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Una semana después

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Una semana después...

—Oigan, pueden relajarse, ¿saben? No necesitan ir detrás de mí todo el tiempo.

Los hombres no respondieron, y Bryce dio un suspiro de resignación. Había corrido casi cinco kilómetros con esos orangutanes pegados a su culo.

«Si no piensas en tu seguridad, al menos piensa en tu madre».

Río conocía a sus hijos. Sabía muy bien dónde tocar la fibra para romper una posición férrea. Bryce creía que no los necesitaba. Él era capaz de defenderse por sí mismo. Bueno, hubo un par de veces en las que lo agarraron con la guardia baja, pero no era algo común.

Owen, Isaac y Silas eran letales. Resultaba normal que casi hubiera perdido la vida en sus manos. Y luego estaba el caso de Mayka.

«Mayka».

¿Era común escuchar los gemidos de la mujer en su oído aun cuando llevaba una semana sin verla? Bryce había corrido kilómetros y kilómetros durante una semana, intentando huir de aquello que lo llamaba, de esa tentación ambulante. Sabía dónde vivía, el bufete donde trabajaba, el gimnasio al cual iba... Sus manos se tornaron puños, los cuales quería golpear contra el piso hasta el cansancio.

Los Callums siempre terminaban jodiéndolos de una u otra manera. Mayka lo había tornado su esclavo sin proponérselo. Estaba en su mente todo el tiempo. Mañana, tarde y noche. El aroma y el sabor de su piel, sus manos, que habían arañado su espalda y sus nalgas... Colocó las manos en los bolsillos de su pantalón de gimnasia. Se volvía loco.

¿Tan parecido era a su padre? ¿Es que esa mujer se tornaría imborrable?

—No puedo creer que te haya sucedido a ti.

—¿Qué cosa?

—Enamorarte del malo, imbécil.

Eric se equivocaba. Bryce no estaba enamorado de esa mujer. ¿Desde cuándo uno se enamora de la gente después de un polvo? ¡Imposible! ¡A él nunca le había pasado! Y no permitiría que las ganas pudieran más que el respeto a su familia.

El deportivo plateado que pasó a unos metros de donde él estaba le llamó la atención. Su corazón se detuvo cuando el vehículo paró en la cuadra siguiente y una mujer de traje blanco descendió. Era ella. Bryce se detuvo en su vestimenta impecable. Ese pantalón y la chaqueta hacían que su culo y sus tetas lucieran más pronunciados. Sus tacones blancos la estilizaban y le daban un porte como si se tratara de una actriz. Mayka se arregló el cabello, cargó su bolso blanco e ingresó a una cafetería. Estaba allí después de una semana, un día y tres horas. La mujer de sus sueños más sórdidos estaba a unos pasos de él. ¿Cómo carajo iba a quedarse sin hacer nada?

Los Callums estaban cerrándoles todas las puertas económicas. Estaban minando su poder de una forma tan paciente y metódica que Río se resignó a replegarse y arrepentirse por la osadía de haber querido iniciar un negocio deseado por Theodor Callum.

Sangre y Cenizas (bilogía SYC) Romance hetero y gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora