El Cónsul de los Romanos.

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Bueno, bueno, con casi siete mil palabras, me parece que es el capítulo más largo de todos, pidoperdon por ello. 

¡Pero espero les guste y disfruten! Y, si es así, les agradecería su voto y un comentario. 

-X-

Les tomo cuatro horas regresar a California a lomos de los pegasos.

También es lo que Percy tardó en recuperar del todo la memoria: la guerra con Kronos, su decimosexto cumpleaños en el Campamento Mestizo, a Quirón, sus mejores amigas Clarisse y Silena, sus hermanitos Nico y Bianca, todos los campistas, sus viejos amigos.

Y a Luke.

Sobre todo, Luke: cinco años estupendos juntos y luego, había sido secuestrado. «En realidad», pensó Percy, calculando las fechas, «Son seis años ya». Tenía sentido que lo recordarse solo a él. Sentía que la fuerza del amor que sentía por Luke podía conquistarlo todo.

Pero la próxima vez que viese a Hera, o Juno, como sea, tendría que hacer un gran esfuerzo por no darle una inmensa bofetada. Tampoco estaba exactamente contento con Hestia, si era honesto consigo mismo.

Desde luego, no podía entender porque Hera tuvo que encerrarlo nueve meses, ni tampoco como su madre lo había permitido.

Frank había desmotado y estaba viendo todo desde una colina.

Cuando Percy y Hazel se reunieron con él, a Percy se le cayó el alma a los pies. La batalla había dado comienzo, y no progresaba favorablemente. La Duodécima Legión estaba formada en el Campo de Marte, tratando de proteger la ciudad. Los escorpiones disparaban contra las filas de los nacidos de la tierra. Aníbal el elefante derribaba monstruos a un lado y al otro, pero los defensores eran mucho menos numerosos.

Los lares habían formado unas relucientes filas moradas contra una multitud de fantasmas negros y vaporosos con armaduras antiguas. Semidioses veteranos de la ciudad se habían unido a la batalla y empujaban su muro de escudos contra el ataque de unos centauros salvajes. Águilas gigantes daban vueltas sobre el campo de batalla, librando un combate aéreo contra grifos enemigos.

La legión estaba aguantando lo más fuerte del ataque, pero su formación se rompía. Cada cohorte era una isla en un mar de enemigos. La torre de asedio de los cíclopes disparaba brillantes balas de cañón verdes contra la ciudad y abrían cráteres en el foro y derruían las casas. Mientras Percy observaba, una bala de cañón impactó contra el Senado y la cúpula se desplomó parcialmente.

Pero aquello ni siquiera era la peor parte.

Por primera vez, Percy vio bien a León, la antítesis de Hestia. Y sintió un pavor inmenso cuando lo hizo. Era un gigante descomunal, mayor que Alcioneo, con unos quince metros, y el pecho amplio y musculoso, cubierto por una coraza de bronce. La piel y las patas de dragón eran rojas, como la sangre fresca. Y su cabello de fuego estaba trenzado, oculto en su mayor parte bajo un yelmo con penacho. Como arma, llevaba una gigantesca lanza negra como el carbón. Lo peor eran sus ojos: dorados, como dos soles en miniatura.

No. Lo peor era su aura. Percy noto que había volutas rojas flotando en torno al gigante, como un campo gravitatorio que afectaba todo en su entorno, y en efecto, los legionarios y los monstruos de su propio ejército cercanos a él dejaban lo que estaban haciendo, consumidos por un frenesí voraz y atacaban a sus propios aliados. Solo Reyna, a lomos de su pegaso, parecía inmune: volaba entorno al gigante, atacando cuando tenía oportunidad.

-Yo...-Percy tartamudeo, congelado-. Perdimos.

-¿Qué?-Hazel parpadeo.

-¡Aun están peleando, Percy!-dijo Frank-. Podemos lograrlo.

Percy Jackson: El Hijo de Hestia II, Los Héroes del Olimpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora