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Han pasado mil años, hubieron risas, peleas, mentadas de madre, reconciliaciones, borracheras (en las cuales ya no participé), fiestas, bailes, llegaron visitas y demás.

Los chicos cumplieron años, Roier ahora tenía 22, Rivers ahora tenía 25.

A mí me pasaron un chingo de cosas más, me subí al pinche balcón de la casa, pero resulta que era utilería y me caí, por suerte ando bien. Cuando dormía los pinches gachos de los weyes esos me sacaron con todo y colchón a la piscina.

Nada originales déjenme decir.

Pero lo más gacho llegaba cada fin de semana.

Alana, Molly, y Spreen se habían ido de la casa. Las primeras dos por votaciones, y Spreen porque ya no aguantaba estar más tiempo en la casa y se fue.

Pendejo no dura nada.

Así que solo quedábamos, Ari, Rivers, Aldo, Mariana, Roier y yo. Y ésta semana se decidía quien sería el último en salir, quedando en los últimos cinco lugares. De los cuales, los primeros tres serían más importantes.

Lo que me preocupaba un poquito ahorita, era que todos estaban en bolita hablando entre susurros, mientras yo jugaba con uno de los conejos de la vez pasada.

—Seguramente se están poniendo de acuerdo, en que me votarán para que salga yo. —Murmuré hacia el conejo blanco, lo puse en mis brazos y comencé a acariciarlos, justo como hacen los villanos en las películas. —Pues ni modo, si me toca salir, fue un gusto convivir con todos ellos, no todo el tiempo te dan oportunidades para poder estar dentro de una casa con todos tus streams favoritos.

Después noté de reojo que llegaba un conejo más grande a su madriguera, pero luego salía buscando algo, o a alguien. Apenas vió que tenía a su hijo, se levantó en dos patas.

—A la verga, ya llegó tu mamá, pánfilo. —Dije tratando de dejarlo en el suelo, pero la coneja corrió hacia mi para golpearme con sus patas traseras. —Aguante doña, ¿Por qué hace ese sonido? ¡Deja de pegarme! ¡Auch! ¡Auch! ¡Autsilio! ¡Me golpea un conejo!

Los demás corrieron a auxiliarme, Mariana me ayudó a levantarme mientras Aldo quitaba a la coneja.

—¡Ay, me mordió!

—¡Pero no la sueltes así!

Y entonces... la coneja dejo de moverse.

—¿Qué le pasó? —Preguntó Ari.

Me acerqué a la coneja, y puse dos dedos en su cuellito.

—Hora de muerte, dos treinta y ocho. —Murmuré. —Los familiares son cinco conejos chiquitos, aparentemente son sus hijos, no dejen que vean a la madre...

—Descansa en paz, Coneja Blaz.

Pero en eso que revive la pinche coneja y me salta en la cara.

—¡Aaaahhh! ¡Quitenmela, quitenmela! ¡Veo sus ojos rojos!

°°°

—Neta, estás maldecida, todo el tiempo te pasa algo. —Me dijo Rivers burlona.

—Al menos no tenía rabia. —Bufé mientras Ari me ponía curitas en toda la cara. —Ya mejor ponme una venda y adelantamos la fiesta de Halloween.

—Oye si, deberíamos hacer una fiesta con cada temática, ahorita siguen las fiestas patrias. —Dijo Rivers.

—No mamen, ya se fue un buen de gente y todavía no vamos ni un mes. —Murmuré pensativa. —¿Creen que adelanten ese pedo del ganador? Tipo, Carre y Spreen se salieron, son dos semanas menos, ¿No?

Cinnamon Girl   |   Roier Donde viven las historias. Descúbrelo ahora