tortillas.

El aire se volvió más caliente y más húmedo, como si estuvieran cayendo en picado en la garganta de un enorme dragón. A unos ochocientos metros por debajo de ellos, Percy vio el fondo. Por un momento se quedó tan anonadada que no pudo pensar con claridad. Toda la isla de Manhattan podría haber cabido dentro de esa cueva, y ni siquiera alcanzaba a ver toda su extensión. Nubes rojas flotaban en el aire como sangre vaporizada. El paisaje —al menos, lo que él podía ver— constaba de llanuras negras y rocosas, salpicadas de montañas puntiagudas y simas en llamas. A la izquierda de Percy, el suelo descendía en una serie de acantilados, como colosales escalones que se internaban en el abismo.

El hedor a azufre dificultaba la concentración, pero no tuvo que reparar mucho en ello porque de pronto chocaron contra una superficie dura.

Percy se quedó sin aire. La Maldición de Aquiles debía de haberlo protegido, porque de lo contrario se habría roto todos los huesos. Pero Luke...

Se alarmo cuando no lo sintió. Se puso a gatas, ignorando las protestas de su cuerpo, y lo vio. Había rodado debajo de la colina en la que habían caído y estaba sumergido en un río.

Percy se sentía muerto del agotamiento. La garganta le picada y sentía una desagradable sensación en la piel, como un escozor que jamás había experimentado. Pero Luke lo necesitaba, así que se arrastró colina abajo hasta el río, donde su novio flotaba a duras penas.

«Ya no luches, Luke Castellan-le susurraba el río a su novio-. Ya moriste una vez. ¿Por qué hacerlo de nuevo?».

-Cocito-murmuro Percy.

«No vale la pena-insistía el río-. Ríndete».

-No vale la pena-murmuro Luke, con los ojos cristalizados y la piel morada del frio.

Percy lo jalo. Luke, sin embargo, se debatía, aunque Percy no sabía de donde sacaba las fuerzas. Parecía que quería hundirse allí mismo y ahogarse.

-El río te está confundiendo la mente. Es el Cocito: el río de las lamentaciones. ¡Está hecho de tristeza pura!

-Tristeza-convino él.

Percy se inclinó y lo beso. Tenía los labios fríos, morados y agrietados.

-Háblame de la boda-dijo Percy con desesperación-. Cuéntame tus planes.

Luke parecía perdido.

-¿L-la boda?

-Sí, Luke. ¡Prometiste que la luna de miel seria en Roma! Ahora dime donde será la boda.

Percy Jackson: El Hijo de Hestia II, Los Héroes del Olimpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora