La Odisea de Octavian.

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¿QUÉ TAL? ¿COMO LES PARECIÓ EL ULTIMO CAP?

Chiquis, a ver, quiero decirles que si bien entiende que no les gustase el final del cap anterior, tampoco es motivo para insultarme, amenazarme y denigrarme, entre otras cosas (esto lo digo por mensajes de tres personas en mi buzón privado), y no en broma, sino enserio. Yo de verdad espero que cuando esta historia termine, todos quedemos (y si, me incluyo) felices y satisfechos. Si no es así, lo siento. Pero ante todo, pido y exijo respeto.

Y ya, sin más, el esperado ¡CAPITULO DE OCTAVIAN!

-X-

Toda la vida Octavian había tenido un solo propósito: ser un buen romano.

Era descendiente de una de las más grandes y poderosas familias de la Nueva Roma, y entre sus ancestros tenían a nada menos que el mismísimo Augusto, primero de los césares y gran emperador de Roma. Por si fuera poco, Octavian era nieto del grandísimo Apolo, Dios del Sol, que le había legado su más preciado don: la profecía.

Parecía que su destino era ser el mejor y más grande de los semidioses, pero en cada paso que daba, encontraba una piedra: Reyna, Jasón y Percy.

Cuando Octavian había sido nombrado augur, había creído que era el comienzo de su meteórico ascenso en las filas del gobierno del Campamento Júpiter. Pero Reyna recientemente había sido elegida pretora, y no perdió oportunidad de recordarle cuál era su lugar.

Cuando Octavian trato de competir por el puesto de pretor, Jasón se lo robo, y aunque él chico pasaba siempre de él, Octavian se irritaba cada vez que lo veía.

Y luego Perseo, la abominación nacida de Vesta, el Cónsul y Pontífice Máximo, que se atrevía a engañar al Senado, y obligarlos a colaborar con los enemigos de Roma.

Era tan injusto. Los augurios le habían advertido de la inminente guerra contra Terra, y Octavian pensaba aprovechar aquella oportunidad para alzarse líder entre los romanos, pero Percy se lo había robado.

Lo peor era que ni siquiera tenía la fuerza para desafiarlo. Trato de instigar dudas, pero de poco sirvió cuando la XII Legión abandono el Campamento Júpiter en dirección a Nueva York, para asistir a las Fuerzas Aliadas. Reyna lo vigilaba tan de cerca, que Octavian ni siquiera se atrevía a intentar nada, y menos aún, cuando llegaron a la base griega.

Los griegos tenían un campamento de pena. Era más bien un basurero.

Octavian se negó a ayudar de cualquier forma en los trabajos de construcción, aunque la mayoría de legionarios se presentaron voluntarios con entusiasmo. En su lugar, observaba.

Observa desde las lindes del bosque como sus romanos confraternizaban con los greacus, como reían y comían juntos, como si fuesen amigos; hasta le pareció ver a una romana besándose con un hijo del diosecillo griego Hermes.

¡¿Es que acaso todos olvidaban que eran enemigos mortales?! Griegos y romanos no debían mezclarse. Roma tenía que destruir a los romanos y prepararse para enfrentar a Terra, o estarían condenados.

Se fue a dormir, malhumorado.

En sus sueños, vio a Apolo. Era tal cual describían los antiguos textos: alto, fuerte, guapo, de cabello rubio. Solo su rostro no coincidía. El rostro del dios parecía adormecido, con una sonrisa perezosa, y sus ojos, en teoría azules, estaban cerrados, como si durmiese.

-¡Octavian! El último de los romanos. Mi nieto.

Octavian estaba sin palabras. Jamás, en toda su vida, creyó tener el honor de presenciar a Apolo.

-Señor, yo...

Apolo no lo dejo terminar.

-Traigo noticias urgentes del mismísimo Olimpo. Te encargo una misión: la más gloriosa y peligrosa, desde que Eneas se embarcase de Troya.

Percy Jackson: El Hijo de Hestia II, Los Héroes del Olimpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora