Bryce había llegado hacía solo media hora. Saludó a Johana, su madre, que corrió a abrazarlo y besarlo. Lloraba. Derramaba amargas lágrimas y tocaba su rostro. Bryce sintió una punzada de dolor inmenso en el pecho. No le hubiera importado morir, pero dañar así a su madre era imperdonable. Besó su rostro una y otra vez, cerciorándose de que era real, de que su hijo estaba vivo y en sus brazos. Sus hermanos menores también lo saludaron y le dieron su cariño.
Y con todo ese cariño y amor que circundaba el recuerdo de Mayka y su imagen impúdica no abandonaban su cabeza.
«Mayka».
Bryce tuvo miedo por ella. Luego entendió que la estaba subestimando. Río tenía razón, Mayka era una rosa, una flor con espinas hasta en sus pétalos. No había nada que temer, ella se defendería y podría frente a todo lo que su familia le impusiera.
Río y Anael lo miraron desde la escalera, en la planta alta de la mansión. Bryce cuadró sus hombros y esperó a que estos bajaran.
—Hijo.
Río lo estrechó en sus brazos del mismo modo que su madre y le palmeó la espalda con fuerza. Fue la misma sensación que la caricia de su madre. Río intentaba tomar consciencia de que por un milagro sus hijos mayores estaban vivos.
—Te esperaba ayer junto a Eric.
—¿Cómo está él? —Bryce anuló una posible pregunta.
—Recuperándose. Llegó hace un momento. Lo primero que hizo ayer fue ir a una clínica. Hicieron un gran trabajo.
—Hicimos lo que estuvo en nuestras manos.
—¿Es verdad entonces?
Bryce se humedeció los labios. Era incómodo hablar de su vida personal. Era un hombre de treinta y cinco años, no un adolescente.
—Mayka Callum nos salvó.
—¿A cambio de qué?
—Ella no ha pedido nada. Entiendo que es difícil pensar en un Callum sin dobles intenciones, pero ella lo es.
—Primero London, ahora tú —reprochó Río.
El resto de sus hermanos se miraron entre sí y los dejaron solos allí, al borde de la escalera de esa enorme mansión pintada de blanco.
—¿Qué carajo les pasa?
—Eric no ha terminado herido por mi culpa ni tampoco por la de London.
Río hizo una mueca de una sonrisa y después se humedeció los labios.
—¿Crees que no me siento culpable?
—No importa si te sientes culpable o no —replicó Bryce—. Lo que te pido es que no intentes causarnos cargo de consciencia a nosotros cuando sabemos perfectamente que la reacción de Theodor Callum se debe a que nos metimos en su territorio. —Se cruzó de brazos y esperó la devolución de su padre, de ese hombre que estaba quebrado. Pocas veces el semblante de Río había estado tan demacrado como en ese instante.
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Sangre y Cenizas (bilogía SYC) Romance hetero y gay +18
RomanceHay una leyenda que los valientes susurran y los cobardes callan por temor a una muerte segura. La leyenda de un demonio que se enamoró de la fragilidad de una rosa, de su sonrisa cálida y el océano que se reflejaba en sus ojos. Un demonio incauto q...