—¿Cuánta comida chatarra puedes comer, hombre?
Eric observaba a Bryce, quien devoraba una hamburguesa después de no haber probado bocado desde la noche anterior.
—¿Qué? ¡Tengo hambre!
—Lo sé, pero no por eso debes meterte una cosa de tu tamaño a la boca.
—¡Mira quién habla! —Bryce rio—. Seguro que tú te has comido cosas más grandes y ahora te haces el mojigato.
—Quizá —contestó Eric para llevarle la corriente—, pero al menos me limpio la boca cuando lo hago.
Bryce agarró una servilleta y se limpió. Debía reconocer que a veces parecía un cavernícola por la forma en que devoraba la carne. En realidad, parecía una bestia la mayor parte del tiempo.
Eric bebía un té con tostadas, mermelada y queso, y tenía los brazos cruzados sobre la mesa.
—¿Hace cuánto no veníamos a un McDonald's?
—No lo sé —pensó Bryce—. ¿Diez años?
—Más o menos.
Los hombres llegaron a Nueva York a las tres de la mañana y se habían alojado en sus habitaciones. Eric se rascó la barbilla. Ambos llevaban ropa deportiva. Parecía que recién salían del gimnasio cuando en realidad hacía solo media hora se habían podido despegar de las sábanas. El agotamiento hacía mella en ellos, carcomió sus huesos, como si de repente no fueron hombres en sus treinta, sino que se asemejaban a ancianos de noventa.
—¿Alguna novedad? —interrogó Eric, y Bryce negó. Esta vez terminó de masticar antes de hablar.
—Envié un mensaje a papá apenas llegamos. Me dijo que los de Olimpia Zeratos ya están en la ciudad.
—Perfecto —respondió Eric, y levantó las manos—. Ahora firmarás con ellos y todos felices.
—Papá estará feliz —aclaró—. A mí no me cambia nada este acuerdo.
—Nos dará más poder —explicó Eric—. Además, tú estabas muy entusiasmado. ¿Qué te pasa ahora?
—No lo sé —esgrimió Bryce—. Creo que no era buen momento para dejar Inglaterra ambos. El clima no es el mejor, y el hecho de que no tengamos novedades me genera más incertidumbre. Normalmente, algunos de los Callums nos llamaría y nos insultaría, pero ahora nada, como si perder millones de dólares no les hubiera importado.
Eric se humedeció los labios y mordió una tostada. La verdad era que su intuición le había dicho que esto era una mierda desde el primer momento.
—Y está lo del pequeño espía.
—Por Dios, Eric, Jesse no es un espía.
—Nunca te confíes de un rostro inocente y mucho menos cuando sabemos de dónde viene.
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Sangre y Cenizas (bilogía SYC) Romance hetero y gay +18
RomanceHay una leyenda que los valientes susurran y los cobardes callan por temor a una muerte segura. La leyenda de un demonio que se enamoró de la fragilidad de una rosa, de su sonrisa cálida y el océano que se reflejaba en sus ojos. Un demonio incauto q...