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—Extraño mi celular. —Murmuré dejándome resbalar en el sillón, hasta caer al suelo.

—Ni siquiera nos dejan prender la tele. —Murmuró Rivers.

—¿Qué hacen los demás? —Pregunté levantando la cabeza cuál suricata para buscar a los demás.

—Quien sabe, se salieron al patio.

—¿Sabes tocar el ukulele?

—Si, ¿Por qué?

—Mágicamente apareció un ukulele ahí. —Dije señalando dicho instrumento.

—Ah caray, ¿En qué momento?

—No tengo idea, pero ve a tocar algo, diviérteme bufón. —Dije moviendo la manita para que fuera.

—Mamona. —Se rió tomando el instrumento y luego regreso a su lugar. —¿Qué tocó?

—La cucaracha. —Dije y ella levantó el ukulele para pegarme pero no hizo nada.

—Ya sé, ¿Te sabes alguna de Billie Eilish? —Preguntó moviendo las cuerdas o no sé realmente qué hacía.

—Mhmm, ocean eyes, oh, oh, la de Hot Line Bling, no es de ella pero . —Dije y ella asintió comenzando a tocar. —La neta yo no sé cantar, pero a ver cómo sale.

Ella inició nuevamente y entonces me dispuse a cantar con nervios, no podía afinar bien por los nervios, no había cantado más que en la ducha, y con Roier esa vez pero canté a lo wey.

—You used to call me on my cell phone. —Ahora si cante bien, cosa que Rivers notó y sonrió asintiendo. —Late night when you need my love, call me on my cell phone...-

—¿¡Qué están haciendo!? —Exclamó Roier detrás del sillón.

—¡Aaaaahhhh! —Chillé.

—¡Aaaaahhhh! —Chilló Rivers y golpeó a Roier con el ukulele, rompiendolo en el momento.

—¡Ah, mi caraaaa! ¡Mi hermosa cara!

—¡Pendejoooo! —Exclamó Rivers llevándose las manos al pecho. —¡No nos espantes, pendejo!

—Me duele mi carita. —Lloriqueó. 

—Mocos, nos van a cobrar el ukulele. —Murmuré mirando dicho objeto roto. —¡No se preocupen, Roier lo paga!

—¿Y por qué yo? ¡Si a mí me golpearon con eso!

—Ya, pero tú carota lo destruyó, además nos espantaste, es lo justo. —Murmuré cruzándome de brazos.

—Navi tiene razón, por pendejo nos asustaste, y por pendejo vas a tener que pegar por ésto. —Dijo dándole el instrumento.

—Ay no, ni madres, ustedes me golpearon.

—Y si no aceptas el trato te vamos a colgar de un palo y te vamos a lanzar a la piscina. —Gruñí malévola.

—Y solo en chones. —Sonrió Rivers mientras ponía sus manos en posición de pelea.

—Por eso digo que mejor les hago caso. —Murmuró tomando el instrumento con miedo.

—Más te vale, mugroso, más te vale. —Le dije volviendo a sentarme y Rivers me imitó. —¿Y ahora que hacemos?

—¿Vamos a molestar al mojón?

—Nah se está bañando.

—¡Si es cierto! —Exclamó asustandome. —¡Pusieron un saco de box en el gimnasio!

—¿Tenemos gimnasio?

—Ven, te enseñaré box. —Me dijo jalándome de la sudadera para ir las dos hacia dicho lugar del que yo desconocía.

Cinnamon Girl   |   Roier Donde viven las historias. Descúbrelo ahora