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Las cosas con Roier iban muy bien... demasiado bien.

—¡Cinco marcas de tampones, yayayaya! —Exclamé pellizcandole el brazo.

—¡Ay, ay, no sé, yo no sé de eso!

Lo solté y él me lanzó un cojín.

—¿Por qué hiciste eso, mensa? —Lloriqueó.

—Las cosas van muy bien, necesito pelear, rápido, dame un motivo de pelea.

—Eh, eh... no me lavé las manos.

—No mames Roier, vete a lavar las manos, mendigo cochino, puerco, menso.

—Ay, pero no fuera tú, porque... porque...

—Ni sabes que decir.

—Algo debes tener. —Me dijo mirándome feo. —Oh ya sé.

—¿Qué?

—Eres muy desordenada, siempre dejas toda la pinche ropa echa bola en tu armario.

—Pero es mi armario, no tuyo, menso.

—Pero yo me esfuerzo en que cuando sale la ropa de la secadora, me esfuerzo en doblarla, pero tú nomás la agarras y la echas al ahí se va, nunca valoras mis esfuerzos, caray. —Fingió llorar y yo solté una carcajada. —Ni siquiera valoras mis sentimientos, ve, ahora te estás riendo, malagradecida.

—Es que para qué voy a dejar todo ordenado, si siempre que agarro ropa se desparrama todo. Además, tu siempre dejas la pinche tapa del baño arriba.

—Pues porque hago del baño, mensa. Pero ni hablemos de que tuuuu, señorita doña perfecta, dejas tantito la llave del lavabo abierta, nunca la cierras bien y toda la pinche agua se anda desperdiciando.

Ambos nos pusimos a pelear en broma, así eran siempre nuestras pocas peleas, solo una vez si nos peleamos, pero porque el pinche Roier agarró mi shampoo, y yo soy bien especialita con mis cosas. Todo lo tengo contado, pesado, y todo lo necesario. Y obvio fue él, porque nadie más vive con nosotros.

Y pues ya, nos peleamos y pero ya andamos al cien, aún así tiene prohibido tocar mis cosas, a menos que me las pida, ahí si se las doy hasta con gusto.

—Ya cállese, pinche vieja alcahueta. —Me dijo jalándome de la cintura para después darme un beso lento y bonito.

—Mendigo viejo mitotero. —Le dije mordiendo su labio.

—Ay, ay, salvaje.

Hace poco habíamos hecho pública nuestra relación, mayoría lo tomaron a bien. Y pocos estaban molestos porque según había sido mi culpa que Roier terminara con Sabi, y otros pocos decían que yo lo quería por conveniencia.

Pero no era así, yo en verdad quería a Roier, y él me quería a mi.

Después de muchos años, veinte años de mi vida, sé lo que significa gustar de alguien, querer a alguien, e incluso estoy sintiendo lo que significa amar a alguien.

—¿Vamos a ir con Ronny? —Me preguntó.

Por cierto, me metí a la velada del año cinco,  cosa que era increíble y me he estado preparando muy bien para ese momento.

Aunque sinceramente me daba igual si ganaba o no, mientras no me hagan la mamadota que le hicieron a Rivers contra la española.

—Yo voy a ir con Ronny, tu te vas a quedar aquí a tomar el sol, hacerte la manicura, y así. —Le dije burlona.

—Ay, si, que bueno que me dices eso, porque yo ya andaba bien ocupado, ya saqué cita para la manicura y la pedicura, también la depilación y eso.

—¿Neta quieres una depilación? —Le pregunté divertida.

—No, no, era broma, te juro que era broma, mi vida.

—Ya te la pelaste, regresando te voy a depilar, y lo voy a subir al istagrem para que todos vean tu sufrimiento.

—No, no, por favor, era bromita, de chill cómo dice la chaviza.

—Vamonos, tengo que pasar a comprar cera.

—No, amor, te juro que era de bromita.

—Te la pelaste, fuimonos.

°°°

—Pinche Rivers salvaje. —Le dije sintiendo la sangre salir de mi labio. —Ya es la segunda vez, culera.

—Y si hay una tercera mejor. —Me dijo con una sonrisita malévola.

—Lo bueno que ya no tiene brakets. —Murmuró Roier.

—¿Es neta que te vas a dejar depilar, Boiler? —Se burló Mariana luego de ver su celular.

—Noo, ¿Quién dice?

—La Navi lo subió a Instagram. —Dijo enseñándole mi foto, la que justamente me acababa de tomar antes de subir al ring.

—¡No mames Navi!

—¡Voy a disfrutar más eso que ésto, te lo prometo! —Exclamé lanzándole un beso.

Rivers aprovechó eso para darme un golpe en la cara.

—¡Ándale perro, póngame atención! —Exclamó Rivers y yo me puse chida para los madrazos.

Ahora sí había entrenado chido para darle en su madre, antes me ganaba, pero yo fui creada para ésto.

—Tsss, yo no sé, pero cuando se enoje te va a partir tu madre. —Le dijo Mariana a Roier.

—Ya ni me digas, en la mañana me pellizcó bien gacho. —Lloriqueó sobándose el lugar afectado.

—¿Qué? ¿Ya te cansaste anciana? —Me burlé viendo a Rivers jadear, mientras yo daba saltitos de entusiasmo por el ring.

—Anciana tu... tu pinche wey, que ya está bien ruco.

—¡Heeey! —Exclamó indignado Roier. —¡Dale en su madre por mi, mi vida!

—A sus órdenes nalgón. —Dije y salté para darle en su madre a la Rivers.

—¡Eso, dale duro!

—Verga, no sé si irle a mi enano o a la Yalid, las dos son monstruos, yo lo siento mucho por Nimu la verdad.

—¡Chingale mi amor, izquierdazo, derechazo, gancho al hígado!

—¡Roier, cállate! —Le gritó Rivers.

—¡Oooh, producción dice Rivers que le grites ti también!

—¡Vamos Sammy, partele su madre!

—¡Con gusto!

—¡Aguanta, mi morra no es de hule!

—¡¿Cómo que tú morra?! ¡Naco! —Exclamé y él se carcajeo.

—¡Perdón!

Finalmente Ronny dio por finalizado nuestra pelea, pero como siempre nadie quiere decirnos quien ganó.

Cinnamon Girl   |   Roier Donde viven las historias. Descúbrelo ahora