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Pero después recordé que estaba sudado, así que me alejé de ella,

—Perdona, estoy sudado y te abracé —a ella le parecía gracioso.

—Pronto comenzaré a sudar también, tu sudor no es nada para mí —le sonreí enseguida. 

—Te prometo que cuando me bañe te abrazo porque si necesito muchos abrazos —eso parecío alegrarla.

—Gracias, porque estos días tampoco me he estado sintiendo muy bien. Vas a ver que estarás a salvo, lo puedo ver en el aire —esto me pareció tierno. Yo no podía esperar para terminar de entrenar y después irme a duchar, por eso fue lo primero que hice apenas terminé, a pesar de que faltaba tiempo para la gala. Cuando salí comencé a buscarla disimuladamente, hasta que me dijeron que también se estaba duchando. Fui a comer una paleta y me senté a un lado de la piscina. No sé cuánto tiempo pasó, pero de pronto la vi llegar recién bañada, ella ya se había cambiado, e incluso su estilo me gustaba demasiado, ella era demasiado versátil: un día podía ser una chica demasiado elegante, refinada y recta; al otro una chica relajada y masculina; al otro podía ser súper dulce, delicada y tierna; y otro día podía ser demasiado sexy, seductora y atrevida. Todas esas facetas eran sublimes. 

Ese día salió sólo para secar su cabello, me dijo que prefería secar su cabello con el viento, yo ya lo sabía, la había estado observando desde que entramos. Ella me vio, fui al primero a quien se dirigió con una sonrisa. Yo no esperaba lo que se venía, porque llegó directo a mí extendiendo sus brazos. No necesitabamos palabras, sólo el contacto.

—Que bien hueles —le dije, y era verdad, ella enseguida se arrodilló justo al lado de mí, sobre el sofá, al parecer no tenía intenciones de alejarse, y yo no tenía intenciones de soltarla.

—Tú también siempre hueles bien. Te estoy mojando, ¿verdad? —yo sonreí.

—Sí, pero no me importa, necesito tu apoyo —ella soltó una risa, y me regaló la oportunidad de tocarla por unos segundos más, para enseguida acomodarse y sentarse a mi lado, sólo que lo hizo casi recostada, y nuestros cuerpos aún estaban en contacto.

Entonces sentí pena. Últimamente en el confesionario me estaban preguntando mucho por ella, y yo soltaba todo lo que creía sobre Frida. Esa mujer era todo lo que jamás habría imaginado, nunca podría haber imaginado que incluso aquellas imperfecciones, en ella fueran virtudes y lucieran hermosas. Yo no comprendía como alguien tan divina podía respirar el mismo aire que yo. El confesionario se había vuelto mi diario personal en el que me desahogaba por todo lo que no podía decirle en la cara a esa mujer. 

—¿Tu cabello es rizado? —pregunté al notar un poco de ondas en él.

—Así es. Hace un tiempo me hice ese alaciado permanente, ahora sólo dejaré que vayan saliendo los rizos de nuevo.

—No te imagino con rizos —ella me sonrió.

—Pronto me verás —no pude decir algo más. Creí que la conversación había terminado, a pesar de eso no me sentía incomodo, y creo que ella tampoco. 

No tengo idea de que pasó en nosotros, pero nos dormimos. Y no despertamos hasta que escuchamos la "primera llamada". Extrañamente despertamos al mismo tiempo. Creí que se sentiría avergonzada, casi dormimos abrazados, en cambio no dijo nada. No sé si eso me decepcionó, fue como si no le hubiera importado, ya que al menos quejarse o decir algo al respecto habría significado que tomó en cuenta ese suceso, pero sólo sonrió y fue a prepararse después de reírse conmigo por haber dormido, renegando de que la jefa nos había despertado. 

Entonces, mientras esperábamos la tercera llamada, y ya todos estábamos listos, fuimos a la cocina. Ferka y Frida seguían teniendo rivalidad, pero la mujer de la que me estaba enamorando lo estaba manejando mejor, ya que la cara de mi ex compañera era muy expresiva, mientras Frida sólo sonreía y reía, podría jurar que ni siquiera la notaba.

Enigma [Nicola Porcella]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora