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—¿Qué dijo?

—Primero estábamos entrenando afuera, y se escuchó un: "Nena, soy Rick, no me debes nada, se feliz, disfruta cada segundo ahí dentro, haz lo que sientes no lo que piensas". Y después pusieron música, pero él estuvo un buen rato ahí afuera, le ayudé a escuchar y alcanzamos a entender que decía algo como: el amor está más allá del bien y del mal. 

—¿Crees que sí? —eso me olía muy mal. Simplemente no podía imaginar a un hombre que parecía no sentir nada por su compromiso roto hace unos días, con la persona que se suponía amaba, y es que yo en ese momento seguía sin comprender lo que significaba amar. 

En realidad, tenía claro lo que se sentía amar, porque amaba a mi hijo y a mi familia, pero no entendía lo que significaba cuando ese amor iba dirigido a alguien que no era parte de la familia.

Sólo le agradecí a Emilio por las noticias, y me fui al baño, dándole vueltas a: el amor está más allá del bien y del mal. Cuando salí a entrenar Frida estaba más emocionada de lo normal. pero hablaba con Apio de nuevo. Yo aún tenía tantas cosas por decirle debido a la conversación frente a todos del día anterior, y con lo que Emilio me había dicho tenía el doble de preguntas por hacer, pero fue imposible tener un misero segundo a solas, menos en domingo que nos encerraban temprano y todos estaban con los nervios al cien.  

Por la tarde la ayudé a arreglarse, y me entretuve con ella y Emilio hablando de música. Cuando menos me di cuenta, todos estábamos frente a la puerta de la gran decisión, nerviosos viendo a Paul y a Emilio girando, hasta que se cerró aquella puerta. Fue una sorpresa enorme ver a Emilio salir de ese lugar, triunfante, venciendo al gran Paul Stanley. 

Después de que las emociones se calmaron, y después de haber cumplido con el confesionario (como siempre fui el último) finalmente pude entrar a la habitación, listo para dormir, y por alguna razón esa vez nadie me esperó, todos estaban dormidos. O eso fue lo que pensé porque escuché pasos acercándose a la puerta, y después de abrirla, vi su silueta. 

—Nick, no puedo dormir, entiendo si ya quieres dormir, pero muero por hablar contigo. Sólo quiero saber si mañana podríamos encerrarnos en la ducha para hablar sin que alguien nos interrumpa, o si podemos hacerlo ahora -dijo susurrando, y yo supe que ese era mi momento. 

—Vamos afuera -le pedí, y volví a levantarme, pronto volví a ver esa brillante luz de la sala.

—¿Quieres té? —me preguntó y yo sólo asentí. Ella se movió a la cocina, yo me acerqué, y al verla ahí, no pude evitar crear escenarios ficticios con esa chica. Ella en pijama, buscando algo en la cocina, como si estuviera preparando el desayuno para después desearme los buenos días. Entonces llegué a la mesa, y al hacerlo ella me sintió, por lo que se giró y me sonrió. 

Enigma [Nicola Porcella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora