Capítulo 36

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Audrey

El frio del invierno estaba por llegar a su punto máximo para que empezara a nevar por la grande ciudad de Nueva York. Estando a solo 3 grados me animé a dirigirme donde no había pisado aún, donde mi cuerpo no quería estar y mucho menos mi corazón. No veía ninguna sola alma mientras caminaba entre los montones de árboles y lápidas alrededor.

Llegué a mi destino, la lapida no estaba tan deteriorada debido al poco tiempo que tenía ahí. Quedaban hojas caídas por el otoño y un escalofrío que jamás ha podido desaparecer desde hace años.

—Primero debo decirte, que no estoy aquí porque quiero, pero debo, al menos para poder decirte lo que jamás me he animado a decirle a alguien más.

Así fue, odiaba estar cerca de su presencia aunque solo se tratara de su lápida. Mi terapeuta me pidió expresar mis pensamientos ocultos por ella, ya sea por escritura o cómo me era mejor. Decidí decírselo de frente.

—¿Sabes? Me sentí tan culpable por mucho tiempo —di una pausa—. Me sentía culpable por odiarte, porque una hija no debería odiar a su propia madre. No entendía el porqué de tu odio hacia lo que tuve con Eiden, pero ahora, no me queda duda de que fuiste una persona quien manifestó la agonía de su corazón en un odio, el cual desahogaste conmigo.

Margaret Harper, era el nombre escrito en la lapida.

—Hoy —solté una leve risa— no me siento para nada culpable del odio que te llegué a tener. Porque no solamente me arrebataste mi bebé, también a mi padre.

Despues de que la noticia cayera como agua fría para Ian y para mí, una avalancha nos derrumbó cuando la prensa descubrió que éramos hijos de William Harrison, el doctor común de hace años quien hoy en día era dueño de uno de los mejores hospitales del país.

Ian estuvo en negación por unos días, yo en cambio parecía un cuerpo sin alma. Tantas emociones fueron juntadas y tantos pensamientos que no podía controlar. Una cosa podía asegurar, nunca me enojé con William. Mientras más pasaban los días, mas entendía su perspectiva. Cuando Ian solo se mantuvo en su papel de enojo, tuvimos una discusión, la cual arrojó a que le revelara lo de mi aborto. Ahora él ya no sabe en qué creer.

Le hice entender que jamás sentí rencor por él al no estar conmigo, porque nunca lo supo. Fue entonces cuando su molestia desapareció y aceptó dar una oportunidad para que todos los días tuviéramos encuentros con William. Livette comenzó a interactuar con él también, al principio fue confuso para ella pero despues le gustó convivir con su abuelo.

—Pareciera que aún muerta, logras dañarme. Pero te prometo Margaret, que esta es la última vez que lo logras.

Di la vuelta y me marché.

Alcanzaría a mis hermanos y a William en el hogar de Ian, normalmente nos vemos en restaurantes o cafés pero propuse hacer algo más hogareño en esta visita. Hoy sería interesante, entre ellos cocinarían y por lo que sé Ian era el único con el conocimiento base al menos. Mientras esperaba en la avenida por algún taxi, mi sexto sentido se percató de algunos fotógrafos siguiéndome el paso y tomando una que otra foto.

No entiendo cómo los Windsor lo toleran, ni siquiera me siguen tanto cómo a ellos y siento ganas de irme a encerrar en una cueva. Pronto logré tomar un taxi y llegue al hogar de Ian, afuera vi el coche deportivo de Dylan y otra camioneta elegante con el chofer esperando adentro.

—¡Tía! —Exclamó Livette al verme entrar, la tomé entre mis brazos y la cargué. Percibí el olor a algo quemado y había cierto humo adentro del lugar. — Al fin llegaste, están quemando la cocina.

—¡Deja de mentir Livette! —Le respondió Ian desde la cocina.

Bajé a mi sobrina y me apresuré hacia allá. Me sorprendí al hallar a William echándole aire al horno con una tabla para picar mientras que Ian llenaba vasos con agua y se los pasaba a Dylan para que éste se los aventara adentro. Se notaba que habían pasado por un gran susto y traté de contener una risa.

Alba: Una Luz de Amor (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora