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—¿Y ahora tú qué? —Preguntó Molly mirándome. —¿Por qué esa cara larga?

—No pude dormir.

—¿Y eso?

—Me acordé de los buenos momentos cuando tenía mi celular, y me puse a pensar en la noche lo grandioso que sería tener mi celular. No te valoré lo suficientemente, celular. —Lloriqueé.

—Navi, pasa al confesionario.

—Ah caray, ¿Y ahora?

Me levanté de la silla y camine hacia dicha habitación, ya ahí noté una bolsita rosa.

—¿Qué es? —Pregunté saliendo de la habitación.

Molly me miró curiosa, así que yo saqué el contenido de la bolsa, y entonces lo noté.

—¡Genial! No es uno real, pero al menos sirve. —Sonreí sacando el celular de juguete. —¡Gracias, jefita!

Era un celular de esos que apachurrabas las teclas, y en la pantalla están unos aros, que se movían con el aire de las teclas, los aros se tenían que insertar en un palito. De fondo tenía una langosta sonriente.

—De nada, Navi.

—Yey, que genial. —Sonreí emocionada moviendo las teclas para que los aros entrarán en los palitos.

—¿Cómo puede divertirte eso? —Preguntó Molly.

—Es una niña chiquita en el cuerpo de una casi adulta. —Dijo Aldo pasando mientras comía papitas.

—¿Qué me sabes, eh? —Lo miré feo pero luego volví a mirar mi celular.

—Uy, te sé un buen de cosas. —Murmuró.

—No digas nada, que esas cosas se queden solo en tu memoria. —Lo señalé sentándome en el suelo, con la espalda recargada en el sillón.

—¿Oigan, alguien ha visto...? ¡Celular!

—¡Es mío!

—¡Dámelo, dámelo!

—¡Nooo, es mío! —Chillé tratando de quitarle mis celular de sus manotas. —Nooou, mi celular.

—Hace mucho no tenía un celular, se siente increíble, ay mira, es de agüita. —Dijo Mariana jugando con mi celular. —¿Por qué no salta? ¡Salta maldita cochi...! Chin.

—¡Nooo, ya lo rompiste! —Lloriqueé mirando como se le salía el agüita. —No me duró ni veinte minutos.

—Ya, saliendo de aquí te compro un aifon real. —Me dijo dándome mi celular.

Hice un puchero viendo que ya no funcionaba.

—¿Señor langosta? —Lloriqueé.

—Eh, este celular me recuerda a Carre y su sonido de aiaiaia, a ma litle buterflai. —Dijo Aldo pensativo. —¡Pendejo pero no debiste haberle roto su celular!

—¡Es que no saltaba esa madre!

—¿Quieres que te lo arregle? —Me preguntó Roier.

Por un momento iba a decirle que si y dárselo, pero después recordé lo que me digo y negué rápidamente.

—No, yo puedo sola. —Le dije levantándome para ir al baño.

Roier suspiró y Mariana soltó una risita.

—Te dije cabrón. —Murmuró para después volver a lo que estaba haciendo.

°°°

Cinnamon Girl   |   Roier Donde viven las historias. Descúbrelo ahora