—Profesor Morgan, disculpe la hora, pero necesito hablar con usted.
—Jesse, ¿qué sucede?
—Estoy muy mal, profesor.
—Tranquilo, te voy a pasar la dirección de mi departamento. Te espero allí.
—Perdone la hora, en verdad.
—No te preocupes, es viernes. Estoy despierto.
London le dio una nueva pitada al cigarrillo. No recordaba la última vez que fumó, como tampoco alcanzaba su memoria la última vez que se había sentido nervioso por encontrarse con alguien que lo atraía como Jesse Callum.
Desde el día en que lo conoció sintió algo por él, aunque su cabeza encendió todas las luces de alerta cuando esos ojitos negros de pestañas tupidas se enfocaron en él. La triste verdad lo golpeó con la dureza de una roca. London podía tener a cualquiera, excepto a ese muchacho. No obstante, su cerebro no estaba en consonancia con su cuerpo y tampoco con el de Jesse que cada día se unía más a él. London sentía que ambos se complementaban, se ayudaban. Jesse apenas entrecortaba las palabras cuando estaba a su lado, hablaba con la fluidez y naturalidad de una persona que está a gusto con la compañía.
London quería hacerlo sentir seguro, protegido, cuidado.
«Amado».
¿De qué mierda estaba hablando? ¿Cómo podría darle amor cuando el pasado de ambas familias le tocaba el hombro y le decía «aléjate de allí»?
A su mente vinieron los cuantiosos momentos en los que había visto llorar a Jesse en la cafetería cerca de la universidad, en su mirada triste que le indicaba que el dolor estaba tan metido en su interior que jamás saldría de allí. Se limpiaba las lágrimas una y otra vez, sus orbes negros, esos que provocaban que a London le temblaran las piernas, siempre estaban hinchados. Jesse estaba roto, en mil pedazos, en minúsculas partículas que nunca se reunirían y volverían a su posición original. London era bueno leyendo a la gente, y solo necesitó un par de palabras en una tarde de lluvia con ese muchacho para entenderlo.
«No es tu problema».
Su cabeza, como la metiche insistente que era, le decía eso todo el tiempo ¿Qué más le daba su tartamudeo? ¿Qué le importaba que algunos rieran cuando le hacía alguna pregunta en la clase?
London era hijo de Ariadna Morgan, hermana de Río. Desde el primer momento la mujer mantuvo a sus hijos fuera de todos los negocios de su familia. London no era millonario, no le había ido mal en la vida, pero jamás tendría el nivel de vida de Bryce y sus hermanos. Tampoco le interesaba. Se graduó como arquitecto con solo 22 años, tenía algunos trabajos en cuenta propia y enseñaba en la universidad desde hacía tres años. London vivía tranquilo. Tenía un departamento en el edificio que pertenecía a Bryce. Fue un regalo, uno que había sido incapaz de rechazar, una fastuosa estructura que costaba cien veces los salarios de todo un año en la universidad.
ESTÁS LEYENDO
Sangre y Cenizas (bilogía SYC) Romance hetero y gay +18
RomanceHay una leyenda que los valientes susurran y los cobardes callan por temor a una muerte segura. La leyenda de un demonio que se enamoró de la fragilidad de una rosa, de su sonrisa cálida y el océano que se reflejaba en sus ojos. Un demonio incauto q...