Las palabras nunca le harían justicia, aunque dedicara el resto de mi vida a buscar las palabras exactas de todos los idiomas podría ser tan preciso para narrar todo lo que es, todo lo que representa y lo que me hace sentir. Es por estas razones que...
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-Ayer no pude dormir -me dijo en el gimnasio la mañana siguiente.
-Creo que si estás demasiado nerviosa. Te daría de mis pastillas, pero no sé si es bueno -ella me sonrió en forma de agradecimiento.
-En realidad no tiene que ver con eso. Lo que Wendy hizo ayer de abrirte la puerta y después hacer esos comentarios sobre tu cuerpo, la verdad es que me mantuve neutral en algunos, pero en otros reí. Lo siento, sólo me es necesario que sepas que esa risa se debía a la espontánea que es Wendy y no a sus comentarios con los que no estoy de acuerdo.
-No pasa nada, yo estoy bien -de nuevo ahí estaba Frida, siendo la chica madura y con ese corazón enorme intentando cuidar las acciones y palabras que pudieran bajar la autoestima de alguien.
-Bueno, me alegra saber que no te afectan. Es decir, al menos quería asegurarme de que fuera así, igual planeo no volver a hacerlo -yo dejé de tomar las pesas, y me pare para verla a los ojos, pude ver cómo cada vez estaba más nerviosa mientras hablaba-. Y me parece que tienes un muy buen cuerpo, es decir tu disciplina y tu trabajo te han llevado al punto en el que estás, y eres demasiado fuerte. A lo que me refiero es que tienes unas piernas increíbles, y tú pecho es muy bonito y creo que tus nalgas no son aguadas, me parece que se ven bien paraditas y redonditas...
Yo estaba intentando no reír, pero es que me parecía muy tierno, y parecía que mientras yo más quería reír ella se ponía más nerviosa.
-La estoy cagando ¿Verdad? -yo sólo me acerqué para abrazarla y finalmente reír, mientras ella correspondía a ese contacto.
-En verdad no pasa nada, pero si quieres seguir hablando de mi cuerpo yo estaré dispuesto a escuchar -ahora ella soltó la carcajada, eso la había relajado.
-Es que no quiero que comiences a creer cosas que no son ciertas sobre tu cuerpo, por eso debía asegurarme de que estabas bien. Igual sabes que no es necesario que me mientas y que en verdad me parece que tienes el mejor cuerpo de la casa.
A esto la separé del abrazo para tomarla por los hombros y verla a los ojos. ¿Acaso estaba coqueteando? No lo creo, yo podía tomarlo como eso, pero las verdaderas intenciones con las que lo hacía Frida a veces eran lo opuesto a la forma en que yo los interpretaba.
-¿Entonces te gusta mi cuerpo? -no pude ser menos directo.
-Por supuesto que sí -me dijo viendo a mis ojos-, pero lo más importante es que a ti te guste.
-A mí me encanta -ella demasiado emocionada volvió a abrazarme.
-Eso me alegra y me hace muy feliz.
Entonces continuamos haciendo ejercicio. A diferencia de otras semanas, ahora ya hacíamos ejercicio juntos, ya no nos interesaba vernos cansados y sudados, aunque no voy a mentir: en mis sueños también la veía cansada y sudada, pero de otra forma, y me sentía mal por siquiera considerar la idea de tener sexo con ella. Frida para mí era como aquella pieza de arte a la que debes de prestarle total atención para poder captar todo de ella, era como ese fenómeno que te suspende el juicio y sólo necesitas apreciarlo. Frida era algo distinto a lo que alguna vez había conocido, y eso me mantenía sujetado a ella. Así que dejé de pensar en las palabras que había dedicado a mi cuerpo, para comenzar a hablar de su temor por irse.