Sus labios parecía que se llamaban en una hoguera que contrastaba con el vendaval que se desataba en el exterior de esa pequeña casa que encerraba muchos secretos. Ahora tendría uno más, uno que ninguno de los dos olvidaría. Bryce la arrojó sobre las sábanas frías, y el contraste con sus pieles se sintió maravilloso. El demonio serpenteó con su lengua el cuello y volvió a sus senos. Abrió su boca al límite y se tragó gran parte de uno. Mayka se mordió el labio inferior. Presenciar tal acto descarnado estaba a punto de causarle un orgasmo. Mayka le acarició el cuero cabelludo y lo masajeó. Bryce ronroneó ante el toque mientras seguía brindándole un placer inimaginable.
—Demonio...
—Bryce —replicó antes de rodear con su lengua la aureola de su pezón derecho—. Llámame por mi nombre.
—Eres un demonio —dijo Mayka antes de gemir cuando volvió a succionar—. Me haces querer cosas que jamás pensé en mi vida.
—Y recién estoy empezando, cariño.
La lengua de Bryce, ese instrumento de placer innato que no solo complacía con su toque, sino con sus palabras, se deslizó hacia el sur. Bryce desperdigó besos sobre su abdomen y sus grandes manos lo acariciaron con vehemencia. Mayka pensó en los rollitos que habían salido en las últimas semanas, esos que intentaba mantener a raya, pero el chocolate lo hacía casi imposible.
—Eres tan hermosa.
Solo con esas palabras las dudas de Mayka se disiparon.
Bryce salpicó besos húmedos por su cintura, luego por su vientre, y descendió hasta su monte de Venus. Besó los labios como quien pide permiso para una intromisión. Mayka abrió las piernas y le mostró su feminidad.
—Soy un bastardo, Callum —susurró con voz ronca—. De verdad no tienes idea de las cosas que mi cabeza me pide hacerte.
—Hazlas. —Mayka lo animó a más, lo impulsó a todo—. Nunca tuve miedo de un hombre, y no empezaré ahora justo con uno que solo me dará placer.
—¿Tan segura estás de mis intenciones?
—Como un águila cuando levanta el vuelo.
Bryce besó el comienzo de sus labios vaginales. Mayka apoyó sus codos y antebrazos en la cama para contemplar la escena.
—Eres muy poética cuando te lo propones.
—Quiero esa lengua tuya haciendo lo que mejor sabe hacer. ¿Me la darás?
La lengua de Bryce aceptó el desafío. Dio un lametazo por el contorno, y Mayka se estremeció. Sus ojos se enfocaron en el techo y sus terminaciones nerviosas captaron la lengua que iba y venía sobre sus pliegues. Minuciosa, demandante, todo lo que esperaba. Las grandes manos se estacionaron en sus pechos. Los dedos pulgar e índice se ajustaron en sus pezones y los hicieron rodar de un lado a otro. Mayka se recostó. Era genial atestiguar cada cosa, pero mucho mejor era simplemente sentir en cada célula el enorme placer que le provocaba el tacto de Bryce. Mayka sujetó ambas manos del hombre en sus senos para que continuaran con su arduo trabajo. La lengua talentosa exploraba y despertaba sensaciones que hasta ese momento la mujer desconocía que existían. Puntos de excitación que florecían ante el prodigioso amante. La forma en que succionaba... Mayka cerró los ojos y gimió ante esa especie de máquina detonadora del éxtasis femenino. Levantó la pelvis en búsqueda de más contacto cuando un par de dedos la hicieron temblar.
Era la primera vez que algo más que un aparatito de plástico profanaba su coño. La columna se arqueó y sus piernas temblaron ante el inminente orgasmo. Bryce apuró las estocadas en combinación con el aleteo de su lengua. Mayka se cubrió la boca y en su estómago sintió el poderoso Big Bang. Cerró las piernas y sostuvo con fuerza la cabeza de su amante allí abajo. Se vino y pensó que asfixiaría a esa pobre alma que seguía dando embestidas en su interior.
Bryce se mantuvo dócil. Permitió que la fuerza de Mayka lo abstrajera de la realidad, que ella también lo hiciera suyo de la manera que deseaba. Ya tendría él su turno, y no se guardaría nada. Era simple: contaba con el permiso de esa diosa para satisfacerla y encontrar alivio para él mismo. Las piernas de Mayka aflojaron el agarre. Bryce dio un par de lamidas más y besó el interior de sus piernas. Luego se sentó sobre sus talones en la cama. Mayka tenía los brazos extendidos y sus senos subían y bajaban. Se estaba recuperando del orgasmo.
—Bien para empezar, ¿verdad?
Mayka rio ante la muestra de soberbia y ego de su amante.
—Sí —contestó mientras recuperaba el aliento—, pero estimo que puedes mejorar, ¿no es así?
Mayka era una delicia para degustar despacio. Un plato premium de edición limitada, uno que no cualquiera había tenido el privilegio de probar. Esta mujer tenía un talento innato para la guerra, pero también para el sexo. Su sensualidad le venía por naturaleza.
Bryce, sentado sobre sus talones, se posicionó entre las piernas extendidas. Sostuvo su miembro con su mano derecha y golpeó en los genitales sensibles de Mayka. La mujer frunció la boca y contuvo un gemido.
—Si lo anterior te ha gustado, esto te volará la cabeza.
—Fanfarrón —se burló, aunque sin duda pensó que, si el orgasmo de recién había sido brutal, tener esa delicia en su interior sería mil veces mejor.
Bryce tomó un condón de los que estaban en la cama y se enfundó en él. Después colocó una porción abundante de lubricante. El bastardo volvió a dar golpecitos sobre la vagina. Mayka se retorció. Necesitaba más, y Bryce también. Percibió la enorme y húmeda cabeza sobre su entrada y el deslizamiento lento hacia el interior. Dio un quejido cuando la extensión incursionó en lo profundo de su ser.
—¿Estás bien?
—Dios, ¿cómo carajo piensas meter todo eso en mí?
—Relájate. —Bryce contuvo el ímpetu de perforarla con velocidad—. Es incómodo al principio.
—¿Qué? —Mayka gimió de nuevo—. ¿A ti te lo han hecho?
—No —esgrimió algo divertido—, pero siempre dicen eso al principio. Después...
—¿Qué?
—Ya lo verás.
Bryce se lanzó sobre su cuerpo. Sus pezones se erizaron al entrar en contacto con los de Mayka. Tenía toda esa hermosa y delicada piel a su disposición. La besó con hambre, como venía haciéndolo desde que se embargaron en esta locura. Y fue Mayka quien enganchó las piernas tonificadas en su cintura y se deslizó sobre la imponente verga. Bryce se mantuvo estático. Ambos se miraban. Mayka le decía tantas cosas en ese momento sin esbozar una mísera palabra. Su pelvis ágil y exploradora se balanceaba sobre la enorme extensión. Mayka volvió a gemir, pero esta vez de puro placer. Los brazos de la mujer estaban sobre el cuello musculoso. Echó la cabeza hacia atrás mientras su caderas se mecían con una velocidad continua.
—Dios.
—¿Dios? No, cariño, a Dios no le gustan estas cosas.
Bryce acompañó el vaivén con lentitud esta vez. La luz amarilla y tenue de la habitación mostraba sus gestos, la manera en que sus cuerpos se acoplaban. La silueta de Mayka entre sombras era mucho más excitante.
—Fóllame.
—Dilo de nuevo.
—Fóllame —pidió Mayka sin tapujos—. Házmelo como tú sabes.
Y por esa noche el Demonio se propuso dar rienda suelta a todos sus deseos.
Una estocada fuerte y profunda. Mayka se arqueó en ese instante.
—Bryce —gimió su nombre, y se abrazó con todas sus fuerzas al hombre sobre ella.
—Tranquila, amor —musitó en su oído antes de agarrar sus brazos y ponerlos sobre su cabeza—. Esta noche será inolvidable para los dos.
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Sangre y Cenizas (bilogía SYC) Romance hetero y gay +18
RomanceHay una leyenda que los valientes susurran y los cobardes callan por temor a una muerte segura. La leyenda de un demonio que se enamoró de la fragilidad de una rosa, de su sonrisa cálida y el océano que se reflejaba en sus ojos. Un demonio incauto q...