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—El día de hoy, todos estamos reunidos... porque es el día de las votaciones. —Dijo seriamente el Mariana. —Y yo solamente quiero pedirles, desde el fondo de mi corazón, que no voten a Navi, porque sino me quedo sin bartender, todos nos quedamos sin bartender, y nadie quiere eso.

—Oye, ¿Y si me quiero ir? Eh, eh, no pensaste en eso, menso.

—El que vote por esta pendeja, se queda sin comer toda la semana.

—Estoy muy nerviosa. —Murmuró Alana, quién fue abrazada por Barca, y éste beso su cabeza.

—No te preocupes, la que va a salir primero soy yo. —Les dije. —Me puse mis mejores trapos para salir decente de esta casa.

—No mames, yo ya te iba a mandar a cambiar. —Me dijo Aldo y yo lo miré feo. —Es que también tu, parece que te vestiste del diario.

—¿Qué tiene mi autfit? Está bien coqueto. —Dije haciendo un puchero.

—Navi, traes sudadera.

—Es que hace frío.

—Navi, si sobrevives esta semana, vamos a hacer algo con tu imagen. —Me dijo Ari.

—Si por favor, parece vagabundo.

—Oyeme, ¿Qué te pasa? Si estoy bien aesteril, así como dice la chaviza.

—Lo bueno de ésto es que me voy a poner una buena pedota después. —Dijo Mariana emocionado.

—Caray, eres un alcohólico. —Le dije sentándome en las sillas de la mesa.

—Solo el amor verdadero romperá el hechizo de mi alcoholismo. —Dijo haciéndome ojitos, mientras se reía.

—Pendejo.

Noté que Roier me miraba, fruncí mi entrecejo y luego volteé a verlo.

—¿Qué me ves?

—¿Tu nunca usas vestido, shorts o algo así?

—No, ¿Por qué?

—Es que siempre usas pantalones largos, y sudaderas, o playeras de manga larga.

—Ah, es que aquí entre nos... bueno entre todos, tengo piel de duvalin.

—Ah caray, ¿Cómo es eso?

—Que del cuello para arriba estoy más morena, de los brazos estoy medio, y de lo del medio estoy blanca.

—Estas bien pendeja.

Habitantes, en breves estaremos iniciando las votaciones. —Hablaron desde los parlantes.

—Ingesu, ya valió. —Murmuré. —Bueno, nuevas amistades, solo quiero decirles que fue un gusto haber coincidido con ustedes, todos son increíbles y... -

Roier me había puesto un puñado de papas en la boca.

—Ya cállate, babosa.

—Mhlmhmnhnjuhm.

—La tuya por si acaso.

Tragué las papas y lo miré feo.

—Nomás no te parto tu madre, porque luego el Cellbit se queda viudo.

—Iih, no, te mata, viene desde Brasil y te mata la neta.

—Y que traiga a Lore por favor. —Chillé emocionada. —Andale, mejor si te mato. Ay wey, ya me voy a cambiar.

—¿No que no?

Al final, me puse algo medio mi estilo pero que se viera lindo.

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Cinnamon Girl   |   Roier Donde viven las historias. Descúbrelo ahora