—¿Qué quieres?
—Saber el motivo por el cual estás en mi edificio, así que más vale que cooperes o los Callum tendrán un asesino menos en solo un segundo.
«La madre que me parió».
Estaba atrapada, este hombre no me quitaría los ojos de encima mientras subíamos por el ascensor hasta el décimo piso. Desconocía cómo contener la sangre de su nariz, aun así, el arma siempre estaba apuntándome. De verdad lamentaba haber arruinado esa hermosa cara, pero no tuve alternativas.
La puerta del ascensor se abrió y él se alejó un poco, me hizo una seña para que avanzara. Lo hice, siempre atenta a un posible movimiento. Me mantuve tranquila, él sabía que estaba en su edificio, podía alertar a los demás y de igual modo ya no podría cumplir mi objetivo.
«¿No te cansas de ser patética?».
La voz de Owen resonó en mí, de seguro me diría eso, como cada vez que me equivocaba, aunque mi margen de error fuera escaso.
—Iremos a mi departamento.
—¿Qué?—la afirmación me sobresaltó—. Yo no tengo nada qué hacer allí.
—Por supuesto que sí—aclaró tranquilo mientras contenía el dolor de su tabique roto—. Ya te dije que, si quieres salir de aquí viva, vas a tener qué hablar.
Guardé silencio, tarde o temprano este hombre descubriría las razones y me asesinaría de igual modo. Caminamos por el pasillo, miré de soslayo la puerta del departamento en donde se encontraba Jesse y seguimos de largo hasta el final.
—Detente ahí—me ordenó—, tus manos sobre la pared del costado, abre las piernas.
Coloqué las palmas sobre la pared húmeda y fría de color blanco. Di un suspiro cuando él se posicionó a pasos de mí y presionó un código para abrir la puerta y empujó con la perilla.
—Ahora, entra.
Di pasos hacia atrás, me giré e ingresé al lugar. Su departamento era ostentoso como todo lo que había en el edificio. Las paredes color crema contrastaban con el piso de madera brillante y oscura. Era un espacio abierto, cubierto de ventanas las cuales, en ese momento, estaban cubiertas por cortinas de blancas de seda. Solo uno de los ventanales se mantenía abierto, frente a él había una enorme mesa para doce personas, y sobre ella, un jarrón antiguo de porcelana.
—Pasa, ponte cómoda—ironizó y esta vez me giré hacia él. Bryce mantuvo la distancia. No quería repetir el error causante de que su nariz estuviera cubierta con un pañuelo ensangrentado.
Mis tacones se sentían diferentes en el piso de madera, no tan ruidosos como en el mármol de mi hogar. Me senté en una de las sillas al lado de esa mesa de vidrio perfecta que, sin dudarlo, sería la envidia de mi «querido» abuelo.
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Sangre y Cenizas (bilogía SYC) Romance hetero y gay +18
Roman d'amourHay una leyenda que los valientes susurran y los cobardes callan por temor a una muerte segura. La leyenda de un demonio que se enamoró de la fragilidad de una rosa, de su sonrisa cálida y el océano que se reflejaba en sus ojos. Un demonio incauto q...