Capítulo 27

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Eiden

De todas las formas en las que he visto a Audrey Harper, esta es mi favorita, verla sonriéndome de la forma en la que lo hacía a sus dieciséis.

Más que nada el fin de esta sorpresa que organicé para ella era para distraerla de la tormenta que ha estado lidiando. Distraerla de las causas de que siempre esté con cabeza baja y sumisa, para ser quien en verdad es, empezando por sonreír hasta mostrar su blancura.

Al terminar de enrollarle su bufanda ella la tocó apreciando su suavidad, aún conservaba ese aroma de vainilla que siempre la ha acompañado hasta el día de hoy. La conservé en la misma caja en la que se la entregué, de vez en cuando la sacaba para mis días fríos pero al final del día siempre volvía ahí.

-Sigue tal y cómo la recordaba -veía cierto brillo en aquellos preciosos ojos color miel, despues susurró-. Gracias.

Se acercó tanto hasta rodear mi cuello con sus brazos y estar pegada a mi pecho mientras escondía su cabeza por mi hombro. No dudé ni un segundo en tomarla de la cintura con mis manos. Me estaba abrazando.

Audrey Harper me estaba abrazando.

La sensación de estar tan cerca de ella me erizaba la piel, la fluidez de latidos fuertes me hacían desear que sacara la cara de su escondite, y así fue. De pronto nos encontrábamos apoyados frente con frente, yo era más alto que ella pero no era gran diferencia como para que tuviera que agachar la cabeza de más. La sensación de tenernos a pocos centímetros hizo que ambos cerráramos los ojos.

Las puntas de nuestras narices empezaron a chocar y juguetear entre sí. Era algo estúpido para Eiden Windsor hacer eso, solo que ese era Eiden, sin apellido.

Hacía tiempo que no me sentía tan seguro con alguien.

Hacía tiempo que no experimentaba lo mismo.

Hacía tiempo que no era ella.

Mis manos se resistían a aumentar la fuerza de mi agarre en su cintura, pues no quería llegar a incomodarla sabiendo que existía la posibilidad que le diera miedo ser tocada en cualquier parte de su cuerpo. Ya sabemos porqué.

Por un momento creí que la diminuta distancia que había entre sus labios y los míos iba a esfumarse por el aire. Pero sentí como se tensó, detuvo el jugueteo de narices y se fue apartando. Los brazos que rodeaban mi cuello fueron soltándose hasta perder contacto junto con su dulce aroma. Creándome un nudo en la garganta.

Hacía tiempo que no sentía eso también.

-Ya debo ir por Liv. -Su sonrisa desapareció hasta solo apretar los labios mientras desviaba la mirada, de nuevo se encogió de la misma manera que yo lo hacía.

¿La habré incomodado?

A pesar de la confusión que me había causado su cambio repentino, no me quise quejar, ni siquiera preguntarle porqué se alejó cuando más sentía que ninguno de los dos lo quería hacer.

Así que me limité a solo sonreír para camuflar las mil preguntas que me generaba.

-Te llevo.

Stela vivía aparte de la mansión Windsor, desde su divorcio se quedó con la mansión que compartía con el idiota ese, pero era mucho más pequeña que la nuestra. Le había ofrecido la idea de ayudarla a buscar otro hogar para evitar recordar malos momentos en esas finas paredes blancas pero prefirió quedarse. Le importaba más que su hija tuviera un gran espacio para jugar y poder hasta aprender a andar en bici sin estorbos.

Pasamos por la aceituna y las lleve directo al departamento de Ian, no hubo silencios incómodos en el camino ya que Livette hablaba sin parar sobre su gran día con mi hermana y sobrina. Si me preguntaran qué opino al respecto, la verdad es que si mi hermana estaba rencontrándose con la felicidad, por mi estaba más que bien, en verdad parecía que estaban creando una relación muy íntima.

Alba: Una Luz de Amor (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora