Capítulo 33

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Audrey

Nuestro día fue muy diferente a los anteriores. No sé de donde salió tanto entusiasmo que Eiden y yo decidimos salir a hacer alguna actividad que el Solheim Palace tenia preparado para sus invitados. De todos las actividades, escogimos el patinaje en hielo.

A las afueras el sol resplandecía en su máximo brillo pero el frio estaba presente mucho más fuerte que el calor de aquellos rayos. Tomamos uno de los transportes del lugar y nos llevaron hasta unas instalaciones grandes a unos 10 minutos del Solheim Palace. Muchos de los invitados de la familia Solheim estaban ahí haciendo diversas actividades como tubing, paseo en trineos, esquiar y mucho más. Lo más curioso de la situación es que como todos iban tan abrigados, era difícil identificar qué famoso personaje era cada uno.

En la pista de hielo que estaba al aire libre, rápidamente Eiden pudo mantener el equilibrio lo cual intenté hacer también pero constantemente mis pies tomaban velocidad dejando mi cuerpo atrás. No sé cuantas veces él me tuvo que atrapar por detrás, ya estaba aferrándome al barandal abrazándolo cuando Eiden insistió en tomarme de ambas manos.

—Audrey —insistió.

—¡No!

—No puedes aférrate al barandal por siempre —la blancura de sus dientes radiaba gracias a su risa.

—Es el lugar más seguro de la Tierra, ni el Vaticano llega a estos niveles —de repente mis pies comenzaron a adelantare de nuevo dejándome en una posición inclinada ya que me rehusaba avanzar.

—Te equivocas, el lugar más seguro de la Tierra es donde esté el Papa, no el Vaticano —echó la cabeza hacia atrás riendo haciendo que algunos mechones le cayeran por la frente aunque traía puesto un gorro.— A ver, dame una mano y después la otra.

Mientras le daba una mano temblando del miedo continuábamos nuestra conversación.

—¿Por qué el Papa?

—Porque donde sea que pise el Papa, por lógica en su religión es piso bendecido y cuidado por su Dios. ¿O no?

Por andar perdida en la conversación no me percaté que ya estábamos patinando por el centro de la pista de hielo, lejos de mi mejor amigo el barandal. Por el susto casi pierdo el equilibrio de nuevo pero él se encargó de sujetarme fuerte, poco a poco iba a agarrando más confianza y en un rato ya solo necesitaba agarrarlo de una mano. Hacer actividades nuevas son mucho más especiales cuando lo haces con las personas correctas.

Pasando el medio día anduvimos caminando por la nieve hasta ver como algunos invitados hacían muñecos de nieve, nos animamos y comenzamos a hacer una competencia para ver quién hacía el mejor. Nos llevó horas, sudor e incluso quizás sangre porque me pinché el dedo buscando un palo para utilizar como brazo pero no importó, ese muñeco ya llevaba un lazo poderoso de sangre. Al final, hubo un fuerte debate sobre el ganador.

—¿Cómo crees que esa cosa merece ser ganador?  —Alegué.

—No le digas "cosa", es Willy.

—¿Le pusiste nombre? Ni siquiera tiene cara de Willy —apunté al muñeco—. Parece más un huevo, solo hiciste una bola rara y le pusiste hasta brazos en la misma cara.

—¿Cómo te atreves? —Quedó boquiabierto—. Tu muñeco no tiene ni boca ni brazos. Willy se ve muy alegre a lado del tuyo.

—Quizás tuviera brazos si alguien no hubiera quebrado los palos que junté al pisarlos —alcé mi dedo pinchado—. ¡Mira! Hasta lazo de sangre se llevó mi muñeco.

—¿Lazo de sangre? —Miró a mi muñeco con cara de "¡¿Cómo te atreves??— ¡Ah no! ¡No bajo mi guardia! —Y procedió a tumbar al pobre muñeco.

Alba: Una Luz de Amor (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora