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—Leí un par de notas sobre la llamada Fiesta del terror —me dijo, y yo quería casi morirme.

—¿Qué piensas? —le pregunté, quería que me dijera de una vez por todas que yo era una bestia.

—Sé que la prensa es amarillista. No sé si fue real lo que vi, o si fue modificado o si todo fue falso, pero la realidad es que eso te llevó a buscar trabajo fuera de Perú. Y mientras leí esas notas fue inevitable pensar en el libro de Hanna Arendt: Eichmann en Jerusalén —no fue necesario pedirle que se explicara, ella ya era demasiado amable de explicar todas sus referencias a todos aquellos que hablaban con ella y se interesaban por lo que decía, me alegré de saber que ella me consideraba como alguien que si la escuchaba—. En ese libro Hanna describe el juicio de uno de los nazis más temibles que obraron en los campos de concentración: Adolf Eichmann. Su análisis comienza desde el lugar en donde fue realizado ese juicio. Todo estaba preparado para ser un espectáculo, un show mediático que sirvió para culpar a un solo hombre de todos los crímenes cometidos en el nacismo. Eichmann fue visto como la personificación del nazismo, por eso fue el chivo expiatorio de los judíos.

—¿Qué es el chivo expiatorio? Lo he escuchado mucho pero no sé bien qué es —con ella no tenía miedo de quedar como un tonto, porque ella jamás podría verme como eso.

—Algunas comunidades realizaban rituales, específicamente con chivos, en estos se paseaba a ese animal por las calles del pueblo o las ciudades, y todos comenzaban a arrojarle cosas, mal decirlo, y maltratarlo de muchas formas, y al final lo sacaban de la ciudad, ya que creían que hacer eso los liberaba de todos sus errores, se llevaba la mala suerte y alejaba lo malo. Entonces que una persona sea un chivo expiatorio es lo mismo, se convierte en alguien a quien se le señala y a quien se violenta y está socialmente aceptado hacerlo, y pueden pasar muchas razones para que alguien se convierta en chivo expiatorio, pero el hecho es que se le violenta y se le excluye, muchas veces sin siquiera escuchar la versión de su historia.

Yo estaba centrado en su relato, y su olor comenzaba a llegar a mí. Tenía un olor tan peculiar que me terminó enganchado, quería olerla por siempre, no quería irme de su cama.

—Bueno, después de eso vuelvo a Hanna. Eichmann fue el chivo expiatorio, el punto es que la filósofa llega a la conclusión de que el nazi actuó mal, pero lo que pasó con él fue un caso en el que no se escucharon sus razones. Definitivamente era culpable, pero no se le permitió defenderse, y cuando lo hizo nadie lo escuchó, el pueblo judío estaba adolorido, ¿y cómo no estarlo? Pero ese dolor los cegó, y los hizo desquitarse con aquel hombre que actuó mal pero que al final él sólo hacía su trabajo dentro de un sistema que lo sobrepasaba. El punto es que fue castigado sin que se comprendiera las razones por las que actuó de esa forma, al final Eichmann era tan humano como los judíos a quienes mandó asesinar. 

—Es fuerte eso.

—Lo sé. Y con eso no quiero compararte con un nazi —yo reí por eso, definitivamente se había enredado demasiado con eso, pero me fascinaba cuando eso pasaba, ya que sólo ahí yo podía comprender lo complicado que el lenguaje era, tal como ella siempre lo decía, por lo que era necesario hacer un montón de especificaciones, y me encantaba ver cómo ella misma se metía en apuros—. Quiero decir que eres Nicola Porcella, tu caso iba a ser mediático, y te tocó ser el chivo expiatorio de algo en lo que participaste, pero como eras el más famoso te comiste todo lo que les tocaba a otros, o tal vez si eres culpable e hiciste eso. A pesar de eso debes de saber que yo estoy aquí por si deseas hablar de eso, pero vengo en la actitud de Hanna Arendt: sólo necesito comprender. Cuando se pierde la cabeza y no se razona se actúa con la barbarie, por eso es necesario conocer ambas versiones. Yo entré aquí para conocerte a ti por medio de tus acciones y tus palabras, no para conocer a Nicola Porcella por medio de notas periodísticas o por una pantalla.

En ese momento quería abrazarla, deseaba hacerlo, así que no me quedé con las ganas, me moví, me levanté un poco, me sostuve con un brazo y me incliné para abrazarla con el otro. Sorpresivamente para mí, ella correspondió mi abrazo. Una vez que me separé permanecí en esa posición.

—Gracias por eso. Es obvio que tengo errores, pero me encantaría hablarte de todo eso, y lo haré cuando salga, te lo prometo.

Ella me sonrió, yo estaba sobre ella, y esa habría sido mi oportunidad perfecta para inclinarme y besarla, esos labios estaban ahí, casi puestos para mí, pero retrocedí y volví a recostarme. Y hasta la fecha no me arrepiento de haberlo hecho. En realidad, moría de ganas por besarla, pero no sólo la respetaba, la adoraba, y lo que quería era que ella me quisiera también de la forma en que yo la quería, por eso retrocedí. En ese momento supe que realmente estaba enamorado. 

—Lamento recordarlo. Creo que fue imprudente de mi parte sacarlo aquí —me dijo algo preocupada, moviéndose para recostarse de lado, dispuesta a observarme. Me pareció tierna esa acción.

—Está bien, es parte de mi vida y no podré escapar de eso. Me has dejado tranquilo con lo que piensas, sé que estás dispuesta a escuchar —ella sonrió y enseguida se hizo el silencio, se escuchaban las voces distantes de nuestros compañeros.

Entonces ella no dijo nada, yo sólo comencé a pensar en lo que ella me había dicho, y también a envolverme en su olor me hizo perder la noción del tiempo.

—Pero si yo hubiera sido judío y ese Eichmann hubiera matado a mi familia, yo quisiera que ese hombre muriera de la peor forma —le dije, pero no recibí respuesta, sonreí por saber la imagen que encontraría al girar, ella se había dormido. Lucía aún más tierna que cuando estaba despierta, sonreí y por alguna razón desconocida también me dejé llevar y terminé durmiendo en su cama. 

Cuando desperté ella estaba abrazada a mi brazo, pero todo estaba demasiado obscuro. Me habría quedado a dormir ahí toda la noche, aunque no estaba seguro de que hora era, pero al parecer todos ya estaban dormidos. Entonces pensé en el tal Ricardo, yo no la pasaría bien sabiendo que mi prometida estaba durmiendo con alguien más, y era algo de lo que ella no tenía la culpa, porque ella no había decidido dormir conmigo. Entonces me levanté y la dejé ahí, en su cama, intentando avanzar a la mía hasta llegar ahí, entonces volví a dormir.

La mañana siguiente ella no estaba extraña conmigo, temí que pasara eso, pero no fue así.

Con el pasar de los días nuestra relación se hacía más fuerte. Y ahora ya no sólo me quedaba tonto viéndola hablar frente a mí, sino que también me quedaba como idiota cuando hablaba con alguien más del otro lado de la casa.

Y su presencia se notaba cada vez más, sobre todo cuando había pequeñas reuniones para hacer estrategia entre nuestro equipo, y Sergio siempre decía "estuve hablando con Frida y..."

Ella todo el tiempo decía que no era parte esencial del equipo, pero nosotros ya la admirábamos por esa inteligencia que poseía. Todos creíamos que ella jamás habría tenido problemas con nadie, de no ser por aquellos comentarios que solían minimizarla. Una cosa era cuando ella no se daba cuenta de lo increíble que era y se menospreciaba, pero cuando alguien más lo insinuaba era distinto porque esos comentarios llegaban del exterior, porque de cierta forma confirmaban lo que ella erróneamente pensaba sobre sí misma.

Enigma [Nicola Porcella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora